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Este blog corresponde a Alternativas Económicas, una publicación mensual que te explica la información económica desde un punto de vista social.

La cuestión nuclear divide Europa

Central nuclear de Civaux, en el oeste de Francia.

J. P. Velázquez-Gaztelu

Las catástrofes de Chernóbil, en 1986, y Fukushima, 25 años después, no han bastado para disuadir a muchos países de utilizar la energía nuclear para generar electricidad. Según el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), dependiente de la ONU, en noviembre del año pasado había 64 reactores nucleares en construcción en todo el mundo. Los 444 actualmente en operación en 30 países producen el 16% de la electricidad mundial.

Quince de los veintiocho miembros de la Unión Europea tienen centrales nucleares. Bruselas no ha marcado nunca una política única al respecto, por lo que la situación varía mucho de país a país: desde el tradicional entusiasmo francés –en vías de moderación– a la indecisión española, pasando por la renuncia anunciada por Alemania. Así abordan la cuestión las cinco mayores economías de la UE:

Alemania. El 30 mayo de 2011, tan sólo dos meses y medio después del desastre de Fukushima (Japón), el Gobierno alemán decidió apagar todas las centrales nucleares del país antes de 2022, sumándose así a una vieja exigencia de Los Verdes y los socialdemócratas del SPD. La canciller Angela Merkel dio marcha atrás así a la prolongación de la vida útil de las instalaciones nucleares que su Gobierno había aprobado ocho meses antes. Tan sólo el 13,1% de la energía generada en el país fue de origen nuclear en 2016, comparado con el 31,8% de diez años antes. 

España. Estancado durante años, el debate nuclear ha vuelto a la actualidad con la pérdida de la mayoría absoluta del Partido Popular en el Congreso de los Diputados y la decisión de cerrar definitivamente la central de Garoña, la más antigua del país. El parque nuclear español envejece a marchas forzadas. Los siete reactores en funcionamiento en territorio nacional se pusieron en marcha en los años ochenta del siglo pasado, por lo que su fecha de caducidad está cada vez más cerca. No está encima de la mesa la posibilidad de construir nuevas centrales; la cuestión es si se prolonga la vida de las existentes más allá de los cuarenta años para los que fueron diseñadas, como defienden el Gobierno y las empresas del sector, o se procede a su cierre escalonado, como exigen los partidos de la oposición y las organizaciones ecologistas.

Francia es la indiscutible campeona mundial de la energía nuclear y su industria atómica es una de las más potentes del planeta, con empresas públicas gigantes como EDF y Areva. El país vecino genera aproximadamente el 75% de su electricidad en los 58 reactores repartidos por su territorio, que dan empleo a 220.000 personas. La energía nuclear es una apuesta estratégica de Francia tras el fin de la II Guerra Mundial. Junto a Reino Unido, Francia es, además, el único miembro de la Unión Europea con armas nucleares. El nuevo presidente de la República, Emmanuel Macron, ha prometido respetar el objetivo marcado por el anterior Gobierno socialista de reducir el porcentaje de energía nuclear al 50% en el año 2025.

Italia comenzó a generar energía nuclear en los años sesenta del siglo pasado, pero cerró todas sus centrales en 1990. Así lo decidieron los ciudadanos en un referéndum celebrado tras el desastre de Chernóbil (Ucrania). El Gobierno trató de revertir la decisión en 2008 con el argumento de que el cierre de las instalaciones tuvo un coste de 50.000 millones de euros para el contribuyente y llegó a planificar la construcción de 10 reactores nucleares. Tras el accidente de Fukushima, un nuevo referéndum dio carpetazo a la cuestión.

Reino Unido, pionero de la energía nuclear de uso civil, abrió su primera central en el año 1956. Actualmente cuenta con 15 reactores que producen la quinta parte de la electricidad que consume. En 2010, el Gobierno autorizó la construcción de ocho nuevas centrales. Los programas de los principales partidos ante las elecciones del 8 de junio prácticamente soslayaban la cuestión nuclear. Los conservadores hacían mención a la necesidad de recortar los costes energéticos y fomentar la eólica, mientras que los laboristas y los liberal-demócratas mostraban sólo un apoyo discreto a las nucleares.

[Una versión de este artículo ha sido publicada en la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]

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