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Una ventana cinematográfica para conocer el mundo y sus vergüenzas

L'Alternativa ofrece cine político alejado de los dramas sociales o de los reportajes de denuncia convencionales

Ignasi Franch

Entre los días 13 y 19 de noviembre, la vigesimocuarta edición del Festival de Cine Independiente de Barcelona L'Alternativa ofrece proyecciones en diversos espacios de la ciudad.

Se trata de una cita ya tradicional en la vida cinéfila de la ciudad, de un evento que abre ventanas a obras que raramente encuentran espacio en la distribución comercial, más allá de la colaboración de este certamen con la plataforma Filmin.

La programación de esta nueva edición incluye, un año más, propuestas de radicalidad variable. Se presenta la última película de la realizadora argentina Lucrecia Martel (La ciénaga) y se ofrecen retrospectivas de la actriz Emmanuelle Riva y de los realizadores Eric Pawels, Deborah Stratman y el fallecido Michael Glawogger, especialmente conocido por sus documentales Megacities y Workingsman's death.

En la programación se combinan con naturalidad las propuestas con desarrollos narrativos y otras obras más experimentales. Vuelven a comparecer algunas películas que hibridan documental y ficción. Y se dinamita con desparpajo cualquier separación que quiera establecerse entre cine artístico y cine político.

Porque L'Alternativa es muy, muy artística, y muy, muy política. Hasta el punto de que cada edición puede servir de puerta de entrada a unas cuantas vergüenzas del mundo contemporáneo, desde la política fronteriza y de inmigración en el autodenominado primer mundo hasta los discursos del fundamentalismo religioso, pasando por la guerra de Síria. En este artículo destacamos tres obras, pero hay muchas más. Y se pueden consultar aquí.

¿El paraíso de quién?

El director argelino Merzak Allouache firma el documental Investigating paradise. Escruta la mentalidad de la sociedad de su país, del conservadurismo religioso y del fundamentalismo violento, preguntando sobre una idea: la imagen del paraíso que espera al creyente después de la muerte.

Más de una decena de artistas e intelectuales toman la palabra para ofrecer miradas críticas sobre la realidad de su país. También se filman entrevistas a pie de calle. Se trata de un discurso televisado que promete sublimidades amoroso-sexuales a los creyentes muertos (los muertos hombres, por supuesto), y que es criticado por varios testimonios como pornoislamismo. La negación de la vida e inicitación a la violencia sirve de punto de partida para las charlas.

Allouache incorpora al documental un marco ficticio: quien investiga las visiones de paraíso es una periodista intepretada por la actriz Salima Abada. Esta figura interpuesta hace más visibles los problemas de machismo y misoginia, muy presentes en el documental. En paralelo, planea el miedo a un islamismo salafista que se ve como una propaganda saudí que penetra en un país todavía marcado por una guerra civil reciente. El resultado es una interesantísima mirada a la religiosidad (y a la mediterraneidad) en Argelia.

El desierto, frontera y cementerio

El documentalista J. P. Sniadecki, ganador del premio a la mejor película en L'Alternativa 2015 por el inmersivo documental The iron ministry, se alía con el realizador Joshua Bonnetta. Ambos exploran el desierto de Sonora en El mar la mar, un cuidado y estetizante documental que recolecta historias sobre la vida y la muerte en este conflictivo espacio de frontera, usado como lugar de paso clandestino a los Estados Unidos por migrantes que provienen de México y otros países.

Sniadecki y Bonnetta proponen un viaje sensorial, de paisajes, luces, texturas y sonidos, muchos sonidos. Entre ellos, destacan las voces de varios testimonios, tanto migrantes como vigilantes de frontera, que evocan experiencias vividas. No se ven sus rostros, ni siquiera sus cuerpos. Puede cuestionarse esta especie de borrado, pero sirve para centrar la atención en las palabras. También en la voz quebrada y los silencios, con la pantalla en negro, de dos migrantes que explican cómo uno de sus compañeros quedó atrás en la travesía.

Amor, anarquía (y represión)

En Acts and intermissions, la realizadora Abigail Child hermana dos de las tendencias que recorren el festival: el cine explícitamente político y el videoensayo de apariencia más testimonial. En este caso, estamos ante un collage de materiales (imágenes de archivo en crudo o procesadas, breves teatralizaciones) estéticamente cuidado. La música de Andrea Parkins, una habitual de la vanguardia neoyorquina, potencia el resultado.

El sujeto de la voz en off y los textos no es Child, sino la activista y escritora anarquista Emma Goldman. La realizadora ofrece un recorrido por la vida y pensamiento de Goldman, por sus encarcelamientos, sus momentos de duda y sus gestos de afirmación como activista, ponente y pensadora del anarquismo.

El amor juega su papel en el relato. El cuestionamiento de los corsés del amor romántico y su fondo sexista, y también las relaciones que mantuvo Goldman. Entre la evocación del pasado, el presente irrumpe mediante imágenes actuales de protestas y represión en suelo estadounidense. Child subraya con un rótulo final que la disidencia no es cosa del pasado: la misma ley que sirvió para perseguir judicialmente a Goldman ha sido usada contra Chelsea Manning y Edward Snowden.

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