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Un universo de color llamado Valparaíso

Valparaíso pintado en las paredes de Valparaíso.

Roberto Ruiz

Valparaíso marca a todos sus visitantes, para bien o para mal, o se ama o se odia, pero nadie queda indiferente. Algunos se enganchan a su ritmo caótico y otros no quieren volver a ver la suciedad de sus calles, pero de un modo u otro, “Valpo”, como lo llaman los chilenos, siempre deja una huella.

Valparaíso se levanta frente al mar, en la bahía que lleva su mismo nombre, y ha crecido de tal manera sobre un total de 45 cerros que sus casas parecen un teatro desde donde observar la ida y venida de sus barcos.

A cosa de hora y media en autobús desde Santiago de Chile, Valparaíso es hoy en día el resurgir bohemio y alternativo de una ciudad decadente que vivió años de gran esplendor. Su puerto fue el más importante del Pacífico latinoamericano cuando la fiebre del oro de California se conectaba por barco con Europa, hasta que su ajetreo y su riqueza se truncaron con la construcción del canal de Panamá.

Para conocer sus contrastes hay que pasearlo, subir y bajar sus calles, sus escaleras y sus ascensores. Maravillarse con el arte urbano de sus fachadas, dejarse impresionar por sus colores y la belleza de sus grafitis, pero siempre sin perder de vista el suelo para no pisar una de las “trampas” que dejan sus numerosos perros callejeros.

De un modo u otro, a Valparaíso hay que darle una oportunidad. Quién sabe, igual seamos unos de sus enamorados al descubrir algunos de los siguientes planes.

La personalidad de La Sebastiana, la casa de Pablo Neruda

De las casas de Pablo Neruda recuperadas y abiertas al público la de Valparaíso fue su lugar preferido para el retiro. Ubicada sobre el cerro Florida, La Sebastiana goza de unas vistas privilegiadas de la bahía, con grandes ventanas y claraboyas que miran al mar.

Es una de las visitas imprescindibles en Valparaíso y es perfecta para conocer al poeta chileno. Una casa disparatada, con varios niveles y terrazas, con una decoración excéntrica y única. Fue nombrada monumento nacional de Chile y puede ser visitada como museo gracias a la Fundación Pablo Neruda.

El subibaja de sus ascensores

Valparaíso es una ciudad de desniveles y subir y bajar de sus cerros toma bastante tiempo si se hace a pie, por eso estuvo plagada de ascensores funiculares. Sin embargo, de los treinta que hubo en su día sólo quedan dieciséis y menos de diez están en funcionamiento. Eso sí, todos ellos son considerados monumentos históricos nacionales.

No hay visita completa a Valparaíso si no se utiliza alguno de sus ascensores. El ascensor Reina Victoria de 1903 sube al cerro Alegre, al igual que el ascensor El Peral, de 1901. El Concepción que sube a su cerro homónimo fue inaugurado en 1883 y es el más antiguo de todo Valpo. El ascensor Polanco, de 1916 y que sube al cerro del mismo nombre lo hace de manera vertical, mientras que todos los anteriores son funiculares.

Perderse por cerro Alegre y cerro Concepción

Son dos de los cerros más coloridos de la ciudad y nadie debería pasar por Valparaíso sin visitarlos. Están prácticamente unidos y sus empinadas calles son auténticos museos de arte al aire libre, por lo que es raro no cruzarse con turistas constantemente.

Algunos de los mejores grafitis de Valpo los encontraremos aquí. El arte callejero comenzó poco a poco, los primeros dibujos eran borrados pero sus autores los volvían a dibujar, y así, con el tiempo y con la calidad de las obras, los vecinos no sólo han llegado al punto de ceder sus paredes para que hagan de lienzos sino que incluso los mejores artistas son pagados para decorarlas con su imaginación. Y es que ahora, una ciudad que era triste y gris, derrocha hoy alegría a todo color.

Desde aquí, desde el cerro Concepción, se tienen además algunas de las mejores vistas de Valparaíso, por lo que hay que reservar un buen rato para disfrutar con calma del mirador Atkinson y recorrer sin prisa el paseo Gervasoni. Algunos de los mejores restaurantes de la ciudad también se encuentran aquí.

Cobijarse en el Museo Marítimo o en el de Historia Natural

Valparaíso y sus colores relucen con el brillo del sol pero pierde gran parte de su encanto cuando se nubla y empieza a llover. Si esto sucede hay dos planes interesantes e infalibles: el Museo Marítimo Nacional y el Museo de Historia Natural de Valparaíso.

El primero fue fundado en 1910 y difunde el patrimonio marítimo de Chile, que no es poco precisamente. Armamento, instrumentos de navegación náutica, vestuario, herramientas, numismática… Su colección ofrece un poco de todo en la antigua escuela naval de Valparaíso, en el cerro Artillería.

El segundo, por su lado, se ubica en pleno centro de la ciudad y data de 1878. A pesar de su antigüedad ha sabido adaptarse y hoy día ofrece exposiciones didácticas para conocer la naturaleza a través de las tecnologías más modernas, por lo que es un plan perfecto para disfrutar con los más pequeños.

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