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La tesis de Pedro Sánchez

Pedro Sánchez

Javier Pérez Royo

Las tesis doctorales, como los trabajos de investigación en general, tienen no pocos, sino muy pocos lectores. En España y en todos los países del mundo. Hay cuatro escalones en lo que al conocimiento de las tesis doctorales y trabajos de investigación se refiere.

En un primer escalón están los que la “leen” en profundidad, porque suelen estar trabajando sobre el mismo tema y su estudio le resulta imprescindible. Son los que suelen entrar en un diálogo crítico con el autor de la investigación. Son poquísimos. Lo normal es que se cuenten con los dedos de una mano o, a lo sumo, de las dos. En el segundo escalón están los que la “consultan”, porque el contenido de la tesis es más o menos relevante para la investigación que ellos está haciendo. Pueden ser varias decenas. En el tercer escalón están los que la “citan”, independientemente de que la hayan leído o consultado con mayor o menor detenimiento o, incluso, sin hacer ni una cosa ni la otra. Son muchos más. En el cuarto escalón están los que “tienen noticia” de su existencia, que son muchísimos más.

La distribución de quienes tienen conocimiento de la tesis en los cuatro escalones se produce, por lo general, de manera espontánea, sin planificación de ningún tipo. Es algo que lleva ocurriendo desde que los programas de doctorado echaron raíces en las Universidades y que continuará ocurriendo por tiempo indefinido.

Dicha distribución va a saltar, si no ha saltado ya por los aires con la tesis de Pedro Sánchez. El clima de sospecha que se ha generado como consecuencia de las irregularidades detectadas en los másteres de la Universidad Rey Juan Carlos y el hecho de que la tesis del presidente del Gobierno no se haya publicado e incluso se haya dificultado el acceso a la misma, va a conducir a que el número de “lectores” se dispare.

Tal como está el patio, la lectura de la tesis de Pedro Sánchez no va a ser una lectura, sino lo que en las oposiciones a cátedra anteriores a la Ley de Reforma Universitaria, es decir, anteriores a 1983, se denominaba “la trinca”, un ejercicio en el que cada uno de los opositores podía dedicar su intervención a destruir la obra científica de cada uno de sus adversarios, que obviamente, no solo podían defenderse, sino también contraatacar. La “trinca” podía ser un ejercicio feroz y no era infrecuente que lo fuera.

Esto es lo que va a ocurrir con la tesis de Pedro Sánchez. Lo que ya ha empezado a ocurrir. E irá a más. El presidente del Gobierno no puede esperar un mínimo de objetividad en el análisis de su obra, sino todo lo contrario. Y todo ello acompañado de una estrategia de difusión de manera distorsionada del contenido de la tesis. Los límites implícitos que operaban en la “trinca” universitaria, no se van a respetar en la “trinca” política que ya está en marcha, pero que no ha hecho más que empezar.

Me imagino que en el interior de La Moncloa habrán caído del error que ha sido no haber publicado en su momento la tesis y todavía más no haberla hecho pública en estos días. La dificultad para acceder a la tesis se convierte en un incentivo para llegar a ella. Y eso no solamente no hay forma de pararlo, sino que pone al presidente a la defensiva.

Y además, erosiona la imagen del presidente y aumenta la desconfianza hacia el valor de su palabra. Esto es lo potencialmente más peligroso en este asunto. No es la opinión que pueda formarse la comunidad académica, sino la incidencia que pueda tener la “trinca” en la opinión pública, que es ante la que Pedro Sánchez necesita tener credibilidad para hacer avanzar su programa.

Sería de suma importancia que el presidente no solo no se enrocara, sino que permitiera el acceso a la tesis y diera todas las explicaciones que considere pertinentes acerca del cómo y del por qué de su elaboración. Él tiene que confiar en la sociedad española, si quiere que la sociedad española confíe en él. Hay una parte de la sociedad española de la que Pedro Sánchez no puede esperar nada. Pero hay una mayoría que sí está dispuesta a oírlo. A toda la sociedad, pero especialmente a esa mayoría es a la que tiene que dirigirse.

Cuanto más pronto lo haga, mejor.

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