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MAPA | Las cinco vallas que sellan fronteras en el Magreb

Elena González / Raúl Sánchez

Los muros de la exclusión

En el mapa, los muros o vallas con los que algunas fronteras se protegen de la inmigración en el norte de África. En amarillo, los muros de arena, y en rojo, los vallados

Los muros de Belfast que separan a católicos y protestantes de Irlanda del Norte desde 1969 fueron bautizados con un eufemismo, “líneas de la paz”. Sin embargo, los alambres de espino y las torres de vigilancia mantienen vivo y de cuerpo presente el conflicto entre las dos comunidades.

El muro de Berlín (1961-1989) dividió a Alemania y al mundo en dos bloques.

Los kilómetros de hormigón de Cisjordania que Israel empezó a construir en 2002 –un muro declarado ilegal por la Corte Internacional de Justicia– imponen restricciones de circulación a dos millones de palestinos y no han acercado posiciones en las negociaciones de paz.

En los últimos años, el Magreb es el lugar donde se están plantando más muros, barreras y vallas. En unos casos, muros contra la inmigración irregular. En otros, contra la amenaza del terrorismo. “Ninguno de ellos –cuenta Hasni Abidi, director del Centro de Investigación del Mundo Árabe y Mediterráneo, con base en Ginebra– soluciona el problema. Sólo lo pospone. Los muros se construyen cuando fracasa la política”.

Las vallas de Ceuta y Melilla con Marruecos

Los trabajos para levantar la valla actual de Melilla comienzan en 1998 y un año más tarde empieza a erigirse la de Ceuta, construidas ambas con fondos españoles y europeos para impedir el tránsito de inmigrantes irregulares procedentes de Marruecos y de países de África subsahariana.

En 2005, con el incremento de los saltos de inmigrantes en las vallas, el gobierno español decide elevar la altura hasta los seis metros y añadir concertinas. Entre 2005 y 2013, se han invertido 72 millones de euros en el refuerzo de las fronteras que, sin embargo, no han detenido la llegada de inmigrantes.

Según el último balance del Ministerio del Interior, en 2014 el flujo migratorio en las dos ciudades autónomas aumentó un 77% respecto a 2013: Un total de 7.485 personas frente a las 4.235 del año anterior que llegaron a través de la valla o bien a nado o por el paso fronterizo. En gran parte, el aumento se debe a la llegada de refugiados procedentes de Siria.

En 2014 Marruecos inicia la construcción de una valla en suelo marroquí, frente a Melilla, a la altura de Rostro Gordo, hecha de concertinas, de 1,5 metros de alto.

Al otro lado de esas vallas, la policía marroquí y las fuerzas auxiliares llevan a cabo redadas continuas en el Monte Gurugú y en la zona de Benyounech que, sobre todo desde febrero, han frenado el acceso de los inmigrantes a la frontera. El despliegue militar y policial de Marruecos en estos últimos meses no tiene precedentes.

Una de las consecuencias de la externalización de las fronteras de la Unión Europea es el desplazamiento de los flujos migratorios. La cooperación cooperación policial con Senegal y Mauritania ha resultado en un descenso drástico del número de cayucos que salían hacia Canarias a través del Atlántico, “pero se empuja a los inmigrantes a nuevas rutas, más peligrosas, a través del desierto. Se están creando nuevos riesgos para los inmigrantes, se imponen controles fronterizos que dificultan el pasaje y que hace que el negocio de pasadores y traficantes vaya creciendo”, analiza Ruben Andersson, investigador de la London School of Economics.

La valla entre Marruecos y Argelia

En 2014, Marruecos inició los trabajos para levantar una valla en su frontera con Argelia. Al mismo tiempo, sus vecinos argelinos han cavado un foso en su lado de la frontera. Marruecos ha construido 170 kilómetros en tres tramos pero se desconoce si el gobierno marroquí tiene intención de ampliarlo. Según el Ministro del Interior, Mohamed Hassad, el muro tiene el objetivo de protegerse de las amenazas terroristas, la inmigración ilegal y el contrabando“.

La construcción de la valla está teniendo consecuencias para los inmigrantes subsaharianos que intentan atravesar la frontera desde Argelia a Marruecos: desde enero de este año, se ha documentado la muerte de al menos cuatro personas en el límite fronterizo.

Pero el flujo migratorio no ha cesado: por esta vía llegan menos, y de forma más peligrosa y cara para los inmigrantes, pero siguen intentando cruzar a Marruecos.

El muro del Sáhara

En 1975, después de que España abandonara su provincia número 53 con la firma de los Acuerdos Tripartitos de Madrid, Marruecos inició la Marcha Verde para tomar el Sáhara Occidental y provocó el desplazamiento de una buena parte de la población saharaui a través del desierto hacia Argelia (Tinduf).

Durante los dos primeros años del conflicto armado (1975-1991) entre Marruecos y el Frente Polisario, la táctica militar del Polisario fue una guerra de guerrillas contra las tropas marroquíes y las mauritanas, pero Mauritania acabó renunciando a sus pretensiones y firmó la paz con el Polisario en 1979.

Un año más tarde, Marruecos inició la construcción de un muro de más de 2.700 kilómetros de longitud –un conjunto de varios muros– que divide el territorio de norte a sur y fue sembrado con minas y bombas de racimo en algunos tramos. El Sáhara quedó dividido en dos territorios: la parte controlada por Marruecos, desde el muro a la costa y más allá del muro los llamados territorios liberados por el Frente Polisario. Miles de familias quedaron aisladas o separadas.

Los fosfatos y la pesca quedaron del lado marroquí, aunque el interés y objetivo principal del reino magrebí es la soberanía por encima de todo lo demás y de cualquier otro asunto político en el país. Marruecos sostiene que el muro es defensivo y legal.

En respuesta a un artículo publicado por Al Jazeera calificando la barrera de “muro de la vergüenza”, el ministro de comunicación marroquí, Mustapha el Khalfi, envió una carta a la cadena de televisión: “En ningún momento el muro ha recibido ninguna crítica o recomendación por parte de las Naciones Unidas o el Consejo de Seguridad. Más aún, ningún informe del Consejo de Seguridad o de la Asamblea General de las Naciones Unidas ha señalado jamás que el muro sea ilegal”.

El muro de arena en la frontera Túnez-Libia

Después del ataque al museo Bardo, en abril, el gobierno tunecino puso en marcha la construcción de un muro en la frontera con Libia. Unas semanas más tarde del atentado en Sousse, perpetrado en junio, el gobierno dio más detalles sobre la construcción del muro, que espera tener listo al final de este año: 168 kilómetros de muro de arena para evitar el tráfico de combatientes y armas a través de la frontera libia.

Consultado por eldiario.es, Sergio Altuna, experto en redes yihadistas con base en Túnez, afirma que la barrera servirá de poco, por varias razones: primero, porque el flujo de emigración de combatientes hacia zonas de conflicto sale de Túnez al extranjero, y no al revés. En segundo lugar, el muro sólo cubrirá un tercio de la frontera con Libia. Esos 168 kilómetros no llegan a la zona de desplazamiento habitual de grupos yihadistas, que se mueven con facilidad entre Mali, Libia, Argelia y Nigeria pero quizás sí pueda resultar útil contra el tráfico de armas.

Es una zona en la que el contrabando es habitual, los funcionarios de aduanas y fronteras aceptan sobornos y los ingresos del contrabando –de gasolina, en buena parte– sustentan económicamente a las poblaciones del norte de Túnez, por lo que no parece probable que el gobierno le ponga freno.

Según Altuna, “se puede construir un muro todo lo alto que se quiera, pero cuando se carece de una estrategia antiterrorista, no se ha desarrollado ningún programa anti radicalización –teniendo en cuenta que es el país que más combatientes exporta–, y tampoco se dispone de un plan de desradicalización para posibles retornados, la medida se convierte en una cataplasma para un enfermo grave”.

Antes de levantar este muro, Túnez había levantado otro en forma de fronteras cerradas. En marzo de este año firmó un acuerdo de movilidad con la UE como marco de cooperación en readmisiones, control de fronteras y visados.

Como contraste a la política de puertas abiertas 2011, cuando llegaron a Túnez 345.000 inmigrantes huyendo a través de la frontera libia –que fueron reasentados, enviados en vuelos de retorno a sus países de origen, o viven como refugiados en Túnez (más de 4.000)–, ahora el gobierno ha cambiado su política: los extranjeros que llegan desde Libia pueden entrar sólo si prueban que tienen billete de salida.

La OIM ha puesto en marcha un programa de retorno voluntario para inmigrantes subsaharianos en Túnez y entre 2012 y 2014, más de 600 inmigrantes han vuelto a sus países de origen, la mayoría de Nigeria, Gambia y Costa de Marfil. 

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