Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
En primera persona

Los embarazos no siempre se consiguen a la primera: así gestionamos mi pareja y yo los diez meses de espera

Una mujer embarazada.

Berta Barbet

0

El día que descubrí que estaba embarazada, le mandé una foto del test a mi marido, que estaba a punto de entrar en una reunión. Me llamó, lo celebramos entre lágrimas al teléfono y en cuanto colgué me entró una especie de pánico que me llevó a buscar en Google si te podía salir un falso positivo en un test de embarazo (spoiler: no es nada fácil, básicamente lo que puede ocurrir es que tengas un embarazo real pero que no progresa). El miedo repentino seguramente tiene algo que ver con mis tendencias al pesimismo, pero hay una explicación detrás de mi comportamiento: llevábamos diez meses intentando quedarnos embarazados y era incapaz de ver que hubiéramos hecho nada nuevo ese mes que explicara el cambio en nuestra suerte. De hecho, me había hecho el test sólo para poder anticipar si me iba a venir la regla, en vez de pasarme un fin de semana imaginando síntomas.

Si habéis tenidos problemas para concebir, o estáis particularmente informados sobre temas reproductivos, seguramente sabréis que diez meses intentando quedarse embarazados es absolutamente normal. Hasta que llevas un año intentándolo, ningún profesional de salud se plantea siquiera hacerte ninguna prueba para ver si hay problemas. –Quedarse embarazado es menos fácil de lo que nos han contado– te intentan calmar. –La ventana es muy pequeña y las posibilidades de que el óvulo se implemente más bajas de lo que nos han hecho creer– siguen.

Sin embargo, y aunque te creas la teoría, la mayoría de las voces de nuestro entorno parecen quedarse embarazados tan rápido como quieren. Es más, la gente explica constantemente que pensaban que tardarían mucho y que al primer mes ya había test positivo. Nadie parece llevar meses pensando que quizá ese mes sí que les va a cambiar la vida. Nadie se ha pasado un año de frustrante incertidumbre. Y esto provoca la sensación de que sois los únicos que estáis batallando en el proceso, una sensación que se une con los miedos de que no sea un problema de paciencia sino fisiológico, generando una bomba emocional compleja de gestionar.

Te preguntas si no deberías haber estado haciendo ejercicio, si no comes bien, si tu pareja o tú sois infértiles. Si el dolor de barriga que tuviste el otro día es indicativo de que algo mal. Te preguntas si puedes planificar un viaje largo este verano, o si no vas a poder viajar. Si la imagen que tenías del tipo de madre que serías se va a quedar por siempre en el imaginario y nunca ser testada. Pruebas todo tipo de teorías sobre la periodicidad de las relaciones, el tipo de comida o el tipo de ejercicios, ninguna de las cuales tiene más efecto que distraerte de tus miedos. Todo un extraño silencio que te impones no sabes por qué motivo. Hablando como mucho con tu pareja, quien tiende a tener tus mismos miedos. Sin voces externas que den perspectiva.

Desconozco los motivos por los que la gente se esconde tanto cuando tiene problemas de reproducción (pasa también con los abortos, o la infertilidad), pero sospecho que tienen que ver con un discurso público que nos ha acabado convenciendo, ni que sea implícitamente, de que lo que nos ocurre es privado y compartirlo una vergüenza que solo incomodará al entorno. Un discurso que nos hace creer que a nadie le importa ni comprende nuestros miedos. Un discurso que inconscientemente genera cierta vergüenza o sensación de fracaso por lo que nos está pasando, y  nos hace caer en el mismo silencio del que estamos siendo víctimas.

Y es que, si lo rompiéramos seguramente descubriríamos que muchas personas de nuestro entorno han pasado por lo mismo, la mayoría, además, con final feliz. Quizá incluso, generaríamos un discurso que, mínimo, nos quitara la vergüenza del cócktail de emociones. Si tenemos suerte, hasta podemos aprender estrategias que nos ayuden gestionar los miedos gracias.

Por ese motivo, siempre tuve muy claro que yo iba a ser muy transparente con mi proceso. Me parecía importante explicar que a nosotros nos costó diez meses quedarnos embarazados. Y que en esos diez meses tuvimos muchos miedos, pasamos muchas fases distintas y aprendimos varias cosas de mayor o menor utilidad. Por si a alguien le sirven, ahí van mis dos principales lecciones (siempre asumiendo que, como en mi caso, solo es un tema de paciencia, si es otra cosa os pueden servir igual pero quizá os resultan más frívolas).

1. Como os va a decir mucha gente, hay que relajarse y disfrutar del proceso sin darle muchas vueltas a los peores escenarios. Tienen razón. Un par de semanas después de mi positivo me encontré a mi misma pensando en lo idiota que había sido por no haber disfrutado de esas cenas de los dos con vino y sushi o jamón durante confinamiento. Dios, lo que daría por una cena de vino y sushi ahora mismo.

Sin embargo, el consejo de que te relajes es tan útil como el consejo de que te embaraces. Si supieras como se hace, no estarías ni teniendo la conversación. Buscar un hijo no es como comprarse un jersey. Es un cambio drástico en tu vida que no has tomado a la ligera (no deberías) y no saber cuándo, o si, se hará realidad es un miedo difícil de ignorar. Mi consejo aquí es no agobiarse por no estar relajados, no entrar en un bucle en el que parece que sea vuestra culpa y de vuestro estrés el no quedarse embarazado. Las cosas van y vienen, y probablemente que os quedéis embarazados o no tendrá muy poco que ver con nada que podáis anticipar a priori. Lo único que sí va a ser importante es que cuidéis de vuestra salud mental. Tomar decisiones que os permitan vivir el proceso en las mejores condiciones posibles es, probablemente, mi principal consejo.

2. Hablad con gente, sin miedo y sin vergüenza. Yo descubrí que una cosa que nos podía estar perjudicando era mi tendencia a estar baja de vitamina B, porque decidí contarle a mi familia que estábamos buscando y no estaba funcionando. Me daba pánico que sobre reaccionaran porque llevan años queriendo ser abuelos y tíos, pero su reacción fue de absoluta comprensión y cariño. Además, resultó que mi hermana tenía una amiga que le había dicho lo de las vitaminas era un factor importante en la fecundidad.

También aprendí que mi visión de que en mi entorno todo el mundo conseguía tener hijos a la primera era falsa. Empezamos a hablar con amigos de nuestra experiencia y enseguida salieron mil y una rutas y ritmos distintos. Reírnos del proceso, de las batallas y de las decisiones estúpidas que has tomado durante el proceso ayuda a ponerle perspectiva a la situación y a tener fe en los que dicen que, que no haya pasado, ni implica que no vaya a pasar. A la gente le cuesta contar estas cosas de primeras, pero si sacas el tema, acostumbran a estar encantados de compartir su experiencia contigo. Así que habla con la gente, quítale hierro a la situación y participa de un nuevo discurso en el que las futuras mamás y papás puedan saber que esto puede ir más o menos rápido e igualmente ir bien.

Por último, pensad que hay un lado positivo en todo esto. Esas ganas crecientes de tener un retraso van a ser muy útiles cuando llegue el primer trimestre y las hormonas empiecen a desestabilizar absolutamente todas las funciones de tu cuerpo. Saber que lleváis meses deseando que tú estés en un estado tan deplorable ayuda bastante a vivir con ilusión un proceso que no siempre es divertido ni tan mágico como cuentan. El milagro de la vida, no siempre fácil, no siempre rápido y no siempre bien explicado.

Etiquetas
stats