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40 años de Constitución con ultraderecha incorporada

Santiago Abascal, Pablo Casado y Albert Rivera

Rosa María Artal

España celebra los 40 años de su Constitución -tras una dictadura de otros 40- sentando a la ultraderecha en las instituciones. Pocas imágenes más gráficas. Más rotunda, si le añadimos otra marcadamente grotesca: la pugna por el Gobierno de Andalucía puede dar la presidencia al candidato que pidió el voto a una vaca. Como Calígula y su caballo Incitatus en el antiguo Imperio Romano, marca el descarnado rostro de la decadencia. Incluso del desvarío. Bovino, en nuestro caso. De cualquier forma quién accederá al puesto e incluso si hay nuevas elecciones por falta de acuerdo, está por ver.

Los fastos de este 6 de diciembre, envaradas poses, rígidos cuerpos erguidos al límite de la verticalidad, marcan otro símbolo del régimen que se alumbró en el 78. Aquella vía de escape a una larga experiencia traumática que hace tiempo se desintegra en cascada. Por una razón esencial: el franquismo impune, el fascismo, ha seguido pudriendo las raíces de esta sociedad. Y, aunque le inyecten oxígeno y silencios, precisa inaplazables reformas.

De poco ha servido alertar hasta desgañitarse ante los evidentes signos que anticipaba la catástrofe. De algo, algunas cosas cambiaron. Por eso, en la hora de la verdad, hay que seguir señalando las fallas por las que el fascismo cuela su ponzoña. Sobre todo a esa población de número, inerme, de la que se sirve.

El lavado de la ultraderecha es una de las principales amenazas. Políticos y periodistas lo hacen. En los medios o en las redes desde su think tank a sueldo, fácilmente rastreable. Desde la misma noche electoral le llamaron centroderecha. Evitan el nombre que responde a su definición auténtica. Sitúan al fascismo al mismo nivel del conglomerado que se han inventado como izquierda. El periodista José Antonio Zarzalejos –lo citó como ejemplo de otros muchos- escribe: “Si es aceptable recibir el voto del 'abertzalismo', del independentismo y del populismo izquierdista, ¿por qué no habría de serlo también que la extrema derecha concurriese al festín político nacional?”. Ningún demócrata se haría esa pregunta en Europa. Con mínimas excepciones, ningún demócrata en Europa se plantea pactar con la ultraderecha. Desde Alemania a Suecia. Les hacen un cordón sanitario aunque pierdan el gobierno. Es imprescindible insistir. Lean a Andrés Gil. Por si alguna duda quedará la felicitación más efusiva es de un ex líder del Ku Klux Klan “La Reconquista empieza en Andalucía”, dice.

En España no se inmutan. Reforzando la táctica, la derecha extiende la idea de que el ideario de Vox es equiparable al de Podemos en la izquierda. Pablo Casado no deja de repetirlo. El líder del PP no ve ningún problema en Vox y sí en Podemos. Lógico porque nacen de su costilla. Se atrevió a decir que Podemos ha defendido la historia criminal etarra. En el Telediario de RTVE lo metieron tal cual, sin contraponer ninguna réplica. Veamos, son todo lo contrario. Exactamente, todo lo contrario.

Vox plantea un rechazo frontal al feminismo. Quiere derogar la Ley de Violencia de género, suprimir “organismos feministas radicales subvencionados” y otra serie de reivindicaciones de las mujeres. Sus líderes andaluces han dicho hasta que las escuelas adoctrinan a los niños para ser gays. Francisco Serrano, el juez expulsado por prevaricación, habla así de las mujeres:

Machistas, racistas, homófobos, decididos a acabar con la Ley de Memoria Histórica, suprimir las autonomías, volver poco menos que al pleistoceno ideológico. Un programa represivo, de ultraderecha nata, al que se han suscrito casi 400.000 andaluces. Los bienpensantes varios quieren hacernos creer, por cierto, que votar fascista no tizna de fascismo. Lavado del lenguaje. Que comparte en buena medida la marca madre de Vox, el PP, con esas altas dosis de paternalismo insultante que despliega. Por si había dudas, Maroto dice: “Lo mejor que le puede pasar a un latinoamericano en España es que su hija se case con un español”. No dejan de abochornarnos fuera.

La otra gran pata de apoyo culpa al independentismo catalán de que en Andalucía hayan dado 12 escaños a la ultraderecha. Preclaras cabezas, con prestigio algunas, difunden la idea que contenta a los ejércitos del “a por ellos”, a los que tanto alimentaron. No había que despertar a la bestia. Lleva ahí metida un siglo como poco. Hay que mimarla para que no se ofenda. Eso sí, a la mínima te monta un golpe de Estado. De los de verdad. Con guerra, represión y muertos. Ese canto al Viva las caenas de la España atascada y servil es trágico.

Se trata de manipular el lenguaje como anticipó George Orwell en su libro ´1984´. En el caso de los nacionalismos catalán y español o cuando se analizan nuestras más terribles lacras. Ejércitos disciplinados juegan a otra sibilina táctica. Confunden explicar y justificar y explicar con culpabilizar. Hemos llegado a los niveles de comprensión intelectual de un geranio que, según dicen, escuchan voces de aliento mientras se les riega. Básicamente esta confusión es malintencionada, pero hay gente que se lo cree.

Errores muchos. La abstención de un 41,3%. Los 36 años de clientelismo PSOE. La disuasión del espíritu crítico, con programas en Canal sur como aquel deleznable canto de un repelente niño al señorito de la Casa de Alba, conde de Salvatierra. Quien ve eso, se traga lo de Vox y sus acólitos con un vaso de manzanilla. Lo explica mejor que mil tratados.

El PSOE tiene que definirse y limpiar sus susanismos varios diseminados por los reinados de taifas y por altas alturas de su partido. Unidos Podemos, hacer no solo autocrítica, sino cambios fundamentales. La ciudadanía debe exigirse una buena información y estar avisada.

“Os exprimiremos hasta la saciedad y luego os llenaremos con nuestra propia esencia”, escribía precisamente George Orwell en 1984. Lo han aplicado con pericia extrema.

La frustración no se combate con fascismo. Las soluciones no llegan de los programas y medios manipulados. El lobo gris bajo la cama no se va por cerrar los ojos. La ultraderecha en las instituciones es una tragedia. Sin paliativos. Hay que abordar con valentía, por supervivencia, el remedio.

Sí se puede. “Cuando creas en conciencia que tienes que hacer algo, hazlo. No pidas permiso porque no te lo darían”. Se lo dijo a Federico Mayor Zaragoza su padre. Es decir, saca a Franco de su mausoleo sin más. Formula leyes que impidan el fascismo. Deroga de una vez en la legislación las mordazas autoritarias del PP. Cierra, insisto, los grifos que surten de vida y munición al fascismo. No hay más tiempo.

Ahora bien, aquí estamos nosotras, las mujeres. Si creen que van a volver a meternos en su misógino baúl, van listos. ¿No se han enterado? Qué cerrazón. Somos miles, millones, y no lo vamos a consentir.

Nosotras, las mujeres, vamos delante si quieren. “Putas, brujas, bolleras y piojosas” como dice el imbécil Serrano, o con sombrero y zapatos de tacón. Anímense que esta vez el fascismo ha dado en hueso.

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