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La cuasimoneda, una receta argentina para la crisis griega

Algunas de las cuasimonedas que circularon en Argentina durante los años de la crisis económica. FOTO: finanzasblog

Natalia Chientaroli

Ya importaron el corralito. Y ahora a los griegos les ronda otro palabro made in Argentina: la cuasimoneda. El término nació al calor de la crisis económica sudamericana que acabó en el, hasta hoy, mayor default de la historia. En las horas agónicas en las que Grecia intenta no incurrir en un impago que triplica el de Argentina hace 15 años, estos bonos emitidos sin respaldo aparecen como una posible solución a la falta de liquidez en el país.

Una de las voces que recomiendan a Grecia la receta argentina es precisamente la de Roberto Lavagna, ministro de economía argentino entre 2002 y 2005 y responsable de la renegociación de la deuda del país. “Yo ya lo he dicho en varios foros internacionales, si tengo que elegir entre Grecia saliendo totalmente del euro o con doble moneda –el euro como divisa fuerte y otra moneda flotante– prefiero esta alternativa”, explica en conversación telefónica con eldiario.es.

Argentina no tenía el problema de la moneda única, pero sí el corsé de una ley que mantenía una paridad inamovible entre las dos divisas que, de facto, funcionaban en la economía local. Un peso valía un dólar y no se podía emitir pesos sin su correspondiente respaldo 'verde'. La rigidez de la convertibilidad, en plena recesión, derivó en una dramática falta de liquidez del gobierno central y los gobiernos regionales.

El Estado emitió entonces los lecop (letras de cancelación de obligaciones provinciales) para cubrir sus deudas con las administraciones federales. Y muchas provincias hicieron lo propio para cancelar obligaciones con proveedores y para pagar sueldos públicos. Así Argentina se llenó de billetes: patacón, quebracho, petrobono, huarpe, cecacor, lecor, bocade… En total, 15 nombres más o menos originales para papelitos de colores con los que se podía comprar el pan o pagar los recibos.

A finales de 2001 las cuasimonedas llegaron a representar el 60% del dinero circulante en Argentina. Pero la fuga de capitales era de tal envergadura que los bancos cerraron. Con el corralito llegó también el caos político: cinco presidentes diferentes en poco más de una semana. Jorge Remes Lenicov fue ministro de economía del último mandatario interino, Eduardo Duhalde, que derogó la ley de convertibilidad, devaluó el peso y ordenó que las cuasimonedas comenzaran a ser reabsorbidas. “Es una solución momentánea, no puede durar. Ningún país puede funcionar con muchas monedas”, explica Remes Lenicov a eldiario.es.     

Sin embargo, entiende que es una fórmula “apropiada para una situación de emergencia”. Lavagna coincide. “No hay nada peor que una economía paralizada. Y las cuasimonedas permitieron en Argentina volver a ponerse en marcha”. De hecho, “en 2001 el PIB dejó de caer gracias a las cuasimonedas”, apunta Remes Lenicov.

El ejemplo ya ha cundido antes. El Estado de California, una economía más grande que la griega y la Argentina, emitió en 2009 pagarés por un total de 3.360 millones de dólares para saldar las deudas con vendedores, proveedores, agencias y hasta los mismos contribuyentes.

Una forma de devaluación

Pero no todo es positivo para los ciudadanos. El primer efecto de las cuasimonedas es que quienes la reciben pierden un porcentaje de sus ingresos. Esto se debe a que su valor real depende de algo volátil: la confianza. La cantidad de bonos emitida y su grado de aceptación en el mercado son claves. La recuperación económica permitió que entre 2002 y 2003 el Estado argentino absorbiera por completo las cuasimonedas. “Las rescatamos a su valor de mercado. Algunas no valían más de 50 centavos”, remacha Lavagna.   

Para los economistas argentinos la emisión de una cuasimoneda podría ser una forma de devaluación en Grecia sin necesidad de abandonar la moneda única europea. “En tres meses dejamos de caer”, recuerda Remes Lenicov, responsable de la primera devaluación del peso argentino tras la convertibilidad.

“Entre mediados de 1998 y finales de 2001 lo que hizo Argentina fue concentrarse en ajuste fiscal y la flexibilización laboral, cuando el verdadero problema era la pérdida de competitividad y la elevada deuda pública. En diciembre 2001 la economía estalló. En enero devaluamos y renegociamos la deuda y en abril ya habíamos empezado a crecer”, explica Remes Lenicov.

“Grecia tiene un tratado internacional, y esa es una situación más compleja que la de Argentina, que en definitiva sólo debía derogar una ley”, apunta Lavagna, que llevó las riendas de la economía argentina después del default y durante los primeros años de la recuperación del país.

Una recuperación que llegó por el aumento de la competitividad generada por la depreciación del peso, un elemento de vital importancia para el modelo exportador de materias primas del país sudamericano. En ese sentido, Grecia no se parece a Argentina. “Pero el primer sector en reaccionar positivamente a la devaluación fue precisamente el del turismo”, puntualiza Remes Lenicov.  

“Grecia tiene que reestructurar la deuda y rechazar los programas de ajuste porque achican la economía. Su deuda subió en lugar de bajar, lo cual muestra el fracaso de esta política. La teoría de que Argentina se recuperó por el aumento del precio de las comodities es falsa, es la forma en la que el FMI justificó que sus pronósticos estuvieran errados. El país creció al 9% con la soja a 218 dólares, mucho antes de que llegara a 600”, defiende Lavagna.  

“Me cuesta opinar sobre Grecia. Cuando era ministro me molestaba que 'analistas extranjeros' dieran consejos sobre lo que teníamos que hacer”, bromea Remes Lenicov. Y aunque reconoce que hay muchas similitudes en lo ocurrido hace 15 años en Argentina, prefiere no arriesgar: “Los países son como las personas; hay lineamientos generales pero después cada uno hace lo que puede. Las experiencias macroeconómicas específicas no son trasladables in totum”. 

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