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Cincuenta sombras de chaladura y marketing

50 sombras de Grey, un Jane Eyre con lazos de cuero

Lucía Lijtmaer

No hay nada como un fenómeno de masas para explorar los lugares más extraños del alma humana. Por si has estado viviendo en Marte sin internet, avisamos: llega la versión fílmica del monumental éxito de ventas de la literatura erótico-femenina de los últimos años, Cincuenta sombras de Grey, de E.L. James. Y para el fin de semana de San Valentín, ni más ni menos. En los próximos días nos atosigará la mercadotecnia, las falsas polémicas -¿hubo química o fue patraña? ¿Se ve realmente carne o nos encontraremos con un bluff?- y el flequillo de Dakota Johnson, la protagonista que da rostro y cuerpo a Ana Steele. Mientras capeamos el temporal y las hordas invaden las salas, analizamos el lado más insólito del que parece será el blockbuster de la temporada.

El merchandising, oh sí, el merchandising: Lo más previsible es, por supuesto, todo aquello relacionado con el bondage y la parafernalia sadomasoquista en su versión más light. Las esposas, los pañuelos de seda, las delicadas cuerdas para atar muñecas, las fustas y todos aquellos que los comercializan están de enhorabuena porque van a hacer el agosto.

Evidentemente, también se prevé que la banda sonora (con canciones de Beyoncé, Annie Lennox o The Weeknd) sea uno de los recopilatorios más vendidos del año. Pero hay todo un universo más allá, y no es necesariamente uno muy agradable. Alrededor del mundo entero comienzan a verse productos que, intentando marcarse un punto con la película, muestran un gusto un tanto dudoso: pases de la película en horario infantil, diferentes variantes de tés bautizadas como “Cincuenta sombras de Earl Grey”, ositos de peluche con esposas... que alguien frene esto.

La locura fan. Los responsables de calmar el frenesí no serán los fans, claro está. Con las salas repletas desde hace semanas para el estreno, hay quien está tomando medidas ante lo que se anticipa como una temporada agitada. En varias salas de Estados Unidos se advierte a los espectadores que no podrán entrar al recinto con sus látigos (¡panda de aguafiestas!). Por otro lado, una conocida cadena británica de bricolaje ha repartido la novela entre los empleados como si se tratara de un curso de formación para que estén preparados ante cualquier tipo de petición. Al que le parezca una prevención fantasiosa hay que recordar que según el diario The Independent, se prevé un considerable aumento de ventas en todo material susceptible de ser usado para el jugueteo BDSM.

La polémica feminismo sí, feminismo no. Por supuesto, tenía que llegar. Tal y como pasó con la novela, el dilema sobre si se puede disfrutar o no de Cincuenta sombras de Grey con libertad está alcanzando su máximo furor en estos días. Hay quien advierte de la simpleza de un personaje como Ana, que no ha tenido un orgasmo hasta conocer a Christian Grey. Hay quien añade que él es un ricachón y que no deja de tratarse de una glorificación del lujo y de la posición sumisa de la protagonista frente al todopoderoso príncipe azul, por no hablar de que el príncipe en cuestión quiere controlar lo que come, cómo viste y supervisar quién es su ginecólogo. Desde el otro bando, se argumenta que se muestra el disfrute y el empoderamiento de una chica y se exploran otras vías no normativas de placer sexual, ampliando así el campo de acción del manido “chico conoce chica”.

El target ridiculizado. Como una deriva más del planteamiento anterior, una de las quejas del feminismo ha sido que se minimiza y se hace escarnio de este producto literario y fílmico -cosa que no ocurre con tanta virulencia con, por ejemplo, La guerra de las galaxias- precisamente porque su público es mayoritariamente femenino. De la misma manera que ocurrió con Bridget Jones, Sexo en Nueva York o incluso Crepúsculo, el ensañamiento con respecto a las fantasías y deseos de las mujeres es, sin duda, mayor.

Cincuenta sombras de Grey ha sido bautizada despectivamente como “porno para mamás”, y, como ha argumentado Jenny Trout, especialista en el fenómeno, esta aproximación “ridiculiza la sexualidad femenina”. Acto seguido, Trout no deja de reivindicar la posibilidad de ejercer una crítica absolutamente destructiva ante una obra que “describe de manera poco realista las prácticas sadomasoquistas y lo hace con una prosa vergonzosa” sin ser tachada de antifeminista.

Los memes, parodias y derivados locos. Más allá del debate de género, queda el universo audiovisual, que trae perlas novedosas en forma de humor. Entre todas ellas destacan un “Cincuenta sombras de Buscemi”, en la que el protagonista Grey es sustituido por el actor neoyorquino Steve Buscemi, un anuncio de preservativos en el que una pareja tiene que ir a hacer terapia para olvidar el libro y relajarse de nuevo o la escena de la seducción en el ascensor reinterpretada por uno de los miembros de Saturday Night Live para un spot. Y para el que busque memes, no está de más el absurdo fiftyshadesmeme.com donde tiene cabida hasta un filete empanado.

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