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Cómics a granel para no dar golpe en el puente del trabajo

Desde Abajo

Rubén Lardín

Pasó el Día del Libro pero traemos noticia de última hora: los otros trescientos sesenta y cuatro también se puede leer. Dejamos atrás las librerías hacinadas y la pesadilla de la cuantificación con los más y menos vendidos y procedemos con algunas recomendaciones sinceras. De cómics, que también son libros.

Pinturas de guerra

Pinturas de guerraAbrimos la selección con otra noticia magnífica, el regreso a la escena del veterano Ángel de la Calle, ausente como autor desde que en 2003 propulsase el movimiento de la novela gráfica en nuestro país con la espléndida Modotti, una mujer del siglo XX. Con trazas de ucronía, Pinturas de guerra cuenta la circunstancia de un español, el propio Ángel de la Calle, que se instala en París para documentarse sobre la actriz Jean Seberg, de quien pretende escribir una biografía.

Alojado en un edificio que acoge a pintores latinoamericanos escapados de las dictaduras militares de sus países, el protagonista pronto se verá inmerso en una intriga romántica y política de escenas que se suceden y se explican por sí mismas, leves o de gravedad, de apariencia autónoma pero finalmente interconectadas, donde se tejen las biografías de unos cuantos guerrilleros que también fueron artistas: una pintora chilena, un superviviente mexicano de la matanza de Tlatelolco, un montonero argentino…

Hombres y mujeres torturados que acabaron en el exilio europeo, en el mismo París que acogió a la actriz norteamericana, musa de la Nouvelle Vague, que con su existencia comprometida y trágica fue nodo entre activistas e intelectuales y es ahora eje de este libro monumental.

De la Calle se desplaza al territorio donde tuvo lugar la última revolución del siglo XX y allí pone en juego a un sinfín de personajes ilustres que en la realidad no siempre pudieron comparecer, de Guy Debord a Juan Goytisolo, de Sartre a Godard o de Jacques Loustal a Jorge Zentner pasando por Paco Ignacio Taibo II, que además firma el prólogo en carne y hueso.

De la Calle, cargado de recursos, asume misiones como contextualizar y documentar el efímero movimiento de los autorrealistas, completa mil y un recuerdos atroces de Chile, Uruguay, Argentina o México y con su exploración histórica va armando una reflexión sobre la amargura del exilio, la métrica del poder y las causas, si no las razones, de los fascismos, y pretende poner en valor la función del arte, su uso, la utilidad de los ismos y el sentido de las vanguardias estéticas y su responsabilidad si es que tuviera alguna.

Ángel de la Calle logra un artefacto intelectual de lectura generosa y rica, madura e intensa del que en ningún momento, ni en sus cimas de dolor neto y profundo, vamos a querer apearnos. Pese a su disuasoria cubierta, Pinturas de guerra es un tebeo desbordado de genuino amor al arte llamado a ser uno de los más importantes del año.

La levedad

La levedadQue el arte puede sanar, o que al menos palia, es una verdad de barquero y como tal a muchos escuece. La levedad es el testimonio de Catherine Meurisse, que, según la cronología, la noche del 7 de enero de 2015 no pegó ojo porque aquella misma tarde su amante, un hombre casado, la llamó para zanjar su relación.

A la mañana siguiente llegó tarde al consejo de redacción de la revista en la que llevaba dibujando desde hacía diez años, Charlie Hebdo, aunque lo hizo a tiempo para escuchar los disparos que mataron a sus compañeros, la mayoría dibujantes y no periodistas como la prensa se empeñaría luego en repetir.

Con su dibujo vivaz y deudor de maestros asesinados aquel día como el enorme erotómano Wolinski, la joven Meurisse recoge en estas páginas los pormenores de su experiencia tras la matanza: el shock postraumático que la embocó a una amnesia sensorial y emocional por la pérdida de los amigos, del talento y de la libertad, obligada a moverse con escolta, y el cuestionamiento de las muestras de solidaridad y afecto abstracto que en cuestión de horas se convirtieron en aberrante material publicitario.

En su terapia, la dibujante recuerda su ingreso en Charlie y la política de la revista de “reírse de lo absurdo de la vida, divertirse en compañía para no tener miedo de nada”. Relee a Cavanna, el padre fundador (“un buen chiste gráfico es un puñetazo en toda la cara”), acude a Balbec rastreando la memoria de Proust, a quien más que su escritor favorito define como “ayudante de vida” y llega a solicitar cita con Stendhal para revertir su circunstancia a través de la belleza, de su reconquista.

Se trata, en fin, de un libro sincero y conmovedor hasta cierto punto, divertido en varios momentos, que pone en evidencia los habituales testimonios de superación y autoayuda y que fracasa como lectura morbosa, lo cual tal vez sirva para mantener alejados a los miles de cantamañanas bienintencionados que fueron Charlie por apenas un día.

El libro de los insectos humanos

El libro de los insectos humanos viene con la garantía del tiempo y de su firma, la de Osamu Tezuka, a quien no por nada, y esto es algo que se certifica cada vez que nos acercamos a sus páginas, se llamó el dios del manga. Este es un volumen de casi cuatrocientas páginas protagonizado por Toshiko Tomura, actriz de éxito que triunfa también en ámbitos como la literatura, hasta el punto de ser considerada un genio por sus contemporáneos.

En realidad se trata de un individuo enigmático pero sin más aptitudes, y no son pocas, que las de un súcubo. La joven Tomura establece contactos, se apropia de la energía de sus semejantes y hace usufructo de sus talentos, todo ello entonado entre el drama íntimo y la intriga política, con la habilidad del autor para combinar sabores a priori huidizos y en su manejo ir logrando un impacto emocional asombroso.

Concebida en los años 70, se trata de una de las primeras obras que Tezuka dirigió a un lector adulto, al que conduce por una trama sofisticada y turbia de relaciones con su habitual dibujo pronto y ligero. El libro de los insectos humanos es un tratado sobre la manipulación, el deseo y el abuso entre individuos que debe contemplarse entre los grandes trabajos del creador de Astroboy.

Como signo de los tiempos, pero no de aquellos sino de estos, cabe apuntar que la edición se abre con una nota de Tezuka Productions donde se excusan las conductas de algunos personajes, inapropiadas, según se dice, para las mentalidades modernas. Se trata, una vez más, de la realidad soberbia enmendando la plana a la ficción, una vergüenza innecesaria y muy propia de un presente higienista que nada tiene que hacer frente a la psicología atemporal y el magisterio enorme de Tezuka.

Desde Abajo

Desde AbajoPero no todo son melindres. Entre los diseñadores encubiertos y los ilustradores sin discurso que medran como supuestos dibujantes en ese panorama actual que se pretende y se gusta estéril, resulta muy estimulante encontrarse con autores furiosos y feístas que dan la espalda a las modas, llevan sangre en las venas y no temen pasar por arcaicos incorporando a sus trabajos aprendizajes de otro tiempo.

Es el caso de Don Rogelio Jr., tatuador y músico valenciano que en Desde abajo firma una distopía rabiosa y apresurada sobre un futuro inmediato en que cualquier actividad cultural no controlada por los poderes oficiales (representada en el tebeo por toda aquella que no es digital) está prohibida y penada. Solo un programa pirata de radio se atreve a pinchar música ilegal, cintas y vinilos que el locutor Lobo Jack debe conseguir en incursiones frenéticas y clandestinas.

De narrativa atropellada, espídico y a punto de nieve para la revolución, Desde abajo es un tebeo que se mira en el underground y reúne en sus páginas a una fauna propia del primer Robert Crumb o del Gallardo y Mediavilla de Makoki: el comemierdas, la palillos, las ranas sin futuro… Personajes marginales que sobreviven en un estado policial, el que nos aloja, y que recorren este tebeo anómalo donde se sostiene que la cultura, lo que sea que llamamos cultura, no tiene nada que ver con las tendencias, sea lo que sea lo que llamamos tendencias.

Ortega y Pacheco Deluxe

Ortega y Pacheco DeluxeUna forma más indelicada de mirar nuestra realidad es la de Pedro Vera, que, por no llorar, coge el toro por los cuernos y pasa por la quilla todos los tópicos que nos conforman en este primer volumen (de cuatro) de Ortega y Pacheco Deluxe. Los personajes son bien conocidos por los lectores de El Jueves: dos cernícalos con denominación de origen y la pareja que, con permiso de la Guardia Civil, mejor explica este país de ladrones, sinvergüenzas, pirujas y deportistas.

Como herencia formal, Vera toma los tebeos de risa de nuestra infancia, el cine popular y la tradición picaresca y lo defenestra todo en un sindiós de historietas cortas, chistes malos, guest stars a punta pala, escarnios, ordinariez, vilipendio, menús del día y pucheros de sandez caliente. Podríamos decir que todos conocemos a algún Ortega y Pachecho pero sería eludir responsabilidades: Ortega y Pacheco somos todos, del primero al último. Diremos más: si la comedia se pagase según las carcajadas que provoca, usted no podría comprar este libro.

La balada de Jolene Blackcountry

La balada de Jolene BlackcountryLa balada de Jolene Blackcountry es el segundo álbum de Victor Puchalski tras Enter the Kann, otro tebeo bienhumorado pero de no reírse, que se encarna como galimatías cósmico y que en realidad se quiere juguete. La propuesta es irresistible, ya que se trata de un libro impreso en tintas luminiscentes que será necesario cargar antes de leer. En ese aspecto, nuestro consejo es el siguiente: de buena mañana bajarse al parque, hojearlo al sol mientras nos desperezamos y luego volver a meterse bajo las sábanas para ver la luz, el mensaje inmaterial que se filtrará desde el otro lado de la creación.

Lo que cuenta La balada de Jolene Blackcountry es una epopeya interior que solo podrán descifrar los iniciados en energías sacramentales y tal vez algún argentino. Lírica de trasmundo, filosofía del fénix, ese rollo. Sin embargo, su disfrute está al alcance de todos y es fácil sentirse ungido por esta virguería editorial que trasciende la mera lectura para hacerse experiencia. Una cosa muy guapa.

Safari Honeymoon

Safari HoneymoonSafari Honeymoon es pura naturaleza desencadenada. Un tebeo habitado por microorganismos, parásitos, bacterias y en general una frondosa y confortable flora intestina. Su argumento se resume en el viaje a la jungla de una pareja de recién casados y en cómo esa luna de miel, donde contarán con un guía y en la que se sucederán las sorpresas una detrás de otra, se convierte en una auténtica pieza de terror venéreo.

Lo bueno de Jesse Jacobs, un estadounidense del que habíamos leído Por sus obras le conoceréis, es que pese a lo menudo de sus tramas, pese a un dibujo que se enreda casi hasta lo ornamental, pese a su tendencia a buscarse la geometría y su gusto por darse al inventario biológico cada tres páginas, llega a resultar un narrador cálido e incluso libidinoso, capaz por momentos de evocar la impresión de los ya viejos maestros de la nueva carne, de David Cronenberg a Charles Burns.

El último asalto

El último asaltoMucho más terrenal, el francés Jacques Tardi lleva media vida rebozándose en el fango, la mierda y la sangre que anega las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Su insistencia en esa iconografía le sirve para señalar todas las guerras y/o conflictos bélicos según los llama la neolengua. Tardi los llama guerras con todas las letras y con todos los detalles, desde la carne en descomposición, las bayonetas hundiéndose en vientres alemanes llenos de salchichas o los gusanos en actividad frenética.

En El último asalto,El último asalto que incluye un CD de canciones antibelicistas a cargo de Accordzéâm, el grupo de Dominique Grange, esposa de Tardi y cantautora de larga trayectoria, sigue las peripecias de Mathurin, un camillero francés que deambula atormentado porque acaba de matar a un herido que con sus lamentos estuvo a punto de delatar su posición. Lo que sigue es un viaje aterrador como la realidad misma.

El último asalto no es, como parece, un álbum de aventuras bélicas. De hecho, lo primero que hace es despojarse del sentido lúdico y hacer gala de cierta insolencia, de un ardor imperativo que contrasta con la gravedad y la falsa humildad con que habitualmente se teatraliza la guerra en las ficciones moralistas. Tardi escribe furibundo, dibuja contundente y nos hace sentir incómodos no tanto en nuestra conciencia como en nuestra propia piel, culpables, parte de la piara global de humanos que promueve fervores patrióticos y saca partido a matanzas injustificables.

El autor de ¡Puta guerra! o La guerra de las trincheras, que en 2013 rechazó la Legión de Honor del gobierno francés aduciendo que no quería nada ni del poder actual ni de cualquier otro poder político, vuelve a acreditarse infatigable en su afán de justicia, prueba una vez más que a los lápices lo puede todo y da señales de que las palabras tal vez se las lleva el viento, pero que los dibujos no puede.

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