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Sobre este blog

Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

Pacto de Gobierno y restauración del binomio izquierda-derecha

Albert Noguera

España es un modelo de democracia representativa pura donde el instrumento fundamental de participación política son los partidos. Así se desprende del art. 6 de la Constitución. Ello hace que la sociedad española se estructure políticamente en dos espacios autónomos separados por un punto intermedio común a ambos: los partidos políticos.

En el primer espacio es donde tiene lugar la relación entre la sociedad civil (los ciudadanos y/o electores) y el partido. Este es el espacio de la organización popular, de la movilización, de la discusión colectiva de alternativas. Una de las finalidades tradicionales de los partidos de izquierdas ha sido movilizar políticamente a la población. Para ello disponían de organizaciones afines (sindicatos, asociaciones de diverso tipo, etc.) que actuaban como agentes de socialización y acción en el espacio público.

En el segundo espacio es donde tienen lugar las relaciones entre el partido y la sociedad política (los políticos y/o elegidos). Este es el espacio donde tiene lugar la política institucional, los pactos, el reparto proporcional y designación de cargos, etc.

Un análisis de la estrategia discursiva de Podemos durante el último año permite ver la siguiente evolución:

Durante el tiempo que compitieron por obtener representación institucional operando en el primer espacio, el de relación entre sociedad civil y partido, defendieron la necesidad de superar el ya inútil binomio izquierda-derecha, argumentando la desaparición de la fuerza representativa de esta distinción en el marco de la crisis de las ideologías, la insuficiencia de dicha díada para expresar la multiplicidad de intereses existentes en las complejas sociedades post-fordistas, etc.

No obstante, una vez obtenido un número importante de diputados y pasar a operar en el segundo espacio, el de la relación entre partido y sociedad política, Podemos ha restaurado inmediatamente como válido el binomio derecha-izquierda, tomándolo como mandato categórico para rechazar un gobierno de la “derecha” (el PP) y reivindicar un Gobierno con el PSOE al que denominan “de izquierdas”.

Esta evolución discursiva ha significado primero des-poseer a las formas de organización social que operan en el primer espacio de su identidad de izquierdas, para a continuación re-identificar u otorgar al PSOE, que opera en el segundo espacio, la etiqueta de izquierdas. Ello tiene dos consecuencias catastróficas.

Por un lado, desposeer a las formas de organización social de su identidad de izquierda implica romper la continuidad histórica de los movimientos sociales, y sin continuidad histórica no puede haber nunca sujeto colectivo emancipador. Sin pasado no puede haber proyecto de futuro. La Historia, con mayúscula, no son simples hechos casuísticos ocurridos en el pasado, sino la cadena de hazañas y luchas de los pueblos y sus gentes que, por su pertenencia y significado simbólico, contienen valor de sentido y trascienden más allá de sí a lo largo de los tiempos. Todo sujeto histórico y toda lucha social surge a partir de un ejercicio re-constituyente o de retroversión histórica, de reapropiación de la historia como valor, por parte de un sujeto colectivo, con fines identificativos actuales. Ello permite a este sujeto sentirse proveniente y reproductor de sí mismo, heredero, transmisor y actor de una tradición que problematiza con el capitalismo y plantea unas relaciones alternativas. No tiene sentido entender las resistencias del siglo XXI como proyectos aislados, autónomos y sin nexos en el tiempo, sino solo como la continuidad histórica o la evolución de las ideas y formas de organización, revisadas, de las izquierdas del pasado. Quitarle a la gente su pasado es quitarle su futuro.

Y, por otro lado, re-identificar u otorgar al PSOE la etiqueta de izquierdas implica relegitimar el régimen. El PSOE es un partido que, desde hace años, defiende, vota e implementa políticas de derechas (en lo económico y lo “nacional”), pero que lleva a cabo, especialmente en los periodos electorales, una resemantización de su pasado progresista para dar una apariencia de continuidad en su trayectoria que le permita mantener el apoyo electoral de sectores sociales progresistas.

Esta naturaleza bipolar del PSOE, a la derecha en la política cotidiana y a la izquierda en su apariencia electoralista, ha sido y es la pieza clave fundamental sobre la que se sustenta la reproducción y legitimidad del régimen del 78.

Los poderosos saben que dos partidos identificados a la derecha ideológica votando e implementando políticas de derechas dejarían huérfanos a amplios sectores progresistas de la población y se abriría un peligroso espacio político-electoral que podría copar la izquierda transformadora. Sin embargo, la constante adopción de las mismas políticas (de derechas) presentadas como pactos de Estado entre partidos que mantienen una imagen simbólica de pluralismo ideológico y representación de intereses de clase distintos en convivencia, en el interior de un todo común plural y diverso, permite que la reproducción y legitimidad del régimen sea mucho más eficaz y mayoritaria y los espacios político-electorales que les quedan a sus enemigos menos amplios.

En resumen, desposeer a las formas de organización social de su identidad de izquierda y otorgar al PSOE esta etiqueta significa, en el Estado español, eliminar todo el potencial conflictivo y problematizador del binomio derecha-izquierda, y reactivar su significado meramente reproductor y legitimador del régimen del 78, lo que implica un cierre de las posibilidades de ruptura constituyente.

Llegados al mes de diciembre y vistos los resultados electorales, lo más oportuno para poder activar un proceso constituyente hubiera sido a mi entender, por un lado, seguir en lo discursivo con la no posibilidad de definir el PP y el PSOE en términos de derecha e izquierda, sino como “casta” con intereses autónomos y contradictorios con la dignidad de los “de abajo”, lo que hubiera permitido seguir erosionando la legitimidad del régimen. Y, por otro lado, conformar en lo práctico una coordinadora de las personas y los pueblos que integrara la pluralidad de la izquierda social y sindical para iniciar un periodo de tres o cuatro meses de fuerte movilización que favoreciera una explosión de la participación ciudadana capaz de crear el clima idóneo para, desde una amplia confluencia, afrontar unas nuevas elecciones con euforia, fortaleza y posibilidades de éxito.

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