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Interno del CIE de Valencia: “Las chinches están hasta en la comida”

Rachid es argelino y lleva dos semanas en el CIE de Valencia. Muestra a cámara las picaduras de las chinches /FOTO: CIES NO

Hugo Domínguez

El hombre de la fotografía que encabeza esta crónica es Rachid -nombre ficticio-. Viste una camiseta sin mangas, dejando al descubierto las ronchas, bien visibles, de su hombro derecho, sus brazos y su cuello. Son las picaduras de las chinches que desde este verano campan a sus anchas por el Centro de Internamiento de Extranjeros de Zapadores, en Valencia, a pesar de los supuestos intentos de fumigación. “La situación es insostenible, hay mucha gente afectada”, sostiene Rachid, en un notable español, en coversación con eldiario.es.

Desde la Policía Nacional reconocen la existencia de una plaga, pero acto seguido añaden que es un problema ya pasado, porque “tras cuatro procesos de desinfección ya no les consta que haya ningún contratiempo con las chinches”. Sin embargo, desde el interior del CIE de Zapadores (Valencia), la perspectiva es bien distinta. “Es verdad que han venido alguna vez, pero no ha servido para nada, echan un poco de lejía y ya. Estos bichos están por todos los lados, en las celdas, en las ropas y hasta ha llegado a la misma comida”, asegura Rachid desde el teléfono del centro.

La primera desinfección se llevó a cabo en el mes de octubre, desalojando a los 120 internos, hombres y mujeres, que permanecían en el CIE de Valencia. Se les trasladó a Barcelona, Madrid, o a otros, que corrieron peor suerte, se les acabó deportando. Tres semanas después, el centro volvió a abrir. Las administraciones entendieron que se había puesto punto y final al problema con las chinches. Los nuevos internos, sin embargo, mantienen la denuncia. Aseguran que la presencia de estos insectos es constante, mientras la Policía reitera que las fumigaciones progresivas en distintas partes de las instalaciones han conseguido erradicar el problema.

“Es mentira, aquí no se ha resuelto nada. Todo sigue igual que cuando yo entré hace quince días. El problema es que cuando salgamos a la calle vamos a poder pasar las chinches a nuestros seres queridos”, enfatiza Rachid, a lo que añade: “Aquí no nos tratan bien, pedimos soluciones a los funcionarios, a la Policía pero nos responden de malas formas. Yo soy de los pocos que hablan español, y a mís compañeros no les puedo traducir lo que les contestan los funcionarios porque es muy fuerte”.

Junto con otros quince compañeros, Rachid se puso en huelga de hambre para denunciar la situación, que la 'Campaña por el cierre de los CIE' ya ha judicializado al entender que se han vulnerado los derechos a la salud, la dignidad y la integridad de las personas internas. “Ese juzgado debería estar velando por el buen hacer, y en cambio continúa con su ineficacia judicial”, apunta la portavoz Ana Fornés.

En su escrito, solicitan que el juzgado garantice “cuanto antes y de forma efectiva” los derechos fundamentales en cuanto a la integridad física y la salud de las personas internas en el CIE de Valencia. Al mismo tiempo, exponen que “ante la imposibilidad de que la Administración facilite unas condiciones de habitabilidad salubres, se clausure definitivamente”.

Cuando comenzó la desazón de Rachid tras las picaduras de las chinches, los médicos le suministraron unas pastillas. Sin embargo, explica que, por desconfianza, decidió no tomarlas. “Por si acaso”, reconoce. Ahora, está sano, pero “ahogado”, dice, por la incertidumbre de no saber cuál va a ser el futuro. “No quiero volver a Argelia”, sentencia.

Hace quince años decidió dejar Argelia para venir a España en busca de unas condiciones de vida más propicias. Ha conseguido formar una familia -su mujer y su hija-. Reconoce tener antecedentes por robo pero señala que en la actualidad estaba trabajando en el negocio de su suegro. Lleva más de 15 días en el CIE de Valencia, a la espera de su expulsión, el supuesto fin de estos centros. Con cierto nerviosismo, reconoce que además de la incertidumbre que atraviesa su cuerpo ante una hipotética deportación, tiene que procurar, día tras día, que los insectos no se ceben con él.

En el módulo de las mujeres, las chinches también han marcado su territorio, aunque los efectos son menores, según cuenta una interna a eldiario.es que prefiere no desvelar su identidiad.

“Los inmigrantes, además de estar privados de su libertad en los CIE por una falta administrativa, tienen que sufrir las picaduras de los insectos porque las autoridades valencianas son incapaces de solventar el problema”, denuncian desde la Campaña por el Cierre de los CIE. Esta plataforma ha conseguido reunir a unas 200 personas en una manifestación convocada frente a las puertas del centro.

En el CIE de Valencia se acumulan varios casos de abusos contra los internos. Según recuerda el colectivo, un agente de la Policía está imputado por un supuesto delito de lesiones tras agredir a cinco argelinos. Días atrás acudió a declarar mientras las supuestas víctimas ya habían sido deportadas a su países de origen. Insultos, vejaciones y agresiones físicas caracterizan, dicen las organizaciones sociales, el trato que dispensan los agentes a los inmigrantes allí recluidos.

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