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La izquierda y la agenda política catalana

Berta Barbet

A raíz del artículo de Pau Mari-Klose y Franciso Javier Moreno Fuentes se ha debatido mucho sobre la naturaleza de los apoyos al proceso de independencia en Cataluña. Un debate que, a mi entender, ha estado desenfocado. Y es que a pesar de que es cierto que el apoyo es ligeramente más alto entre las clases altas que entre las bajas, el conflicto no deja de ser bastante transversal. El análisis debería centrarse en el apoyo general de las distintas posiciones en el eje nacionalista de los distintos grupos.

Para evitar caer en la estigmatización de las clases, para este post voy a cambiar la variable “clase social” por la de “posición ideológica”. Compararemos el apoyo a la independencia entre aquellos que se consideran más de izquierdas, aquellos que se sitúan en el centro, y aquellos que se consideran más de derechas utilizando el estudio pre-electoral del CIS de las últimas elecciones catalanas (2012). Es importante comentar que el redactado de la pregunta por el CIS es un poco confuso al no preguntar sobre el modelo de preferencia de relación de Cataluña con España, sino el modelo preferido de estado español. No obstante nos sirve para mostrar que, a pesar de que la distribución de preferencias entre los tres grupos no es ni mucho menos igual, lo cierto es que ninguno de los grupos es homogéneo.

A pesar de que existe la tendencia a considerarse más de izquierdas entre los partidarios de la independencia que entre los del Estado único, todos los grupos se encuentran bastante divididos en cuanto a su posicionamiento en el debate nacional.

¿Por qué son importantes estas divisiones en el electorado? Porque como muestra la siguiente tabla estas divisiones consiguen que la existente mayoría de la izquierda (51,4%) se divida en dos grupos, de los cuales ninguno es suficientemente numeroso como para conseguir una mayoría sólida. De modo que, para ganar elecciones y/o gobernar, la izquierda debe crear alianzas con otros grupos.

Resumiendo, el conflicto nacional en Cataluña no sigue las tradicionales divisiones políticas, sino que las cruza. Y esto es lo que complica enormemente el trabajo de la izquierda y de la clase obrera en este conflicto. Es decir, si el conflicto fuera, como defendían Pau y Francisco, un conflicto de clase, los partidos tradicionales de la izquierda tendrían un escenario muy fácil. Se posicionarían en contra de todo el proceso y simplemente añadirían un nuevo tema a su tradicional confrontación económica con los partidos tradicionales de la derecha.

El problema está en que esto no es así, y que tanto la izquierda como la derecha están divididas en este tema. Esto hace de la independencia una gran herramienta para hacer lo que Riker llamó un movimiento heresthetico. Es decir, romper una mayoría social existente con la que no puedes competir a través de la introducción de un nuevo tema que la divide. Su ejemplo paradigmático es Lincoln acabando con la supremacía del partido demócrata dividiéndolo entre partidarios y contrarios de acabar con la esclavitud. En este caso sería la división de las clases bajas y la izquierda entre favorables y contrarios al proceso de independencia, que limita enormemente el poder que tiene la izquierda para imponer su mayoría.

Como las alianzas en el eje nacional son distintas a las que había en el eje social o económico, si uno de los dos ejes se impone las alianzas del otro se rompen. De modo que, si el conflicto nacional se impone en la agenda, la alianza de izquierdas pierde su poder para imponer sus políticas y agendas (por ejemplo contra los recortes), ya que no solo se divide sino que además se debe asociar con el centro o la derecha.

¿Ha supuesto el eje nacional un problema para la izquierda a la hora de imponer su agenda? Sinceramente, sin tener acceso a ninguna base de datos sobre preguntas en el parlamento o intervenciones en los medios de comunicación es imposible saberlo. Sin embargo, existen indicios de que el conflicto nacional ha reducido considerablemente el poder de la izquierda para evitar los recortes sociales.

Un ejemplo podría ser la coalición de gobierno del Parlamento catalán en la cual ERC, un partido de izquierdas, ha ayudado a Mas a formar un Gobierno en lugar de formar coalición con otros partidos de izquierda. Evidentemente, esto no solo ha ocurrido para la izquierda. También los líderes de Convergencia, al no poder pactar con el PP debido a su división en el tema nacional, han perdido también cierto poder de imponer su agenda (han tenido que subir impuestos por ejemplo, etc.). No obstante, como hemos visto antes, la mayoría social está a la izquierda y por tanto es de suponer que el suyo es un programa que seguramente no hubieran podido aplicar.

Pero no sólo en las coaliciones de partidos se nota el problema de alianzas cruzadas, también entre los votantes existe cierto efecto. Al fin y al cabo, no es casualidad que Cataluña, una comunidad que supuestamente se sitúa a la izquierda del eje ideológico, haya estado gobernada por un partido de centroderecha gran parte de su historia democrática reciente. Como muestran los datos del último barómetro del CEO en las últimas elecciones, y a pesar delos recortes, CiU consiguió captar hasta un 13,40% de los votantes de izquierda y un 31,30% de los de centro-izquierda. En cierto modo fue capaz de dividir el poder electoral de los partidos más claramente de izquierdas.

Más de la mitad de los votantes encuestados por el CEO votaron basándose en sus posicionamientos nacionales, no los económicos. Una parte de los votantes de izquierda optaron por anteponer sus preferencias nacionales a las económico-sociales, y por tanto votaron por CiU a pesar de sus posibles desacuerdos en el terreno económico.

En un contexto como el actual, con preferencias cruzadas entre los dos ejes, el llamado conflicto sobre los conflictos o el poder de agenda, se vuelve si cabe más importante. Las mayorías que se formen dependen de forma clarísima del tema que se antepone a la hora de votar. Las políticas que salgan del parlamento están ligadas claramente al tema que consigue ganar mayor relevancia. Independientemente de hasta qué punto los dos temas son complementarios a nivel ideológico, lo que parece claro es que en el panorama actual no lo son a nivel demográfico. Y que la búsqueda de unos objetivos limita de forma notable los recursos que se pueden dedicar a los otros.

Para terminar una nota final para evitar malentendidos. Más allá de las opiniones personales que podamos tener cada uno, no creo que haya ningún motivo para creer que el conflicto nacional es menos importante que el económico. No quiero dar a entender en ningún momento que un tipo de alianzas sean mejores o peores que las otras. Los movimientos herestheticos no son malos per se. Mi intención no es más que plasmar una realidad que es la de que los dos conflictos son, hoy por hoy, más contrarios que complementarios.

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