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El ERE que se quedó al otro lado de las cámaras

Andreu Escrivà

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El ERE de RTVV (bueno: los EREs) ha tenido una amplia repercusión mediática, como no podía ser de otra forma. Cerrar una televisión y radio públicas es un acontecimiento informativo de tal magnitud (y una salvajada antidemocrática) que fagocita cualquier otra noticia, incluso si es prima hermana. No ya sólo por lo que se cuenta desde fuera, sino porque se puede contar desde dentro. La imagen, peripatética, de los intentos por cortar de la forma que fuese la emisión de Canal 9 en sus últimos estertores lo constata: quizás nunca tanta gente había sintonizado la señal en su televisor como para ver cómo se ajusticiaba al enfermo terminal, cómo se desfogaban sus inminentes ex-trabajadores.

Pero volvamos al tema: había, y hay, una noticia hermana, un ERE gemelo que, además, afecta también a la totalidad del territorio valenciano. ¿Adivinan cuál es? No es otro que el ERE de Vaersa, la empresa pública que se encarga de los trabajos medioambientales de la Generalitat. Compartía con RTVV una hipertrofia asimétrica: directivos y enchufados sin un papel claro frente a la gran masa de trabajadores dignos, currantes y que se habían ganado meritoriamente su puesto de trabajo.

Hubo purgas, silenciamiento de irregularidades y olvido sistemático del fin último para el que se constituyó el ente, o la empresa. El ERE, además, también fue tumbado por los tribunales, pero a diferencia del de RTVV se recurrió: el Consell -y Alberto Fabra- sí se podían permitir meses de tránsito judicial hasta una resolución definitiva. ¿Por qué? Porque los trabajadores de Vaersa nunca tuvieron un micro o una cámara para explicar su situación. Porque no habría unas últimas horas de share salvaje para contar la verdad, ni mucho menos un año entero (peligrosamente cercano a las elecciones autonómicas) con una radiotelevisión pública a la contra. Porque la estrategia de degradación de servicio público con los espacios naturales les ha salido aún más redonda que con el espacio radioeléctrico. Tras décadas de inacción en el medio natural, han pensado que poca diferencia habrá entre el antes y el ahora. Y ahí también se han equivocado: ahora hay multitud de centros de visitantes que se ven obligados a cerrar en los días de máxima afluencia, parques con decenas de miles de visitantes anuales que sólo cuentan con un técnico. O está en el centro, o guiando, o en su casa, pero dos cosas a la vez ya les aseguro yo que no. Han conseguido destrozar aún más la red de seguridad de un medio ambiente que lleva soportando sus zarpazos demasiado tiempo.

El ERE de RTVV pone en riesgo un inmenso y valiosísimo patrimonio cultural que nos ha costado mucho edificar, y que ha sido el cemento que nos ha permitido avanzar por la senda de la identidad compartida. El ERE de Vaersa, cuya legalidad se dilucidará, parece ser, el 14 de mayo, hace peligrar nuestros espacios naturales. Con la vigilancia, las actividades didácticas y los trabajos sobre el terreno bajo mínimos, el mensaje del Consell es que le importa un carajo lo que pase en nuestras montañas, en nuestra costa, en nuestro ríos y marjales. Pero ellos están tranquilos, eso sí: ninguna televisión lo retransmitirá en horario de máxima audiencia.

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