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¿Qué fue de Zaragoza 2016?

Logotipo de la candidatura de Zaragoza a la Capitalidad Europea de la Cultura 2016.

Óscar Senar Canalís

Zaragoza —

En plena resaca post-Expo, Zaragoza se lanzó a un nuevo reto: conseguir ser la Capital Cultural Europea de 2016. Aunque acarició el sueño, la ciudad española que se llevó el gato al agua fue San Sebastián, que hace unos días celebró el inicio de su capitalidad con la Tamborrada. Cuando en junio de 2011 se supo el resultado de la designación, el alcalde Juan Alberto Belloch llegó a calificar la decisión del jurado como un “disparate”. ¿Qué fue y qué queda de aquella imaginada Zaragoza 2016?

“Nos llegamos a sentir ganadores cuando, en la prueba oral que tuvo lugar tres horas antes del veredicto final, 11 de los 15 miembros del jurado nos dijeron que teníamos el mejor proyecto”, recuerda César Falo, director de la Candidatura Zaragoza 2016, hoy jubilado.

Cuenta Falo que, a pesar de la creencia general (alentada por el primer borrador del proyecto, que contemplaba un plan de equipamientos denominado“16 para 2016”), el dossier con el que Zaragoza finalmente se presentó ante el jurado “no hubiera supuesto una nueva transformación urbanística para la ciudad”. “Tras la Expo 2008 -explica Falo- la ciudad ya estaba suficientemente equipada; lo que se proponía era un modelo de transformación basado en la cultura, en el que la relación con Europa era muy importante”.

Esa decidida apertura a Europa, paradójicamente, se volvió en contra de la apuesta zaragozana. “El resto de candidaturas contemplaba la capitalidad como una oportunidad para mejorar sus ciudades, mientras que Zaragoza miraba sobre todo hacia fuera”, rememora Falo. Algo tras lo que también había una lógica financiera: al realizar proyectos con socios europeos se podía optar con más facilidad a fondos comunitarios. Así, de los más de 60 millones de euros de presupuesto que preveía el proyecto, “un 76 % era susceptible de recibir subvenciones, aunque probablemente solo un 15 % o 20 % hubiera obtenido finalmente esas ayudas”, calcula.

“Sí, había inversión para los espacios -reconoce- pero no para hacer nuevos edificios, sino para dotar a los que ya teníamos de contenido y convertirlos en lugares para la creación, no para exponer cosas muertas”. Cita como ejemplo de lo que se pretendía uno de los proyectos que está a punto de llegar a buen puerto, el de la Harinera, un espacio creativo cuya gestión corre a cargo de un colectivo ciudadano. 

Proceso de participación “real”

El dossier de la candidatura surgió de un proceso de participación, del que fue responsable el hoy consejero de Cultura y Hacienda, Fernando Rivarés. Las propuestas giraron en torno a cinco grandes temas: Memoria y Celebración, la Europa Diversa, Ciudad y Cultura Urbana, Utopías y Vínculo con Latinoamérica. “Fue un proceso real, con reuniones en las que participaron 500 personas de todos los sectores de la ciudad”, subraya Falo, que apunta que “ese esfuerzo no fue en balde, de ahí salió consensuado el Plan Director Zaragoza Cultura 2020”.

“Si ese plan director se ejecutara en su totalidad, Zaragoza sería casi un paraíso para la cultura, porque se haría realidad la utopía que se imaginó para la ciudad”, dice Falo con una sonrisa. Aunque considera que “se ha perdido tiempo”, cree que “cualquiera de los proyectos planteados entonces se puede retomar, y parece que el actual equipo municipal está por la labor”. Por el contrario, “si el plan no se lleva a cabo en un plazo razonable, la gente que participó en su elaboración se decepcionará y habrá una crisis de confianza”.

Entre algunos de esos proyectos había reflexiones heterodoxas sobre la obra de Goya y Buñuel, una sección dedicada al legado de la cultura gitana, una muestra para la visualización de la cultura de los colectivos inmigrantes, un festival de arte creado por personas discapacitadas, actividades para fomentar los vínculos con Latinoamérica... En vista de la situación que hoy se vive en Europa, con la crisis de los refugiados y el repunte de la intolerancia, Falo considera que Zaragoza 2016 “hubiera mostrado que son conflictos que Europa ya ha solucionado a lo largo de su historia a través de la cultura”.

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