El pueblo medieval de Aragón declarado conjunto histórico que está a 1.035 metros de altitud atravesado por un río

Rubielos de Mora

Sofía Alcahud

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A más de mil metros de altitud, en la comarca turolense de Gúdar-Javalambre, a unos 60 kilómetros de Teruel, se encuentra Rubielos de Mora, una localidad que parece detenida en el tiempo. Encajada entre montañas y atravesada por el río Rubielos, esta villa medieval conserva su trazado histórico, envuelta por murallas centenarias y escoltada por dos portales que aún dan la bienvenida al visitante. Declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1980, su armonía arquitectónica y paisajística la han convertido en uno de los núcleos urbanos más bonitos de Aragón.

Las calles empedradas serpentean entre casas solariegas, conventos, plazas silenciosas y fachadas decoradas con forja y escudos heráldicos. No es casual que Rubielos haya recibido múltiples reconocimientos, entre ellos el premio Europa Nostra en 1983 por su ejemplar restauración, y desde 2013 también forma parte de los Pueblos más Bonitos de España. En su conjunto urbano se cruzan siglos de historia con una vida cotidiana tranquila, protegida por su pertenencia a la red internacional Cittàslow.

Rubielos de Mora no es solo arquitectura: es también arte, paisaje y memoria. Las obras de los artistas locales José Gonzalvo y Salvador Victoria perviven en museos levantados sobre antiguos hospitales y conventos. En los alrededores, los miradores naturales abren paso a una geografía extensa y luminosa, donde el tiempo parece alargarse con la misma serenidad que marcan sus piedras. Entrar en Rubielos de Mora es atravesar un umbral hacia una forma de vida donde lo antiguo sigue teniendo presencia y sentido.

Trazos de historia en piedra y tiempo

Rubielos de Mora

Caminar hoy por las calles de Rubielos de Mora es sumergirse en un relato que ha ido construyéndose siglo a siglo, con capas superpuestas de historia, arquitectura y memoria. Aunque sus primeras menciones datan del siglo XII, la villa fue creciendo a lo largo de los siglos, desde un pequeño núcleo junto al castillo, lo que hoy es el barrio del Campanar, hasta una estructura urbana más amplia y ordenada, con calles que aún conservan el trazado medieval. Tres ejes principales marcan ese desarrollo: las actuales calles de San Antonio, Félix Cebrián y José Gonzalvo, unidas por callejuelas que forman un encantador laberinto de piedra.

Rubielos de Mora tuvo gran importancia en la Edad Media, especialmente tras resistir ataques enemigos. En 1366 recibió el título de villa, lo que permitió construir murallas y celebrar una feria que duraba hasta 20 días. Durante los siglos XVI y XVII vivió su época de mayor esplendor, atrayendo a nobles y familias poderosas que levantaron palacetes, conventos y grandes casas. Por eso se llegó a conocer como la “Corte de la Sierra”.

Ya en los siglos XIX y XX, la villa continuó creciendo, pero sin perder su carácter. Muchas casas señoriales se conservaron con cariño, y hoy, aunque no pueden visitarse por dentro, sus fachadas siguen estableciendo las calles. Gracias a ese esfuerzo por mantener su esencia, Rubielos fue declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1980 y ha recibido importantes premios, como el Europa Nostra en 1983. Desde 2013 forma parte de la red de los Pueblos más Bonitos de España.

Un paseo por el patrimonio

Rubielos de Mora

Rubielos de Mora es un verdadero museo al aire libre y recorrer sus calles es encontrar, a cada paso, muestras de un pasado cuidado con esmero. El recorrido puede comenzar en el Ayuntamiento, una joya del Renacimiento aragonés con su lonja abierta, que impresiona por su solidez y elegancia. Desde allí, se despliegan calles salpicadas de casas solariegas, muchas con escudos nobiliarios, aleros tallados y detalles en forja que reflejan la riqueza de sus antiguos propietarios.

Uno de los puntos más destacados es la Excolegiata de Santa María la Mayor, del siglo XVII, cuyo interior alberga un magnífico retablo gótico de gran valor artístico. No muy lejos se encuentran los antiguos conventos de las Agustinas y el Carmen, este último convertido en el Museo de José Gonzalvo, escultor y pintor nacido en la villa. Otro artista local, Salvador Victoria, también tiene su espacio expositivo en el antiguo Hospital de Gracia, reconvertido en museo contemporáneo.

Para los viajeros interesados en la historia natural, Rubielos ofrece una experiencia única en la Región Ambarina, subsede de Territorio Dinópolis. Allí se muestra cómo la resina atrapó insectos hace millones de años, en un entorno fosilizado de conservación excepcional. Y para los que buscan simplemente disfrutar del entorno urbano, no faltan los detalles: los portales de San Antonio y del Carmen, que aún custodian la entrada a la villa, los puentes antiguos, las escuelas modernistas o las ermitas diseminadas por la localidad, que aportan serenidad y autenticidad al conjunto.

Además de sus monumentos más conocidos, Rubielos de Mora esconde joyas menos visitadas que enriquecen su ya valioso patrimonio. El Arco del Calvario y el Puente del Milagro ofrecen ejemplos de arquitectura popular cargada de simbolismo religioso e histórico. Calles como Las Parras o Esteban Bordás conservan casas hidalgas y antiguos edificios escolares que reflejan la vida cotidiana del pasado.

Rubielos de Mora no solo conserva edificios de valor, sino que ofrece una experiencia completa donde arte, historia y paisaje se entrelazan. Cada rincón es una invitación a detenerse, mirar y dejarse llevar por el ritmo lento de este pueblo que ha sabido conservar su alma intacta.

El legado del ámbar

Región Ambarina

En las afueras de Rubielos de Mora, a pocos kilómetros del centro histórico, se encuentra la sede de la Región Ambarina, parte del complejo Territorio Dinópolis. Este centro temático se erige sobre un antiguo lago fosilizado de excepcional conservación, conocido como Konservat-Lagerstätten, que alberga restos de fauna y flora que vivieron hace más de 100 millones de años.

La exposición se centra en la paleobotánica y la entomología, presentando ejemplares originales y réplicas de insectos, plantas y pequeños vertebrados atrapados en resina fosilizada, conocida como ámbar rojo. Además, se muestra el proceso científico que los paleontólogos siguen para analizar y clasificar estos fósiles, ofreciendo una visión educativa y accesible para todos los públicos.

La Región Ambarina es una parada obligatoria para los amantes de la paleontología y una excelente opción para visitar en familia. Su enfoque didáctico y sus exposiciones interactivas hacen de este centro una experiencia única en la provincia de Teruel.

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