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The Guardian en español

El pueblo que cambió su voto en favor de Trump, un año después

Uno de los hornos abandonados de la compañía Bethlehem Steel

Tom McCarthy

Bethlehem, Pensilvania —

Un año tras la investidura de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, las calderas de la empresa productora de acero Bethlehem Steel, en Pensilvania, siguen apagadas, como han permanecido desde que en 1995 cerró la planta.

Una fría mañana de enero, tres exempleados de la planta de acero, tercera y cuarta generación de empleados que literalmente cerraron la planta, se reúnen bajo las chimeneas a conversar sobre los viejos tiempos.

“Fabricábamos enchapado blindado, fabricábamos armas, fabricábamos buques de guerra,” relata Frank Behum, de 71 años. “Batimos récords de construcción de barcos durante la Segunda Guerra Mundial que seguramente nunca se superarán”

En su mejor momento, la fábrica empleaba a decenas de miles de personas en trabajos difíciles y peligrosos que se pagaban bien y llenaban de orgullo.

“Nosotros tres vivimos el sueño de la clase media,” afirma Behum. “Eso es cosa del pasado. No veo que vaya a regresar. Creo que tendría que venir Jesucristo en persona a gobernar el país para que eso suceda.”

Si bien Behum votó por Hillary Clinton, muchos de sus excolegas apoyaron a Trump y lograron en 2016 darle la vuelta al condado de Northampton. Aquí, había ganado Barack Obama dos veces, pero esa vez ganó el candidato republicano, el que prometía volver a hacer Estados Unidos un gran país.

Los seguidores de Trump aquí dicen que el presidente está cumpliendo su promesa, y señalan el floreciente mercado de valores y las economías regionales en auge. Pero desde las calderas apagadas no se ve nada de eso.

“El presidente es un cara dura al decir que todo está mejorando. Vaya broma,” dice Behum. “Cuando el tío sale a hablar, me dan ganas de poner al televisor una bolsa debajo para recoger el vómito que sale”.

“Esa es la forma en que Donald Trump se ganó a la gente,” dice Frank Hawkey, de 71 años. “Todos aquí querían un cambio, porque las cosas no iban bien. Pero hay muchos obstáculos. No se puede volver a abrir la siderurgia”.

La promesa

¿Trump está cumpliendo su promesa de volver a hacer a Estados Unidos un gran país, según la opinión de las personas que le votaron?

La pregunta es especialmente potente en sitios como el condado de Northampton, donde el pasado de grandeza industrial es casi mítico y donde unos pocos votantes podrían determinar en 2020 si Trump es reelegido o no.

Tras un año de entrevistas a docenas de votantes de Trump de la zona, queda claro que ha perdido una parte importante del apoyo que tiene en el condado, aunque su base de seguidores sigue siendo fuerte.

Votantes de Trump como Bruce Haines, directivo del Historic Hotel Bethlehem, reconocen al presidente el mérito de haber generado un optimismo que ha beneficiado a los comercios locales.

Los ingresos del hotel aumentaron un 7% anual, dice Haines. Abrieron muchas tiendas nuevas en el centro de la ciudad, y la asistencia al festival de artesanía de Navidad subió un 28%, hasta 89.000 personas.

“No conozco a ninguna persona que haya votado por Trump y que no lo votaría otra vez, incluidos los demócratas,” asegura Haines. “Hay muchos trabajadores a los que les gusta su mensaje”.

Pero también hay votantes de Trump que dudan y dicen que la retórica del presidente, especialmente sus demostraciones de mezquindad y sus groserías, le perjudica.

“Lo más importante, si es que va a aprender algo de todo esto, es que tiene que actuar de forma más presidencial,” afirma Joe D’Ambrosio, de 77 años, un peluquero de Bethlehem que cambió de partido en 2016 para apoyar a Trump y sigue defendiéndolo fervientemente.  

En el condado de Northampton, encontrar votantes de Trump que se arrepientan de haberlo votado y estén dispuestos a explicar por qué, requiere cierto trabajo.

En la tienda de pinturas Miller’s Paints en Bangor, al norte del municipio, encontramos dos ejemplos: el dueño, Duane Miller, de 80 años, y el dependiente, Dalton Tucker, de 20.

Miller fue un popular alcalde demócrata del pueblo durante 16 años, pero “en el último momento” decidió votar a Trump, “pero no se lo dije a mucha gente”. Sin embargo, la “inmadurez” de Trump ha hecho que Miller se arrepienta de haber votado por él, asegura.

“Me sorprende que la gente lo escuche hablar y luego diga ‘bueno, está bien, pero igualmente lo volvería a votar’,” dice Miller. “Pero cada vez hay menos de esa gente por aquí.”  

Tucker, el dependiente, dice: “Hace un año le tenía un poco más de fe, comparado con hoy”. Él esperaba que Trump demostrara más liderazgo sobre los dos partidos.

Christopher Borick, director del Instituto de Opinión Pública del Muhlenberg College, afirma que si bien la mayoría de los votantes de Trump sigue apoyando al presidente, existe un importante número de arrepentidos, que lo habían votado por impulso o como forma de protesta.

“Creo que una parte de los votantes de Trump de 2016 está agotada de sentirse siempre a la defensiva,” explica Borick durante una entrevista en Nazareth, Pensilvania. “Pero para otros, funciona al revés: ‘Esto sólo refuerza las razones por las que voté a este tipo’. ”En definitiva, creo que la coalición de votantes que logró que Trump fuera elegido presidente en 2016 no está unificada.“

Apoyo de acero

Puede que la coalición que votó por Trump sea débil, pero la devoción de sus seguidores de base es sorprendentemente fuerte. Lee Snover, de 49 años, una dirigente republicana en el Estado de Pensilvania y seguidora de Trump desde los primeros momentos, habló con The Guardian mientras cerraba las nóminas de su negocio de venta de yeso para construcción, el cual “tuvo sus mejores ingresos desde hacía años” en 2017, dice.

“Creo que Estados Unidos se está moviendo en la dirección correcta,” afirmó. “La gente sigue apoyando a Trump. No he oído a nadie quejarse o arrepentirse, ni nadie me ha llamado para decirme ‘No puedo creer que haya hecho esto’”.

El hermano de Snover, Jerry Pritchard, de 51 años, que coordina a los empleados del negocio, dice que “mucha gente ve que Trump está trayendo prosperidad”.

Cuando se le pregunta si es suficiente, dado la dolorosa división y crispación que la gente ha percibido en el primer año de la presidencia de Trump, Pritchard niega que el país esté dividido, atribuyendo esa idea a un invento de los medios de comunicación.

“Trump responde a las preguntas como una persona normal y eso vuelve loca a la prensa,” asegura Pritchard.

Como ejemplo, Pritchard mencionó la respuesta del presidente a la violencia racista en Charlottesville, Virginia, por la cual Trump culpó a “ambos lados”.

“Tiene razón. Había dos bandos peleando. No se puede pelear uno solo, ¿no?” dice Pritchard. “Sólo puedes pelearte tú solo con un adversario imaginario frente al espejo”.

“Creo que el problema racial lo teníamos con Obama, no con Trump,” remarcó Snover.

La conversación demostró la dramática variedad de experiencias que los estadounidenses están teniendo durante la presidencia de Trump. Lo que para una persona es discurso incitador al odio, para otro es sentido común. Los que critican a Trump piensan que el país se está yendo a pique, mientras que quienes lo apoyan creen que se está viviendo un renacimiento.

“Dime una cosa que haya hecho mal el año pasado,” desafía D’Ambrosio, el peluquero.

“Desde luego, ha sido un año movido,” admite Peg Ferraro, concejala del municipio por el partido republicano. “Pero lo sigo apoyando y creo que están sucediendo cosas buenas, de verdad que sí.”

“Todo es positivo,” dice Larry Hallett, republicano y dueño de una empresa de asfaltado. “No conozco a nadie que no esté a favor de lo que está haciendo Trump, de verdad”.

Mucho amor

Sin embargo, algunos votantes de Trump, especialmente aquellos que lo eligieron en un intento de agitar la escena política, se muestran preocupados por el giro que está viviendo Estados Unidos. “El país está en modo divorcio,” dice Miller, sentado en su tienda de pinturas. “Y eso es lo que siento en la gente que entra aquí. Es como un divorcio. Quién tiene razón, quién está equivocado, quién se quedará con los niños... Y si queremos que el país vuelva a ser grande de verdad, tenemos que resolver esas cuestiones”.

Los obreros de la siderurgia, al recordar qué es lo que hacía que su época fuera dorada, hablan no sólo de mejores salarios sino de otro tipo de recompensas. “Era algo que había que vivirlo para comprenderlo,” declara Behum.

“Había mucho amor aquí. No como ahora, que todos se odian entre sí, ¿me entiendes?”

Traducido por Lucía Balducci

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