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“Las primeras arquitectas sólo eran aceptadas para diseñar mobiliario o textiles”

Lucía C. Pérez-Moreno

Ana Sánchez Borroy

Zaragoza —

En 40 ediciones, el premio Pritzker, considerado el Nobel de la arquitectura, solo se ha concedido una vez a una mujer en solitario; fue a la iraquí Zaha Hadid en 2004. Sin embargo, hoy ya hay más mujeres que hombres matriculadas en la carrera de Arquitectura de la Universidad de Zaragoza. La propia Universidad y el Colegio de Arquitectos organizan un encuentro bajo el título “Perspectivas de género en la arquitectura”, el próximo viernes en la capital aragonesa. La directora científica de la jornada es Lucía C. Pérez-Moreno (Zaragoza, 1979), doctora en Arquitectura.

¿Por qué piensa que la arquitectura ha sido una profesión tan dominada por los hombres?

Es complicado responder a esto; es una cuestión histórica, una herencia. Desde el año 2007, el alumnado de Arquitectura es mayoritariamente femenino, pero en la actualidad la profesión todavía no es paritaria. En España, desde la época del franquismo, la incorporación de la mujer a profesiones liberales ha sido mucho más tardía que a otras profesiones. También tiene que ver con que la arquitectura está ligada a la ingeniería y la construcción, que son ámbitos prioritariamente masculinos.

Entonces, ¿en la arquitectura está costando más la incorporación de la mujer?

Está costando mucho. La arquitectura tiene ámbitos muy diferentes. Si pensamos en la construcción, en edificación, a pie de obra, es un ámbito muy masculino; es muy difícil encontrar una directora de obra mujer y los trabajadores de la construcción también suelen ser principalmente hombres. De hecho, es un ámbito tan masculinizado que es difícil para una mujer relacionarse con el resto. La incorporación ha sido algo más sencilla en el ámbito editorial o en el de la investigación porque son modos de desarrollar la profesión que no son tan dependientes de otras personas.

¿Y en el diseño arquitectónico?

Ahí pasa un poco lo mismo que en la construcción. También deberíamos hablar de la visibilización que tienen las arquitectas en la sociedad, que no tiene por qué ir de la mano con su incorporación real a la profesión. Es decir, una cosa es hablar de la profesión per se, donde sí va habiendo más mujeres, y otra es el reconocimiento que reciben. Por eso, en la jornada proponemos revisiones históricas que intentan analizar la presencia de la mujer en la arquitectura. Por ejemplo, la conferenciante Josenia Hervás y Heras nos hablará de la Bauhaus de Weimar, la escuela de diseño alemana de los años 20 y 30 del siglo XX, donde las mujeres participaban principalmente en talleres de diseño mobiliario, de tapices, de juguetes... pero no estaban tan presentes en el diseño arquitectónico. En ese momento, tanto la arquitectura como el arte y el diseño de objetos formaban parte del mismo sistema educativo y, sin embargo, había diferenciaciones de género: aunque los talleres de arquitectura estaban abiertos al alumnado femenino, la realidad fue que las mujeres lo tenían mucho más difícil para ser aceptadas en estos talleres hasta el punto de que su participación era prácticamente nula, mientras sí participaban en otro tipo de talleres de arte o de diseño de objetos. Se ha entendido que la mujer estaba más vinculada al interior de la vivienda y el hombre, al edificio.

¿Esa división por género en el diseño se ha repetido en otros momentos de la historia?

Las nuevas investigaciones sí van por ese camino, por analizar cómo el rol de la mujer ha sido relegado más bien al mobiliario, al diseño de textiles o cerámica... especialmente en la primera mitad del siglo XX. Además, en cada país, la incorporación de la mujer a los estudios de arquitectura ha tenido unos tiempos distintos. En España, en los años 60, apenas había 40 arquitectas en todo el país. A partir de mediados de los 80, ya empezaron a incorporarse al mundo universitario de manera progresiva, como ocurre en general en todas las carreras. Hoy en día la situación es paritaria, de hecho, ya hay algo más de alumnado femenino que masculino en casi todas las universidades españolas. Más allá del número de mujeres que estudian Arquitectura, la diferencia se nota más en el profesorado, que todavía es mayoritariamente masculino, y en las referencias históricas que se dan al alumnado, que también son mayoritariamente masculinas. Es importante que las alumnas reciban referencias que sugieran que también ellas son capaces de hacer cosas importantes, que pueden llegar a tener una trayectoria profesional relevante.

¿No prestamos la atención que se merecen mujeres arquitectas relevantes históricamente?

No, por supuesto. Muchas investigaciones internacionales y españolas intentan precisamente dar más valor al trabajo realizado por arquitectas importantes. Y, sobre todo, ponerlo en contexto porque muchas veces no se trata solo de hablar de si un edificio ha sido diseñado por un hombre o por una mujer, sino de subrayar lo que le ha costado a esa mujer. De hecho, no creo que haya diferencias entre hombres y mujeres en el diseño de edificios en el sentido de formas o valores distintos. Pienso que somos profesionales y que tanto hombres como mujeres pueden hacer bien su trabajo. Por eso, me parece complicado hablar de “arquitectura de género” en los edificios según si han sido diseñados por un arquitecto o una arquitecta. Sí me parece que hay más diferencias en el ámbito del diseño urbano, porque las mujeres somos más sensibles a cuestiones como la seguridad.

¿Cómo se aplicaría la perspectiva de género al diseño de edificios?

Dependería mucho de la tipología del edificio. No es lo mismo diseñar un edificio de viviendas que un museo. En arquitectura residencial hay muchos estudios, por ejemplo, los de Atxu Amann, que es la comisaria del pabellón de España para la próxima bienal de Venecia. Esa perspectiva de género tiene que ver con analizar cómo han cambiado los roles familiares: en las viviendas más antiguas, la zona de la cocina o de las mujeres que trabajaban como servicio solía estar relegada. O podemos fijarnos en el lugar que tiene la cocina dentro de la casa, que esté separada o esté abierta, si es un espacio importante arquitectónicamente o no, si tiene luz o es oscuro...

¿Cómo sería aplicarla en el diseño de la ciudad?

Aquí tiene que ver con otras cuestiones: con la seguridad, con el ancho de las calles, con los roles familiares, las distancias entre las diferentes dotaciones, que las líneas de autobús estén bien conectadas, que los colegios estén en determinadas zonas para poder conciliar la familia y el trabajo... En la ciudad, aplicar la perspectiva de género es complejo y en este ámbito sí que hay muchas investigaciones () que hablan sobre cómo tiene que funcionar bien una ciudad, analizando la relación entre las zonas de vivienda y las de equipamientos. Zaida Muxí, una de las ponentes del encuentro, es experta en estos asuntos.

¿Se puede aplicar la perspectiva de género a otros ámbitos de la arquitectura?

En el encuentro que hemos organizado, hemos definido cuatro: las revisiones históricas, el planeamiento urbano, las políticas institucionales en el ámbito de la investigación y las experiencias propias de mujeres sobresalientes que han roto techos de cristal. En la jornada, la última perspectiva va a estar representada por Martha Thorne, arquitecta norteamericana que ha desarrollado su trayectoria profesional desde España y que es, desde hace tiempo, la directora ejecutiva de los premios Pritzer, los llamados Nobel de la arquitectura, un cargo muy importante a nivel internacional.

¿En España se atiende suficientemente la arquitectura con perspectiva de género?

Es un tema creciente, pero seguro que no es suficiente, que debería haber más proyectos en este ámbito. Por ejemplo, arquitectas como Inés Sánchez de Madariaga, que es una de las ponentes del encuentro, ha realizado proyectos de investigación de índole histórica, educativa y, también, sobre urbanismo de género. En Galicia hay un grupo de investigación que se llama Maga, que también ha hecho un trabajo de recuperación de arquitectas pioneras en esa comunidad autónoma. Y hay otros, en la Universidad de Barcelona, en Valencia, en Madrid. Además, en el urbanismo ya hay partidas económicas dentro de los diferentes planes urbanos que obligan a incorporar la perspectiva de género, por ejemplo, en el País Vasco.

¿Qué más se podría hacer?

Yo creo que para que algo se pueda institucionalizar y normalizar, es fundamental la investigación previa. Por eso, es muy importante financiar proyectos, apoyar iniciativas de transmisión de conocimientos para que tengamos una visión más clara de cómo está la situación y de qué cosas podemos hacer para mejorar todos. También hay que concienciar al género masculino de que esto es importante y que la perspectiva de género debemos incorporarla todos profesionales, mujeres y hombres, para mejorar la vida de todos y conseguir una sociedad más igualitaria.

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