Toda festividad llega vestida con sus mejores galas y tras cada detalle se esconde un abanico de simbolismos. En el caso del Ramadán las luces y faroles muestran la esperanza y simbolizan la iluminación del camino desde la oscuridad. Se trata de delicadas y preciosas piezas tradicionales creadas única y exclusivamente durante el mes de Ramadán y cuyos colores llaman la atención y alegran los ánimos de quienes celebran tan esperados festejos.
Por segundo año consecutivo, la celebración del Ramadán se ha visto alterada por las restricciones y medidas de prevención sanitaria de la COVID-19. Aun así, atrás quedaron las calles silenciosas y las mezquitas vacías, una escena muy poco usual, pero a la que tuvieron que acostumbrarse el año pasado durante Ramadán en Gaza. Este año, los mercados y barrios populares han mantenido las tradiciones con medidas restrictivas, pero más tolerantes. La celebración se ha convertido en una oportunidad con la que conseguir un ‘salvoconducto’ hacia la supervivencia para varias familias gazatíes, que como casi 1 millón de personas en la Franja dependen de la ayuda alimentaria de UNRWA para sobrevivir.
Hanan Al-Madhoun, de 36 años, es refugiada de Palestina, tiene tres hijos, y vive en el campamento de refugiados y refugiadas de Palestina de Shatei, al noroeste de la ciudad de Gaza. Se graduó en Relaciones Públicas por la Universidad Al-Aqsa. Al finalizar su carrera, la terrible situación económica del enclave costero le sorprendió sin alternativas con las que ganarse la vida. La tasa de desempleo juvenil del 69% y la disminución de las oportunidades laborales despertó su creatividad.
En este contexto de pobreza y opresión, Hanan decidió emprender en un pequeño proyecto individual. “La idea me llegó hace 6 años cuando hice un ‘farolillo de Ramadán’ para mis hijos. Compartí fotos en redes sociales y me sorprendió al ver la cantidad de comentarios y mensajes haciéndome pedidos, así que pensé en crear mi propio negocio”.
El mes de Ramadán supone un tiempo para la reflexión, la contemplación y la celebración de los musulmanes y musulmanas. Y aunque uno de sus deberes esenciales es el Sawm o 'ayuno', que deben realizar todos los creyentes sanos de mente y cuerpo, el Ramadán va más allá y la decoración con artesanías tradicionales es una parte clave de la celebración.
Sin ayuda externa y únicamente con su esfuerzo personal y económico, Hanan ha ido sacando adelante su negocio. Invirtió su talento artístico en la pintura en vidrio creando obras para todas las celebraciones anuales, incluidas las familiares como bodas, cumpleaños, etc. Su pasión por los farolillos tradicionales la llevó a profesionalizar su producción y venderlos en toda Gaza.
Elabora productos artesanales únicos que generan chispazos de alegría y felicidad entre una población hastiada por el bloqueo y la opresión israelí desde hace 14 años. “Las difíciles circunstancias en las que vivo fueron la gran razón para iniciar este proyecto. El coronavirus nos lo ha puesto todo mucho más difícil y ahora he adaptado mi casa en un taller. Es la fuente de sustento para mi familia”.
La pandemia se ha cebado con su iniciativa, especialmente en las ventas por Ramadán del año pasado. En 2021 y con la relajación de alguna de las restricciones Hanan afirma que le está yendo “un poco mejor, aunque la gente sigue teniendo miedo”.
Al igual que Hanan, Ghadeer Sweidan, refugiada del campamento de Khan Younis, al sur de la Franja, también encontró en las decoraciones de Ramadán un salvoconducto para poder subsistir junto a su marido.
Empezaron juntos con una pequeña empresa de creación de farolillos de cartón. Hoy en día el negocio ha evolucionado y los farolillos son de madera y tela a los que introdujeron efectos de sonido e iluminación para hacerlos más atractivos.
Como empresarios en Gaza, enfrentan dificultades añadidas al ya complicado hecho de emprender, los continuos cierres, la pandemia del coronavirus y el bloqueo que limita la disponibilidad de materias primas. “Necesitamos apoyo material, moral y psicológico. Tenemos la ilusión y esperanza de que algún día nuestros productos lleguen al mayor número posible de personas árabes y de Palestina”, afirma contundente Ghadeer.
Los materiales, importados del extranjero, suponen un gran obstáculo y encarecimiento de los costes. Los continuos apagones de luz impuestos por Israel también afectan a la línea de producción y condiciona en gran medida los ritmos y ventas. “A pesar de la pandemia, de los cortes de luz y de esta dificilísima situación económica, vamos a continuar haciendo lo que hacemos”.
Ghadeer y Hanan exploran estilos y estrategias artísticas diferentes, comparten un mismo proyecto y hacen frente a los mismos sufrimientos. Ambas sueñan con desarrollar y hacer crecer sus ideas llegando a suministrar con sus productos artesanales al mercado árabe e internacional. Pero su mayor deseo es lograrlo para mantener a su familia y poder vivir así una vida digna.
