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Sobre este blog

Elecciones otra vez... Y las cuentan, a su manera, Barbijaputa, Mariola Cubells, Edu Galán, Lucía Lijtmaer y José Antonio Pérez.

Cómo pasar a Pablo Iglesias por el Arco del Triunfo

El líder de Unidos Podemos, Pablo Iglesias, posa junto a Edu Galán

Edu Galán

Cuando llegué al mitin de ‘Unidos Podemos’ allí no había nadie. La gente caminaba de sábado por el barrio de Gracia como si fuese domingo, entre sucursales bancarias, un mercado y una franquicia de Rodilla que escogí, convenientemente, para ir a cagar. “¿Eres un okupa?”, me pregunta un señor a la puerta del número 181 de Travessera de Gracia. Hostia. Con la emoción de que me pegase la policía y sin leer la convocatoria de prensa, me he ido al banco expropiado en lugar del Arco del Triunfo, donde se celebraba el mitin. Pico a la puerta de la sucursal por si me pueden poner una birra para la caminata. Hace mucho calor y no hay nadie. Nadie de nadie, nada. En tiza se ha escrito un horario de protestas. Pienso que el quejarme a mí me sale aleatoriamente, cuando la fabada está mal o cuando no funciona la ducha, pero en el momento que somos más ya me aburre. Por eso es muy respetable organizarse con tiza: los vecinos del barrio la respetan religiosamente, como con los precios de la pescadería o el bar.

Me dice un señor de Gracia: “Yo les traía ropa a los okupas porque el domingo la revendían para pagar su local”. Genial, por lo menos no solo el Ayuntamiento soltaba pasta. Pienso en estafar al tipo: decirle que formo parte del movimiento okupa de Barcelona y revender su ropa, muy de paisano, muy de dar servicio, el domingo en el Rastro de La Latina madrileña. Me niego porque me recuerda a mi tío Juan aunque de izquierdas. Asumo mi, de fábrica, parte miserable y corro hacia el Arco del Triunfo. Mientras voy hacia allá pienso en dos mensajes sobre las planchas de hierro que cubren el local: “¿Violencia? Violencia son los minerales de nuestros móviles”. Y otra me crea aún más desazón: “Me dejé la bufanda dentro, ¿y ahora qué hago?”. Dos contras de la sociedad de consumo: el cáncer de tanto mirar Tinder y el frío en invierno.

El Arco del Triunfo se inauguró por la Exposición Universal de Barcelona de 1888. Ahora, como Barcelona está llena de turistas, el monumento no parece algo de fuera, inspirado por los Parises, sino un ejemplo de arquitectura autóctona. La organización calcula en 5.500 los asistentes pero allí hay menos, quizá por el calor, quizá por la hora, quizá por la Eurocopa. No superan los 3.000. El servicio de ambulancias está atento porque hoy da les más miedo la palabra “lipotimia” que “Venezuela”. De pronto, al ver el autobús en el que llegan Ada Colau, Iglesias, Garzón o Errejón me noto #superOKdiariodelahostia. En la parte de atrás, el vehículo pone “Luxury”. Coño, viajan a Barcelona como Varufakis. Aquí hay desfalco seguro: ¡Inda, apunta!

Charlo un segundo con Pablo Iglesias, que me pregunta sobre nuestra conversación entre la revista ‘Mongolia’ y Pedro Sánchez. Me preocupa que la izquierda de Podemos y la del PSOE (y de paso, la prensa) estén más interesados por sus viceversas que por el PP. Pues el Pedro, Pablo, anda golpeado y con muchos debes, oye tú. Desde el estrado, Mónica Oltra preguntará en pocos minutos “¿Qué ha fallado?” y una señora, decidida, responderá: “El PSOE”.

Veo que Errejón pasa al baño y, con la habilidad que tenemos en eldiario.es de dar exclusivas, entro en el habitáculo una vez ha terminado él. No jodamos, antes no. Exclusiva: no puedo asegurar que haya sido su responsabilidad pero confirmo que alguien había meado fuera del tiesto. No sospecho de Íñigo porque ya se ha la jugado en las anteriores elecciones y no creo que sea plan de plantear una ‘desconfluencia’ por un chorro mal dirigido.

Nada nuevo en el mitin: el mismo discurso que las anteriores elecciones. A Oltra le hacen la ola, y me da vergüenza ajena; Garzón habla de la Antigua Grecia con sentido y recalcando los masculinos y femeninos; a Urtasun le crecen las fans, tiene culito el buen hombre; a Colau ya le aparecen sus primeros ‘haters’ fuera (trabajadores del metro que gritan “no se puede”); Errejón defiende la plurinacionalidad; y la organización juvenil de Esquerra Independentista, Arran, trata de subir al escenario con una pancarta que pone “Rompamos España” en catalán. Parece ser que ya lo hicieron en el mitin de Ciudadanos hace una hora y los echaron del escenario. Hay que respetarlos por la insistencia y la posibilidad muy posible de que les cosan la cara a hostias pero les falta plantear cómo rompemos España: si como papel de burbujas, que mola, o como cajas de cartón, que da más trabajo que dios.

Iglesias morrea otra vez a Domenech y pienso que lo que más valora la sociedad actual es el momento, el directo, live, in streaming, full HD, el “yo lo estoy viendo y tú no, jódete”. En Muertos de risa, de Álex De La Iglesia, los cañonazos de El Gran Wyoming a Santiago Segura daban el éxito al dúo; aquí triunfa el beso replicado, tocando cara, del líder de Podemos al candidato de Barcelona. Una mujer le grita a Colau, al terminar, “¡Viva nuestra alcaldesa!” y me acuerdo de Amanece, que no es poco. En la trastienda, justo debajo del Arco del Triunfo, hay una edición desastrada, vieja, de La revolución permanente de Trotsky. Mola apoyar encima del libro mi cerveza de marca de mierda. Tranquilidad: todo vale con Trotsky mientras no vuelva a ser un piolet.

En ese momento la gente aplaude, los candidatos salen hacia otro sitio más y, menos mal, siempre nos quedará Gonzo.

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