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“El poder de contestación de Internet obliga a los periodistas a ser más justos y contenidos en su cobertura”

John Lee Anderson / ESTHER VARGAS

Oriol Puig

El CCCB dedica la nueva edición de Kosmopolis, Fiesta de la Literatura Amplificada, al Periodismo XXI y como mantiene intacta su capacidad para narrar historias en la era de las nuevas tecnologías. El reportero norteamericano Jon Lee Anderson es uno de los invitados.

Cuenta lo que ve, lo que le pasa, transcribe las conversaciones que mantiene. No le importa narrar en primera persona, pero nunca aparece como protagonista. Cuando habla explica todo con la misma minuciosidad con la que refleja en sus artículos los detalles de cualquier historia. No da nada por sobrentendido.

Jon Lee Anderson, que trabaja para la prestigiosa revista norteamericana The New Yorker, ha cubierto guerras y conflictos en casi todos los continentes. Entre sus libros destacan 'Che Guevara. Una vida revolucionaria'; 'El dictador, los demonios y otras crónicas'; 'La caída de Bagdad'; 'La herencia colonial y otras maldiciones'. En los últimos años, su voz se escucha especialmente en todos los países de Latinoamérica, una región que conoce en profundidad.

Anderson es uno de los cronistas más clarividentes de la actualidad. En la siguiente entrevista abordamos la situación del periodismo convencional ante el surgimiento de una especie de periodismo ciudadano que se ampara en las nuevas tecnologías. Reivindica al más noble de los oficios y plantea los nuevos retos existentes.

¿El reportero clásico es una especie en vías de extinción?

Me doy cuenta de que soy uno de los reporteros que ha tenido una carrera en primera persona, no virtual, sino primaria. Aunque deje de ser periodista, seguiré llevando esa vida. No quiero otra forma de ver el mundo. Y no es un juicio de valor. Los jóvenes de hoy tienen algunas ventajas, algunos bagajes que nosotros no tuvimos. Su mayor reto va a ser superar el flujo de la información para adquirir contacto directo con la realidad, un contacto que yo necesité para aprender.

¿El impacto de la nueva tecnología ha influido en la cobertura periodística de los grandes acontecimientos?

La mayor competitividad entre los diversos medios, incluyendo los nuevos, como Internet y los blogs, ha afectado la calidad de la información que llega al público. Yo pienso que sí, que la naturaleza instantánea de las comunicaciones de nuestra época ha tenido un impacto revolucionario en las diferentes coberturas, y en las guerras mismas. Ahora los protagonistas mismos compiten directamente con los medios para impactar a la opinión pública, y muchas veces en tiempo real. El resultado de todo esto es que los medios, los periodistas, se han convertido, mucho más ahora que nunca, en un arma muy importante en los grandes acontecimientos.

¿Este hecho impone desafíos éticos y morales para los periodistas nuevos?

Está muy bien que seamos conscientes de la línea divisoria entre la condición de ser transmisores e intérpretes de las noticias para el gran público y la condición de ser simples actores. Si bien tienen gran capacidad perniciosa, un efecto positivo de los blogs y de la televisión satelital y demás, con todo su poder de contestación y cuestionamento, es que obligan a los periodistas de oficio a ser más justos y contenidos en su cobertura. Si uno quiere seguir compitiendo por la atención pública en esta Torre de Babel mundial en que vivimos tiene que saber que la clave está en la credibilidad.

¿Esto no supone un riesgo enorme para la objetividad de las noticias?

Es uno de los mayores dilemas actuales de los periodistas y todavía no tiene respuesta. En cuanto a mí, la única manera que conozco para tratar de mantener la coherencia en mi cobertura es seguir haciendo lo que siempre he tratado de hacer, que es dar a todos una audiencia justa y llegar a mis juicios y conclusiones basándome en lo que veo, no en lo que me gustaría ver.

¿El periodismo atraviesa una crisis de identidad?

La crisis de una ética profesional del periodismo es una de las raíces de los males endémicos del periodismo. El perjuicio no supone sólo una merma en la credibilidad del periodismo, sino también una dificultad enorme para defender las señas de identidad del informador y sus derechos frente a los presiones de los propios medios. Por eso, repensar el sentido de la ética periodística constituye un modo de fortalecer la identidad de los profesionales. La crisis económica ha destapado una enfermedad que el periodismo sufre desde hace años. La solución está en la financiación de los medios a través de instituciones filantrópicas. Es un riesgo que hay que asumir. Hay que desconfiar de misteriosos oligarcas y rechazar el mecenazgo de una sola persona.

Es habitual preguntar a referentes como usted sobre la crisis de la profesión.

Yo trabajo en el New Yorker, así que no puedo decir que he sufrido la crisis de la profesión. Hoy en día, todo el mundo es más consciente de la situación económica que no antes del 2008, incluyendo el New Yorker. Porque nos damos cuenta que el mundo está cambiante. Yo ahora estoy mucho más presionado porque, además de las crónicas largas que escribo, también tengo cuenta de Twitter, hago un blog, etc.

¿Sugiere crear una marca digital?

Exacto. Al principio era reticente, en cambio, ahora ya lo tengo asumido. Y cómo nadie sabe cómo será el futuro, todo el mundo piensa que es mejor que hacemos como el resto y estemos presentes en el mundo digital.

¿Hacia dónde va el periodismo?

Entrelazado íntimamente con la sociedad, el periodismo está en el medio de sus turbulencias y de sus cambios. Las exigencias entonces son mayores y las demandas sociales más urgentes. Sobre todo porque crece la oferta mediática, aunque se tengan sospechas serias sobre la verdad de su pluralismo y la firmeza de sus convicciones. Pero dos de las más graves conmociones que han sobresaltado, incluso a medios emblemáticos del mundo, son, sin duda, la erosión de la credibilidad y su cercanía con los poderes. La confianza, ese lazo que se crea entre el lector y el periodista, entre medio y la ciudadanía, parece resquebrajarse a punta de agendas interesadas, falta de rigor, compromisos con poderosos y deficiencias en la equidad y los balances.

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