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La guerra dispara la fuga de trabajadores tecnológicos de Rusia

Un hombre camina con una maleta por las calles de Moscú, este mes de abril.

Carlos del Castillo

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Los trabajadores de la industria tecnológica están entre los que registran menores índices de paro en todo el mundo. Los mecánicos que mantienen a punto la vida digital, como los programadores, científicos de datos o expertos en ciberseguridad, son cada vez más necesarios en las sociedades modernas, lo que multiplica sus oportunidades laborales y suele suponer unas condiciones superiores a la media. Una oportunidad que los especialistas rusos están aprovechando para salir de su país de forma masiva.

Según los datos de la Asociación Rusa de Comunicaciones Electrónicas (RAEC), entre 50.000 y 70.000 expertos del sector ciber dejaron Rusia en marzo. Los cálculos son que otros 100.000 puedan seguirles este mes de abril. “Lo único que frena la segunda ola es que los billetes son caros, la vivienda disponible ha crecido, nadie está esperando a los rusos y no hay conectividad financiera, es imposible para realizar transacciones. Pero la segunda ola llegará y, según nuestro pronóstico, de 70.000 a 100.000 personas se irán en abril”, afirmó ante la Duma Sergey Plugotarenko, director de la RAEC.

Según un informe de la Asociación de Empresas de Informática y Tecnología de la Información de Moscú, la industria tecnológica rusa empleaba en 2020 a unos 1,8 millones de profesionales. La guerra podría haber empujado fuera del país a casi el 10% de ellos en apenas dos meses, si se cumplen las previsiones de la RAEC. Algo que el Kremlin estaría intentando frenar por las buenas y por las malas.

Un entorno hostil

Rusia nunca ha sido un país amigable para las tecnológicas. Desde las revoluciones políticas de principios de la década de 2010, como el 15M, Occupy Wall Street o las primaveras árabes, la política del Kremlin ha sido atar en corto cualquier servicio digital que despunte. Es paradigmático el caso de Pável Dúrov, creador de VK, el Facebook ruso, que se negó a dar datos de sus usuarios a los servicios de seguridad del país. Eso le valió ser expulsado de la compañía y un autoexilio. Hoy todo el grupo (que incluye las tres redes sociales más usadas de Rusia) está dirigido por el hijo de la mano derecha de Vladímir Putin en política interior, un oligarca sancionado por la UE. A Yandex, el Google ruso, no le va mucho mejor.

Según nuestro pronóstico, de 70.000 a 100.000 personas se irán en abril

Asociación Rusa de Comunicaciones Electrónicas

Este tipo de políticas ha derivado en que Rusia y sus ciudades estén en los puestos más bajos en cuanto a creación y atracción de inversión para sus startups, uno de los mejores índices para medir la vitalidad de la industria tecnológica de un país. En el campo de la inteligencia artificial, por ejemplo, uno de los más punteros, Rusia tiene 346 startups, según la consultora Tracxn. En comparación, EEUU tiene 12.378; Reino Unido, 2.850; China, 1.820; Alemania, 1.334; Francia, 1.043; e Israel, 992. Incluso España, que recortó enormemente sus inversiones en I+D tras la crisis financiera, se coloca notablemente por delante de Rusia, con 585 startups de inteligencia artificial.

Es algo que choca con el hecho de que Rusia tiene algunos de los centros de formación mejor valorados del mundo, como el Centro de Innovación de Skólkovo, en la región de Moscú, al que habitualmente se conoce también como el Silicon Valley ruso. O la universidad tecnológica de San Petersburgo, donde se formó Dùrov y la mayor parte del equipo de Telegram, la app de mensajería que creó tras salir de Rusia, convertida hoy en uno de los servicios de este tipo más usados del mundo.

Palo y zanahoria

La fricción entre un entorno hostil y unos profesionales muy bien valorados ya estaba generando una fuga de cerebros de Rusia mucho antes de la guerra. Artículos académicos de 2018 citan que la preocupación política, la posibilidad de conseguir mejores salarios en el extranjero y las dificultades para emprender estaban haciendo que los especialistas tecnológicos rusos se fueran a pastos más verdes o fueran muy partidarios de hacerlo, especialmente los más jóvenes. Para ellos, la guerra fue solo el último empujón.

“Cuando nos enteramos de que había empezado la guerra (el 24 de febrero), pensamos que probablemente era el momento de irnos, pero que podríamos esperar y ver qué pasaba. El 25 de febrero, compramos los billetes y nos fuimos. No había que pensar mucho”, relató una especialista a la agencia Asociated Press. “El 24 de febrero fue como si nos hubiéramos despertado en esta terrible realidad diferente”, relata otro programador que se fue a Uzbekistán: “Todos somos jóvenes, tenemos menos de 27 años, y por eso temíamos que nos llamaran a filas para participar en esta guerra”.

El 24 de febrero fue como si nos hubiéramos despertado en esta terrible realidad diferente. Teníamos miedo de que nos llamaran a filas

Programador ruso que partió a Uzbekistán

Como relató el jefe de la RAEC ante la Duma, el abanico de opciones a los que los trabajadores tecnológicos rusos podían marcharse se redujo en pocas horas. Más de 30 países cerraron su espacio aéreo a Rusia. Los especialistas con visados de trabajo de países europeos o empleados en grandes multinacionales aprovecharon esa opción para abandonar el territorio ruso en las primeras horas. Los demás han recurrido a la vía de las exrepúblicas soviéticas de Asia central, que les han ofrecido facilidades con la esperanza de que se queden y no solo las aprovechen como plataforma desde la que saltar a otros países.

Las sanciones y la huida de sus trabajadores amenazan con condenar a Rusia a un retraso tecnológico y a una enorme dependencia de China. El Kremlin tomó medidas rápidamente para intentar frenar la fuga de cerebros apuntando a su principal preocupación, al liberar del servicio militar obligatorio a estos profesionales, así como a los estudiantes de las carreras relacionadas (como matemáticas o ingeniería de telecomunicaciones). También ha aprobado beneficios fiscales hasta 2024 para las empresas tecnológicas, como préstamos que no podrán superar el 3% de interés o ayudas para que sus empleados accedan a hipotecas, recoge la agencia rusa Interfax.

Pero además de la zanahoria, el Kremlin también ha sacado el palo. Los ingenieros, programadores y científicos de datos que han intentado salir del país en esa “imparable segunda ola” anticipada por la RAEC se están encontrando con interrogatorios y detenciones.

“Éramos seis personas para tomar el vuelo, pero cuando dos pronunciaron las palabras ”software tester“ y ”plataforma online“ mientras hablaban con los guardias fronterizos, les enviaron inmediatamente a una habitación para interrogarles”, afirma un programador en un testimonio recogido por el medio especializado TechCrunch. Otro especialista afirma que los guardias, al enterarse de su profesión, le requisaron sus dispositivos electrónicos con la promesa de devolvérselos a su regreso.

Otro programador de San Petersburgo que voló hacia Ereván, capital de Armenia, revela que durante su interrogatorio pudo ver la pantalla del monitor en la que el guardia introducía los datos. Era una hoja de Excel con diferentes campos. “En la tabla figuraban los nombres de todos los interrogados, sus números de teléfono, sus direcciones y su actitud ante la situación en Ucrania”, recuerda: “Pero en la columna 'tipo de actividad', sólo introdujeron una de las dos opciones: 'IT o no IT”.

elDiario.es ha contactado con Microsoft, Google, Meta y TikTok para preguntar sobre sus trabajadores en Rusia, pero todas han preferido no dar detalles específicos sobre su actuación en este sentido.

Redes de apoyo para los ucranianos

La situación de los trabajadores tecnológicos rusos que han sido empujados hacia ex repúblicas soviéticas por las sanciones internacionales contrasta con las iniciativas para facilitar la integración de sus homólogos ucranianos. Una de ellas es IT4Ukrainians, promovida desde Mobile World Capital Barcelona, la entidad organizadora de la popular feria tecnológica que se desarrolla en la capital catalana, junto a otras empresas como Cionet.

Su objetivo es agrupar las ofertas de trabajo del sector que pueden ser desempeñadas por trabajadores del país, por un lado, y los propios profesionales que buscan empleo en empresas tecnológicas europeas, por otro.

“Ahora mismo lo que estamos viendo es que hay muchas compañías que quieren ayudar y ofrecen trabajo a una, dos, tres personas. Nuestra preocupación es en qué medida ese puesto de trabajo y el apoyo que pueden dar a largo plazo a esas personas en el terreno social, de formación, en el idioma. Lo que estamos intentado es poner en marcha una plataforma donde nosotros asumimos la contratación de esas personas y las ponemos a disposición de compañías que pueden ofrecer esos puestos en proyectos que duran unos cuantos meses”, explica a elDiario.es Bruno Méndez, Corporate General Manager de Cionet Iberoamérica.

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