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Medio siglo después del Mayo del 68 en Francia: “Ahora los jóvenes lo tienen más difícil”

Una pancarta compara el Mayo de 68 con las protestas actuales en la facultad parisina de Tolbiac el 20 de abril.

Angelique Chrisafis

París —

El fantasma del levantamiento estudiantil de mayo de 1968 resurgió al amanecer de este lunes, cuando la policía francesa hizo una redada en el campus universitario París 3 en Censier para arrestar a estudiantes que estaban protestando.

Emmanuel Macron, el primer presidente francés nacido tras los disturbios civiles, se ha enfrentado a varias protestas esta primavera, desde concentraciones estudiantiles contra la introducción de requisitos más estrictos para ingresar en la universidad, hasta huelgas de trenes por cambios en los ferrocarriles estatales y protestas por una nueva ley inmigratoria. Macron ha afirmado que los manifestantes son una minoría y que continuará intentando aprobar sus reformas liberales para cambiar la economía.

Cincuenta años después de las protestas estudiantiles de 1968, el mes de mayo está especialmente cargado de simbolismo histórico, algo que el Gobierno ha minimizado y que el sindicalismo quiere capitalizar.

Un estudiante participante en las protestas, Antoine Guégan, sabe mejor que muchos que no están claras las comparaciones entre las protestas de este año y el Mayo de 1968, que vivió una huelga general nacional dentro de un marco de protestas que sacudió desde Praga a Estados Unidos.

Guégan, de 27 años, ha participado en las protestas en el campus de Censier donde la policía hizo la redada. Su padre, Gérard Guégan, participó a sus 27 años en concentraciones en el mismo campus en mayo de 1968.

Durante tres semanas, Guégan se sentó desde las primeras horas del día a debatir cómo arreglar la sociedad desde las barricadas estudiantiles en Censier.

“Es aterrador ver que enviar a la policía a las universidades se ha convertido en algo normal”, señala Antoine Guégan, que está haciendo un doctorado sobre representaciones de la esclavitud en el cine estadounidense y da clases en el campus mientras estudia en otra universidad en los suburbios de París. El martes participó en las protestas contra Macron por el Día del Trabajador en la capital francesa.

“Si hay algo en común entre 1968 y la actualidad es la desesperación de los jóvenes”, afirma. “Pero es una desesperación diferente porque el contexto económico y social no es el mismo. En 1968, había un movimiento global, estaba el rock, la nueva libertad sexual, una cultura diferente y el deseo de cambiar el mundo. La juventud actual se enfrenta a un momento de estancamiento, con poco en qué apoyarse, lo cual hace que la lucha sea más difícil”.

Una diferencia clave, señala, es la falta de empleo. En 1968 la tasa de paro en Francia era de menos del 2%. Hoy llega al 9%, pero la media del paro entre los jóvenes supera el 20% y puede alcanzar el 40% en zonas especialmente vulnerables. “Hay una sensación de que no hay futuro y, al mismo tiempo, vemos cómo el Gobierno elimina las protecciones sociales”, destaca Guégan.

También pesan sobre esta generación la crisis económica y el cambio climático. “Recuerdo que con cinco o seis años tenía una mochila con un dibujo del planeta Tierra con un agujero en la capa de ozono”, señala. “Hemos crecido hablando sobre la crisis ambiental, la crisis económica, y ahora estamos buscando respuestas y soluciones”, añade.

Una gran preocupación es lo que Guégan llama la “represión policial” en Francia. “Hoy, cualquiera puede ser rociado con gas lacrimógeno o golpeado con una porra en una manifestación”, denuncia. El estudiante añade que muchas personas están enfadadas al ver que la policía hace controles especialmente a las personas que no son blancas y que desaloja a inmigrantes de tiendas de campaña en Calais.

Fue justamente un desalojo de la Universidad de la Sorbona el 3 de mayo de 1968 lo que hizo que Gérard Guégan, un escritor de izquierdas, se uniera al levantamiento estudiantil. Proveniente de una familia comunista de clase trabajadora de Marsella, con un padre que había participado en la Resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial, Gérard Guégan estaba viviendo en un barrio marginal del extrarradio de París. Había perdido hacía poco un trabajo en una editorial por haber organizado un sindicato y estaba llevando un manuscrito a una editorial en el Barrio Latino de París cuando vio que la policía sacaba arrastrando a estudiantes de la Sorbona y los metían en furgonetas.

“Lo que me sorprendió no fue la redada policial. Ya habíamos visto muchas durante las protestas por la guerra de Argelia años antes” recuerda Guégan padre. “Fue el hecho de que los transeúntes se oponían a los arrestos. Cuando se iban las furgonetas, les llovían piedras. Era la gente en la calle y los transeúntes los que estaban haciendo eso”.

Decidió quedarse en París y unirse a las protestas en un momento en que sentía que personas desconocidas se ponían a debatir en la calle, las reglas se estaban rompiendo y había batallas entre la policía y estudiantes que llevaban cascos de motos y tapas de contenedores como escudos. Alguno no sólo arrojaban piedras, sino cócteles molotov.

Decepcionado con el comunismo, el grupo de pensadores de extrema izquierda al que pertenecía Gérard Guégan dentro del campus ocupado de Censier decidió adoptar el nombre 'Nous sommes en Marche' [Estamos en marcha], casi 50 años antes de que el partido centrista de Macron decidiera llamarse En Marche [En Marcha].

Gérard Guégan hablará esta semana en una conferencia que se realizará por el aniversario de Mayo de 1968 en el campus de Nanterre, donde comenzaron las revueltas. Los estudiantes contrarios a Macron están actualmente atrincherados en el campus. “Lo que me interesa es ver si los estudiantes nos acosarán a preguntas. Ojalá que sí, me encanta debatir”, señala. Guégan añade que le parece bien que los jóvenes estén “enfureciendo” al presidente.

Una de las consignas favoritas de Gérard Guégan de Mayo de 1968 era 'Seamos realistas, pidamos lo imposible'. “Siempre estábamos pensando en lo que llamábamos nuestros sueños y lo que podría considerarse una utopía. Todos estábamos convencidos de que algo grande estaba ocurriendo”.

Su hijo, aunque sea “un eterno optimista”, sostiene que el clima actual es más sombrío. “Hay algo inaccesible en la noción de un sueño. Lo de ahora se trata de convicciones profundas, de cómo se puede sobrevivir en medio de una pesadilla, pero pensando en cómo se podrían o deberían hacer las cosas de otra forma”.

Traducido por Lucía Balducci

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