Mientras en España cada vez parece más complicado un Gobierno de coalición, Catalunya se encuentra en pleno reparto de poder entre los dos partidos que lograron, por fin, formar un Ejecutivo. Porque en eso se basan las coaliciones. En el reparto del poder. Junts pel Sí es historia. Ya tuvo su utilidad. Ahora toca lo realmente importante. Las cuotas de poder. Pero hay áreas que rompen los esquemas de las conselleries, o de los ministerios, y que son estratégicos, cruciales. En Catalunya el más importante de estos espacios es el de la televisión y la radio públicas.
Convergència y Esquerra saben que este es el escenario donde se va a dirimir el liderazgo independentista. Cada nombramiento será el resultado de una negociación política, donde el principal valor de los elegidos será la fidelidad. De momento, la presidencia de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals, el ente del que dependen TV3 y Catalunya Ràdio, sigue en las mismas manos, Convergència. Mientras la dirección de Catalunya Ràdio, en compensación, ya está en el ámbito de ERC. Ahora queda pendiente la pieza clave de los equilibrios, la dirección de TV3. Algunos de los nombres que circulan en las quinielas despiertan los peores temores de manipulación y sectarismo. Si se confirman, TV3 puede culminar la espiral de degradación que inició en el 2010, con el primer Gobierno de Artur Mas.
Cuando CiU regresó al poder, empezó una nueva época en TV3. El primer aviso fue el cambio en la ley audiovisual que le permitió al Gobierno de Artur Mas recuperar todo el poder en TV3. ¿Y cuál fue la primera decisión? Destituir a Mònica Terribas, que se había significado por su defensa de la independencia periodística. La segunda decisión del Gobierno, conjuntamente con el PP, fue desactivar el Consell Audiovisual de Catalunya (CAC) al convertirlo en un mero refugio de antiguos cargos políticos. El tercer aviso, y definitivo, fue la pérdida de pluralidad entre las voces que se escuchan en TV3.
Cinco años después, en la rueda de prensa en la que anunció su renuncia a la investidura, Artur Mas lanzó un aviso: “Ahora nos conocerán” (a Convergència). Esta es la gran tentación, utilizar aún más a TV3 en interés propio, sin ‘ningún complejo’, como instrumento político. El nombre del futuro director de TV3 indicará hasta qué punto se desmoronan todas las barreras de pluralidad, ética o periodismo mínimamente independiente en los medios públicos catalanes. Con la paradoja de que esto ocurriría bajo el mandato de un presidente, Carles Puigdemont, que fue periodista y que accedió al cargo con el apoyo de las Candidatures d’Unitat Popular (CUP).
Si se confirman los peores augurios, las primeras víctimas serán los trabajadores de TV3, que acaban de alertar de los riesgos en un comunicado. Pero toda la ciudadanía pagará las consecuencias. TV3 juega un papel decisivo a la hora de construir un marco de convivencia y de valores en la sociedad y es vital para que Catalunya siga siendo una sociedad libre. En TV3 está hoy en juego la cohesión de la sociedad y también el relato que de forma colectiva los catalanes llevan escribiendo desde el inicio de la democracia.
Joaquim Maria Puyal, uno de los grandes referentes de la radio y televisión públicas en Catalunya, en su libro Aicnàlubma, establece una serie de derechos del espectador de la televisión en abierto. “El conjunto de la programación de una cadena de televisión gratuita, tanto da si privada o pública, debe mostrar variedad de opiniones, ópticas e interpretaciones que deben someterse a cualquier explicación de la realidad (…) Debe ser respetuosa, plural, transparente y equilibrada. Debe garantizar el acceso de las diversas realidades a la realidad mediática, favorecer la convivencia entre personas diferentes sin discriminaciones negativas y ayudar a entender la diversidad de los grupos y colectivos como un enriquecimiento social y cultural (…) Debe huir de los intereses de parte y debe brindar al espectador, gracias a las múltiples lecturas y a la variedad de la parrilla, las distintas visiones que la realidad reclama”. Joaquim Maria Puyal escribió estas palabras hace cinco años. Hoy estos principios están en juego. Y los trabajadores de los medios públicos y la sociedad democrática deben hacer todo lo posible para preservarlos.
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