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Cómo se recupera un gran sistema eléctrico de un apagón total

Centro de Control Eléctrico (Cecoel), en Madrid.

Carlos del Castillo

El 28 de octubre de 2018 un cap de fibló se sumó a los aguaceros que descargaban 30 litros por metro cuadrado sobre la isla de Menorca en 15 minutos. Este fenómeno meteorológico es un tornado de agua que se levanta sobre el mar y puede penetrar en tierra. El cap de fibló de octubre recorrió varios kilómetros de norte a sur de la isla dejando un rastro de destrucción a su paso y tumbando cuatro torres de dos líneas de alta tensión diferentes. La red soportó la pérdida de una de las líneas, pero en cuanto la segunda tocó tierra casi 40.000 menorquines se quedaron sin luz instantáneamente.

Red Eléctrica desplazó a más de 40 operarios, grúas y un helicóptero que lograron levantar una de las líneas y restablecer el servicio en algo menos de 48 horas. El de Menorca fue uno de los apagones más graves que ha sufrido España en décadas. No es casualidad que fuera en una isla: “Cuanto más pequeño es un sistema eléctrico, más vulnerable es”, explica el director general de Operación de Red Eléctrica, Miguel Duvison. A cambio, los sistemas de las islas españolas, independientes del mallado peninsular, también son más fáciles de encender en caso de apagón total. Si todo va a negro en una gran red como la española, el problema sería muy diferente.

“Si tenemos un problema en una isla pequeña donde tienes un generador, como La Palma, es cuestión de arrancar el generador y recuperar el poco consumo que hace falta para volver a ponerlo en marcha. En los grandes sistemas como el español o el francés, el alemán o el italiano, la recuperación es larga y compleja”, continúa Duvison en conversación con eldiario.es. En una isla, el primer chispazo puede llegar de un generador. En caso de un apagón total de la red central, un generador apenas serviría para sustentar los servicios auxiliares de una de las numerosas centrales térmicas que energizan el sistema. El salvavidas de la red eléctrica española está escondido en las montañas.

En una España completamente a oscuras, la primera luz que se encendería con energía eléctrica estaría en la central hidráulica de alguno de los pantanos y saltos de agua de la orografía peninsular. “Una planta térmica no es como una hidráulica: no puede arrancar si no tiene tensión segura desde el exterior. Una hidráulica sí. Algunas están dotadas con arranque autónomo y pueden, con sus propios medios, empezar a turbinar el agua y producir energía eléctrica con la que estabilizar el sistema y comenzar a tensionar las centrales térmicas, que necesitan mucha más energía para arrancar”, revela Duvison.

El proceso está totalmente protocolizado. Los manuales para levantar cada área de la red eléctrica española se llaman “planes de reposición” y son el libro de cabecera de cada controlador: “Los operadores para cada zona del sistema saben perfectamente qué centrales tienen que arrancar primero, hacia dónde llevar la tensión en cada momento y qué maniobras ir haciendo. Pero además hay una cuestión que es muy importante, y es que no solo los operadores conocen qué es lo que tienen que hacer, sino que los planes de reposición son conocidos por las empresas generadoras y las distribuidoras. Todo el mundo tiene la partitura de lo que hay que tocar, no hay que ponerse a explicar nada, todo el mundo sabe lo que tiene que hacer”, señala en este caso Tomás Domínguez, director de operaciones de Red Eléctrica, justo unos metros por encima de la estancia que hace las funciones de directora de orquesta.

El centro neurálgico de la tensión española

Desde la sala de emergencias de Red Eléctrica, una gran estancia acristalada que domina el Centro de Control Eléctrico (Cecoel), Domínguez va señalando a eldiario.es los detalles de este centro neurálgico de la tensión española. “Lo que ves en aquella pantalla grande es el esquema de la red de transporte de electricidad de toda la Península Ibérica”.

“Todo lo que ves en color rojo es la red de transporte de 400.000 voltios, la columna vertebral de la red, las torres de alta tensión más grandes. En color verde están las de 220.000 voltios, que son también muy grandes, pero que por cuestiones de espacio y para que no se forme un barullo ilegible, solo están representadas las que hacen función de interconexión internacional. Las líneas que están desactivadas por cuestiones de operabilidad o mantenimiento aparecen en color gris”, continúa Domínguez.

Pese a su nombre, el uso más habitual de la sala de emergencias es la reunión que cada día laborable mantienen a las 9 de la mañana y “de manera hiper-puntual” los responsables del Cecoel con los centros de control de Canarias y Baleares. Unos metros por debajo de la sala hay unos 15 operadores e innumerables pantallas que muestran consumos, producción, previsiones, rendimientos y variaciones en tiempo real de todo ello. Cada uno tiene delante entre cuatro y siete de ellas, mientras que otras seis son visibles para todos en todo momento. Muestran cada característica de la red eléctrica con un solo objetivo, simple pero vital: que la demanda de energía sea siempre equivalente a la que vuelcan las centrales al sistema. Este es el principio básico del funcionamiento de un sistema eléctrico y el que regiría la recuperación de un apagón total.

Porque, a pesar de que algunas centrales hidráulicas pueden empezar a producir energía pese a estar desenchufadas del exterior, el proceso no es tan fácil como activarla y esperar a que España se encienda. “Hay que empezar con muy poca potencia”, aclara Domínguez, que cita como ejemplo el plan de reposición para levantar el área desde la frontera portuguesa hasta el País Vasco, en el que las hidroeléctricas de la cuenca del Duero, como la de Villarino (río Tormes, Castilla y León) tendrían la voz cantante. “Esas centrales empiezan a energizar la red de transporte con muy poquita potencia, que al principio se dedicaría a sus propios servicios auxiliares, lo que necesiten para el funcionamiento de la propia central. El siguiente paso es cerrar una línea que vaya llegando a las primeras cargas que tienes por allí cerca, en la zona de Zamora y Valladolid. Poco a poco empiezas a energizar demanda, siempre equilibrándola con la generación de energía”, precisa. Cada pueblo y ciudad que se reconecta permite volcar más energía la red y encender más centrales.

Nunca ha sido necesario completar un proceso así. Sin embargo, ha sido puesto en práctica muchas veces. El Cecoel, ubicado en Alcobendas (Madrid), cuenta con una réplica exacta no muy lejos, en Tres Cantos. Se trata de un simulador que permite a los técnicos entrenarse en situaciones de emergencia poco habituales en su trabajo diario y, además, permite tener referencias del tiempo que costaría recuperarse de un apagón. “¿Cuánto podríamos tardar?”, repite Domínguez ante la pregunta de este medio. “Unas pocas horas. Un simulacro de reposición de la península completa durará del orden de una mañana”.

Cuando un fallo en Alemania abrió Europa “como una cremallera”

Los expertos de Red Eléctrica prefieren no aventurar qué podría causar un apagón masivo como el vivido recientemente en Venezuela. Explican que el intenso mallado peninsular permitiría al sistema maniobrar incluso ante la inutilización de muchas líneas. Es lo que provocó el ciclón extratropical Klaus el 24 de enero de 2009, que recorrió el norte de la península, desde Galicia hasta el sur de Francia. Con vientos de hasta 215 kilómetros por hora, puso en alerta roja a varias comunidades, que llegaron a valorar la posibilidad de desalojos en las zonas más afectadas.

“Durante esa noche, llegamos a tener hasta 400 desconexiones de líneas, y no hubo corte de suministro”, revela Domínguez. En una situación así, los operadores van distribuyendo la electricidad por las líneas seguras en tiempo real, desconectando aquellas que pueden verse afectadas por el temporal para evitar perderlas repentinamente y arriesgarse a una descompensación. La regla de oro siempre es cuadrar la generación y la demanda. “Toda la noche fue estar conectando y desconectando, pero al final nunca hubo un corte. Es muy difícil que haya un accidente que te tumbe el sistema por una situación de este tipo”.

En Europa no hay que evocar a la meteorología para recordar apagones masivos, sino a errores humanos, como el ocurrido en Alemania en 2006 cuando un operador desconectó líneas para que un barco pasara bajo ellas. “No se analizó bien y al dejarlas fuera de servicio se sobrecargaron otras líneas. La potencia de más se colaba por otras líneas, que se iban sobrecargando y se iban desconectando automáticamente. En casos como este todo pasa muy rápido”, resume Domínguez: “Europa se abrió como una cremallera desde el Mar del Norte hasta el Adriático. El sistema eléctrico europeo quedó separado en dos trozos. La parte occidental se quedó con más demanda que generación y la parte oriental, con más generación que demanda. En la parte occidental, donde estamos nosotros, como faltaba generación, hubo demanda que se desconectó”. O lo que es lo mismo, cortes de luz de varias horas en España por el error de un operador en Alemania.

No fue el mayor apagón que ha visto Europa en las pasadas décadas, ya que ese lo sufrió casi en exclusiva Italia. Entre los expertos de Red Eléctrica hay un chascarrillo recurrente, y es que en su sector “los problemas viajan a la velocidad de la luz”. Es exactamente lo que sufrió el país transalpino en 2003, cuando una serie de incidentes en las redes de Suiza y Francia derivaron el problema a la italiana, mucho más interconectada con la de sus vecinos que la española. “En cuatro segundos” se perdió completamente el control del sistema, reconocieron las autoridades italianas, y hubo un apagón total. 58 millones de personas se quedaron sin luz. Pese a que eran las tres de la mañana, hasta 30.000 personas quedaron atrapadas en un centenar de trenes. Ese mismo 28 de septiembre Roma celebraba la Noche en Blanco, por lo que varios miles de personas la celebraban en teatros, museos y calles quedaron en la estacada. Las autoridades tuvieron que radiar mensajes recomendando a la población no usar el teléfono por si había que comunicar una emergencia, así como evitar el uso de vehículos privados dado que los semáforos no funcionaban.

La mayoría del país recuperó la luz 9 horas después, aunque algunas partes tardaron incluso 18. El italiano se sitúa muy arriba en la escala de mayores apagones eléctricos de la historia, una lista en la que, pese a los ciclones y por el momento a salvo de errores humanos, no se encuentra España.

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