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Sobre este blog

UNRWA es la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Medio. Desde 1949 trabajamos para proporcionar asistencia, protección y defensa a más de 5 millones de refugiados y refugiadas de Palestina, que representan más de la quinta parte de los refugiados del mundo y que actualmente viven en campamentos de refugiados en Jordania, Líbano, Siria y el territorio Palestino ocupado (la franja de Gaza y Cisjordania), a la espera de una solución pacífica y duradera a su difícil situación.

El miedo persistente de saber que mi familia podría morir en cualquier momento

El autor del texto Hani Almadhoun (izquierda) comprando dulces para el Eid con su familia en la ciudad de Gaza durante una reciente visita a su casa

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Todo lo que ha ocupado mis pensamientos desde el 7 de octubre, todo lo que escucho, veo, sueño y siento, es lo que está sucediendo en Gaza

Sabiendo que mi familia podría morir en cualquier momento, vivo con el miedo persistente de que cualquier sonido que haga mi teléfono será para darme la noticia que más temo. 

Soy un palestino estadounidense que vive en Annandale, Virginia, pero mis padres y familiares están atrapados en la bloqueada franja de Gaza. En ese mundo de oscuridad perpetua, en gran parte desprovisto de electricidad, combustible e Internet, mi familia ahora también se ha sumido en esa oscuridad. 

En el extremo norte de Gaza, más de 20 miembros de mi familia buscan refugio bajo una escalera, un escudo frágil contra la tormenta implacable y despiadada de los ataques aéreos. Caminan con cautela, evitando las ventanas y las calles desoladas donde el abrumador hedor a muerte, fuego y caos flota en el aire. 

Cuando las ambulancias, los bomberos, los periodistas y el personal de la ONU se ven desprovistos de protección, uno sólo puede imaginar la difícil situación de civiles como mi familia y mis queridos amigos en Gaza. 

Es difícil exagerar el impacto negativo de esta guerra en mi familia de Gaza: los hospitales se están quedando sin espacio para los muertos y heridos, lo que obliga a los hospitales locales a utilizar camiones de helados para preservar los cuerpos. 

Mi madre de 71 años, rodeada de la mayoría de sus hijos, se aferra al vínculo familiar que los mantiene unidos mientras luchan contra la disminución del suministro de agua y el opresivo manto de oscuridad que acompaña a una vida sin electricidad. 

Su peculiar situación los sitúa en lo que irónicamente se considera la zona de evacuación del norte de Gaza, pero escapar sigue siendo arriesgado para muchos. 

Las razones de su incapacidad para huir son varias: La escasez de combustible hace que cualquier vehículo que se mueva en Gaza en este momento sea objeto de sospecha y es difícil que sea en un automóvil lo suficientemente espacioso para acomodar a 20 personas. Aventurarse hacia el sur los llevaría a un territorio desconocido, lejos de amigos, familiares y la reconfortante familiaridad del hogar. En una región donde la geografía puede determinar la vida o la muerte, es un riesgo que pocos están dispuestos a asumir. 

En un mundo donde ni siquiera mis colegas adornados con el emblema de la ONU tienen garantizada la seguridad, el dilema que enfrentan los civiles se convierte en una inquietante paradoja. ¿Cómo se puede esperar que los palestinos comunes y corrientes, como mi familia, encuentren refugio cuando la línea entre refugio y peligro se desdibuja cada día que pasa? 

Las dificultades del presente sirven como testimonio del espíritu inquebrantable del pueblo palestino, una resiliencia que obtiene su fuerza de los dolorosos recuerdos de 1948, cuando mis abuelos huyeron para salvar sus vidas, y de 1967, cuando nuestros padres buscaron refugio en Gaza. 

Eran tiempos similares de adversidad, tiempos en los que nuestros antepasados aguantaron y sobrevivieron. Sin embargo, la pregunta que persiste es ¿por qué sus hijos y nietos deberían estar condenados a revivir este ciclo incesante de sufrimiento? 

Al recordar esos días, he desarrollado una comprensión más profunda de mis familiares, que vivieron la Nakba de 1948, y la incertidumbre, las injusticias, la impotencia y la traición.  

Ahora los palestinos en Gaza están haciendo un viaje al pasado, al darse cuenta, en su huída hacia la seguridad, de que están dejando atrás lugares que bien podrían no volver a ver nunca más. 

El dolor de la pérdida y el despojo ha quedado grabado en nuestra memoria colectiva, sirviendo como un recordatorio sombrío y persistente de nuestra historia compartida. 

A principios de esta semana recibí un mensaje de Amro, mi sobrino de 29 años. A Amro le gusta Gaza y, a pesar de tener oportunidades de viajar y vivir fuera de ella, prefiere quedarse allí. Amro me hizo prometer que, si de alguna manera sobrevive a esto, debería ayudarle a encontrar una manera de salir de Gaza para siempre. Esto es muy difícil para mí. Amro amaba esta ciudad costera del Mediterráneo, hasta que ha llegado esta guerra. 

Este texto es una sincera súplica a la comprensión, la compasión y, sobre todo, un llamamiento urgente a la paz y a la esperanza de un futuro mejor. 

Lamentablemente, dada la implacable duración de la crisis en Gaza, las perspectivas de tal futuro parecen más difíciles de alcanzar cada segundo que pasa. 

Sobre el autor: Hani Almadhoun es director de Filantropía de UNRWA, la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Estados Unidos. Creció en Gaza, donde todavía vive su familia. Las opiniones expresadas en este comentario son suyas.  

El artículo original corresponde a la sección de Opinión de CNN. 

Sobre este blog

UNRWA es la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Medio. Desde 1949 trabajamos para proporcionar asistencia, protección y defensa a más de 5 millones de refugiados y refugiadas de Palestina, que representan más de la quinta parte de los refugiados del mundo y que actualmente viven en campamentos de refugiados en Jordania, Líbano, Siria y el territorio Palestino ocupado (la franja de Gaza y Cisjordania), a la espera de una solución pacífica y duradera a su difícil situación.

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