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Díaz Ferrán, Pascual y lo que ha dado de sí el turismo en España

Gonzalo Pascual y Gerardo Díaz Ferrán entregan al rey Juan Carlos la Insignia de Platino y Brillantes de la XI Conferencia Iberoamericana de Ministros y Empresarios de Turismo, en el Palacio de la Zarzuela en marzo de 2008. Efe / Emilio Naranjo

Antonio Ruiz del Árbol

El tándem más famoso del sector aéreo y turístico en España, los Geos, como se les conocía, hicieron un imperio a partir de los años 70 al calor de la liberalización aérea y el turismo. Con el tiempo y la crisis han terminado del peor modo posible. Uno en la cárcel por blanqueo de dinero, y el otro, deprimido y arruinado, hasta su despedida el pasado junio.

En la década de los 60 y 70 del pasado siglo, el caladero empresarial de Mallorca les dio oportunidad de comprar a bajo precio y refundar empresas del sector que habían sido previamente nacionalizadas. Todas adquirirían después éxito y fama: Marsans, Spanair y Trapsatur.

La experiencia aérea de Spanair estuvo vinculada desde su fundación a Marsans y al grupo aéreo escandinavo SAS. En 1993, junto a Air Europa, la aerolínea y sus dueños intentaron hacerse un hueco en el mercado liberalizado que hasta entonces operaba Iberia en monopolio. Nunca fue un proyecto rentable, pero sus gestores se esforzaron por convertirla en una compañía de calidad con un buena clase de negocios y una notable puntualidad.

En la trayectoria de Spanair y de sus dos fundadores españoles se cruzó la oportunidad de negocio de la propiedad de Aerolíneas Argentinas, que entre 1990 y 2001 se había convertido en el mayor quebradero de cabeza para Iberia. A instancias del Gobierno socialista de Felipe González, Iberia había adquirido la empresa de bandera argentina durante la tanda de privatizaciones impulsada por Carlos Menem.

Diez años después, en 2001, y ya con el Gobierno de Aznar, Díaz y Pascual compraron Aerolíneas Argentinas a la Sepi (el sanatorio de empresas públicas españolas) por un dólar. Pero esta Sociedad Estatal, según quedó demostrado en sede parlamentaria, gastó 2.500 millones de euros en reflotar la compañía durante una década. En 2009 llegó el final de tan absurda y costosa aventura, cuando el Gobierno de Buenos Aires volvió a nacionalizar tan obsoleta compañía.

En su recta final, el grupo Marsans y Spanair generaron pérdidas de escándalo como consecuencia de una apuesta por ocupar a cualquier precio el hueco que Iberia dejaba, de manera programada y consciente, en el mercado doméstico.

Después, en junio de 2007, llegó la salida definitiva del accionariado de Spanair de Gonzalo Pascual y Gerardo Díaz, los intentos fallidos de SAS por deshacerse de la empresa y el desgraciado accidente en agosto de 2008 en Barajas.

La compañía fue comprada por la Generalitat de Cataluña en 2009 para cerrarla dos años más tarde al módico precio de un euro. En enero de 2011, el presidente Mas procede al cierre definitivo de la aerolínea y al despido de sus 2.000 trabajadores.

Entonces, el presidente del sindicato de pilotos, Javier Martínez de Velasco, hizo una radiografía certera de sus fundadores: “Los problemas de Spanair no empezaron hace dos días. La compañía ha sido víctima de Gerardo Díaz Ferrán y Gonzalo Pascual, que actuaron con criterios cortoplacistas. Y cuando ya no les interesó, vaciaron la cajas de su fondo de comercio hacia proyectos como Air Plus o Air Comet. Después, Spanair ha caído en manos de los políticos, en este caso de Cataluña. Sin tener la menor idea de este complicado negocio, han intentado llevar adelante un proyecto de aerolínea de bandera obsoleto y absurdo”.

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