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Lo que perdimos con los cartuchos

Cartuchos

Alberto de la Vara

Son muchas las razones por las que muchos añoramos los 90: los chicles Boomer, los yogures de Casper, el sabor de los Bollicaos de entonces, y por supuesto, los cartuchos de nuestras consolas.

Otros podrán pensar: “Ya está el abuelo cebolleta otra vez contando sus batallitas”, pero lo que probablemente no sepas es que este abuelo cebolleta, perteneció a una generación que durante años tenía que ahorrar la paga de los domingos para poder comprarse ese cartucho que tanto ansiaba; que organizaba viciadas multitudinarias a pantalla partida en el salón de su casa (y si eran juegos para un solo jugador decíamos aquello de “una vida cada uno”); que tenía que soplar en los circuitos para que no saliera nada raro en la pantalla; que alucinaba con el anuncio de la “Ultra 64”, lo máximo a lo que se podía aspirar; y que se compraba la “lupa” para no dejarse los ojos en la pantalla de la mítica Gameboy.

Definitivamente, con los cartuchos se vivía una época muy diferente en la industria del videojuego, mucho más desenfadada, y sin tanto bombo mediático. Quizás en parte debido a las limitaciones de comunicación de la época, casi cualquier avance, por mínimo que fuera, nos parecía algo increíble. Una de las cosas que se han perdido hoy en los videojuegos de hoy respecto a los de entonces es precisamente la capacidad de sorprender. Todas las compañías tienen equipos potentísimos, y grandes medios, y a pesar de los avances tecnológicos, las evidentes mejoras en materia gráfica y los enormes presupuestos que se barajan, puede que estemos viviendo un momento de techo que nadie se sabe a ciencia cierta de qué forma puede acabar.

A pesar de que los cartuchos era el estándar en aquella época, tampoco fueron pocos los debates sobre tiempo restante de vida útil que les quedaban dada la creciente demanda de los nuevos soportes físicos de almacenamiento. Esta guerra comenzó a gestarse sobre todo en la época en la que Sega Saturn y DreamCast junto con PlayStation comenzaron a convivir con los las consolas que todavía los usaban, y que con Nintendo 64 quedaron enterrados para siempre a pesar de sus virtudes, como la rapidez de acceso y la ausencia total y absoluta de tiempos de carga.

Pero había a quién le importaba un bledo el ocaso de una tecnología obsoleta, y tras grandes consolas como Megadrive o Super Nintendo, la consola de 64 bits de Nintendo creó tanta expectación entre los jóvenes noventeros que era la principal promotora de ventas de revistas en los quioscos, y por supuesto, se trataba del regalo estrella en cualquier celebración, tal y como demuestra la prueba adiovisual aportada por el usuario Raw64life:

Bien es cierto que quizás en la guerra de las consolas de entonces, Nintendo 64 no tuvo rivales fáciles, porque a pesar de “superar en 32 bits” a PlayStation y Saturn, éstas presentaban otras nuevas tecnologías que también vendían, como el uso del disco, con esa mayor capacidad para almecenar datos que permitía juegos de dimensiones impensables. Por supuesto, también había otro interés que poco importaba al jugador: la evidente reducción de costes de fabricación. El tiempo al final le dio la razón, y es que tal y como podemos confirmar hoy en día, ciertamente se trataba del futuro.

Con las nuevas generaciones se perdieron los cartuchos, y toda la subcultura que les rodeaba. Pero llegó una segunda época dorada con los CD, DVD y en menor medida, con los recientes Blu-Ray, donde hemos conocido y rebasado fronteras que de otra manera jamás habrían sido posibles. Ahora bien, los amantes de los discos que se vayan preparando, porque los nuevos tiempos vienen pisando fuerte y es posible que dentro de no demasiado, tengamos que despedirnos definitivamente del resto de formatos físicos y alguien acabará escribiendo un artículo nostálgico hablando de aquellos entrañables discos redondos y brillantes.

Las nuevas tendencias auguran que esta industria seguirá creciendo e innovando en direcciones muy diferentes, ya ocurre con el juego online y los juegos descargables, pero todo apunta a que el asunto irá un paso más allá como el juego en streaming donde ni siquiera necesitaremos contar con un aparato en una de las estanterías del salón.

A pesar de que el futuro nos depara nuevos y espectaculares títulos alojados en un servidor a miles de kilómetros, seguro que lo que nadie consigue, será equiparar el encanto de apilar enormes cajas para hacer lucir nuestra colección de juegos, ni de revvir ese momento mágico al abrir un regalo y poder palpar ese último lanzamiento antes de insertarlo en su ranura, ni de soplar esos circuitos para asegurarnos que todo funciona correctamente...

Por cierto, parece ser que todos estos años hemos estado equivocados, porque según se ha descubierto en un estudio publicado en el medio Mentalfloss, el famoso soplido que todos los niños y no tan niños de la época aplicábamos a nuestros cartuchos eran completamente inútiles, en todo caso servían para fastidiar a largo plazo los propios circuitos.

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