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Jafar Panahi: cómo hacer cine por encima de todo y de todos

Jafar Panahi: cómo hacer cine por encima de todo y de todos

EFE

Madrid —

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El realizador iraní Jafar Panahi es un ejemplo de constancia y de amor al cine. Pese a que las autoridades de su país le prohibieron en 2010 hacer películas, las sigue haciendo, con escasísimos medios y mucha imaginación. La última, “Taxi”, es todo un ejercicio de cómo contarlo todo sin mostrar nada.

Panahi se vistió de taxista y se dedicó a escuchar y grabar las conversaciones de los ocupantes del vehículo -en Teherán la práctica habitual es compartir taxi- antes de trasponer esas historias a un guion que rodó con actores no profesionales.

Uno de ellos fue su sobrina Hana, que fue precisamente la que recogió el Oso de Oro de Berlín que se llevó “Taxi” ante la imposibilidad del cineasta de salir de Irán.

Un recorrido por las calles de Teherán desde una cámara escondida en una caja de pañuelos de papel en el salpicadero del taxi y desde el móvil con el que el cineasta rodó algunos planos.

Con tan pocos elementos y ninguna ayuda en lo referente a iluminación o cualquier otro soporte técnico, Panahi es capaz de construir una historia coherente y consistente en la que todo gira alrededor de la libertad de expresión y en la que quedan clara las disparidades de la sociedad iraní.

Un hombre y una mujer discuten sobre los escasos derechos femeninos; Omid -que se interpreta a sí mismo-, se dedica a vender copias piratas de las numerosas películas prohibidas en Irán; Hanah discute con su tío sobre un proyecto escolar, el de hacer una película que cumpla todas las reglas impuestas para ser 'distribuible', y Panahi se convierte él mismo en la cámara que todo lo observa.

Un filme, que llega mañana a los cines españoles, y con el que de nuevo Panahi se arriesga a ser perseguido en su país ya que en 2010 fue condenado por “conspiración y propaganda contra el Gobierno iraní” a seis años de cárcel y a 20 de inhabilitación profesional, que incluye la prohibición de rodar películas y escribir guiones.

Y aunque ahora se le deja moverse libremente por su país, no se le permite viajar, por lo que sus películas llegan a los festivales internacionales sin que él pueda acompañarlas. Como tampoco pudo formar parte del jurado de Cannes en 2010 ni del de Berlín en 2011.

Pese a todo, en 2011 realizó “Esto no es una película”, en la que contaba desde su casa -entonces estaba en arresto domiciliario- a la cámara de su amigo Mojtaba Mirtahmasb la historia que quería haber realizado y cuyo guion no había sido aprobado.

Dos años después se llevó el Oso de Plata de Berlín al mejor guion por “Pardé”, una película que pudo exhibirse en el festival tras las gestiones del gobierno de Angela Merkel.

Ahora llega “Taxi”, con la que Panahi vuelve a demostrar una vez más su compromiso con el cine y con la denuncia de la represión que sufre su país.

Un filme que comienza con el logotipo del Parlamento Europeo (PE), que en 2012 concedió el Premio Sajarov, que reconoce a personas y organizaciones destacadas por su defensa de los derechos humanos.

“El cineasta demuestra que la lucha en favor de los derechos humanos no tiene por qué desarrollarse solo en el plano político o de las organizaciones, sino que es también una tarea personal; que todos y cada uno de nosotros podemos defender aquello en lo que creemos y contribuir a cambiar las cosas”, en palabras del PE.

Y eso es lo que hace Panahi con sus películas, en las que mezcla con habilidad sus críticas con el cine en estado puro.

“Soy un realizador. Lo único que sé es hacer películas. El cine es mi medio de expresión y lo que da sentido a mi vida. A pesar de los obstáculos, de las limitaciones de trabajar en lugares tan privados, nada podrá impedirme hacer películas”, asegura el cineasta en una declaración facilitada por la distribuidora de la película.

“El cine como expresión artística es mi mayor obsesión, por eso tengo que seguir haciendo películas sean cuales sean las circunstancias, para defender mi dignidad y sentirme vivo”.

Alicia García de Francisco.

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