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Abstencionista a la fuerza o el suplicio de votar como emigrante

Salomé García

Residente en Nueva York —

Hay que estar empecinado en participar para decidirse a votar en las elecciones españolas si uno es un emigrante. Se necesita voluntad de hierro y una capacidad de anticipación incompatible para los que vivimos al día. Nada de esperar al día de las elecciones a ver cómo te pilla el cuerpo. Si has emigrado, la indecisión es sinónimo de desaparición a efectos electorales.

Yo estoy empezando a concienciarme para las de otoño, las generales, porque para las autonómicas ya no llego. A ver si en estos seis meses consigo superar la carrera de obstáculos y logro pronunciarme. Que a mí me chifla votar.

Los que estamos fuera somos cerca de dos millones. Podríamos decantar el resultado si el exterior fuera una circunscripción única y todos tuviéramos la paciencia, la determinación, la salud, el tiempo y el dinero que implica votar cuando eres emigrante. En la última convocatoria electoral, la participación de los ausentes no llegó al 2%. Yo creí que eran todos una banda de despolitizados, pero resulta que no, que son abstencionistas por obligación. Me explico.

El suplicio comienza con la inscripción en el consulado correspondiente como español no residente (en España, se entiende). Muchos no lo hacen porque esa inscripción conlleva la pérdida inmediata de la cobertura sanitaria española, y uno nunca sabe si la salud le dará para ser emigrante mucho tiempo.

Una vez inscrito en el consulado, hay que inscribirse en el Censo Electoral de Residentes Ausentes (CERA). Otro trámite.

Todo esto hay que hacerlo de serie, anticipadamente, como si uno al emigrar tuviera entre sus prioridades estar listo para que algún espabilado le convoque elecciones por sorpresa. Porque ese censo se cierra entre 60 y 90 días antes de la fecha electoral, ¡ahí es nada! Lo dice con una perífrasis casi ininteligible la legislación vigente (Ley Orgánica 2/2011 de 28 de enero de 2011: “Para cada elección, el Censo Electoral vigente será el cerrado el día primero del segundo mes anterior a la convocatoria”, art. 39.1).

¿Ya inscrito? Empieza el verdadero viacrucis.

Ningún partido político, ni los pata negra ni los emergentes, va a enviar papeletas electorales a tu casa. No puede hacerlo. La ley establece que los no residentes debemos “rogar el voto” (la expresión tiene bemoles, como si no bastara con pedirlo). El ruego se hace mediante otro impreso, que uno debe enviar por correo certificado a la Delegación Provincial del Censo Electoral correspondiente, pagando los 25 a 30 dólares que cuesta el envío. Es inútil intentar hacerlo por internet, la página no funciona y si uno elige esa vía (que no logrará completar), habrá invalidado la opción de hacerlo por correo postal (le ha pasado a amigas).

Es el momento de cruzar los dedos y esperar a que lleguen las papeletas. Conozco personas que llevan esperándolas un mes. Si llegan, no te lo pienses y corre a la oficina postal, porque solo se admitirán los votos enviados (otra vez por correo certificado, otros 25 o 30 machacantes), como tope, cinco días antes de las elecciones. O vete al consulado si vives cerca de uno, sin olvidarte de llevar contigo el certificado de pertenecer al CERA y el DNI o pasaporte.

Pero no te confundas y vayas el día de las elecciones, que es domingo y no trabajan. Debes ir entre el miércoles y el viernes previos, en horario de oficina. ¿Que vives lejos del consulado? ¿Que trabajas y no puedes ir en horario laboral? Pues saca la cartera y paga el correo certificado.

No es que no tengamos opinión, es que nos fuerzan a abstenernos.

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