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Elecciones catalanas para 'dummies'

Barbijaputa

Con objeto de hablar sobre las elecciones catalanas en el post de esta semana, el domingo me hice palomitas y me puse delante de la TV con Tuiter a un lado. Nunca había seguido tan de cerca unas elecciones autonómicas que no fueran andaluzas y, la verdad, ojalá hubiera empezado antes porque disfruté muchísimo. Prácticamente fue como si estas elecciones las hubiera dirigido Buñuel. De hecho, aún no estoy segura de haberlas comprendido muy bien.

En principio todo parecía fácil de entender: candidatos, urnas, gente cabreada, escrutinios, resultados y listo. En fin, lo que son unas elecciones. Éstas, en concreto, tenían la peculiaridad de que fueron adelantadas por decisión de CiU, quien pretendía seguir y reforzar con mayoría absoluta su Gobierno por otros cuatro años.

Para cuando los resultados finales dejaron claro que CiU no sólo había perdido 12 escaños sino que además necesitaba apañar Gobierno con alguien para poder gobernar, media España estaba ya metida en su red social favorita riéndose de Artur Mas. En Tuiter, en ese momento, ponías en el buscador “Artur Mas” y te daba de resultado una media de 45 chistes por segundo. Yo sufrí, nadie empatizó con el president, nadie. Creo que se rieron hasta los que le votaron. Por inercia.

Hasta aquí todo normal, es decir, alguien en España hace el ridículo y todos nos reímos hasta que se nos olvida o hasta que otro haga el ridículo de nuevo. España es un país capaz de entrar en bucle cuando de reírse de otro se trata.

Pero cuando todo el mundo esperaba que compareciera el ganador (magullado, pero al fin y al cabo ganador), TVE nos sorprende con que la primera comparecencia de la noche sería la de María Dolores de Cospedal.

Es decir, Cospedal, miembro del PP (que no era esa noche ni 1ª ni 2ª ni 3ª, sino 4ª fuerza política), desde Madrid, dio una charla-simposio sobre lo que le habían parecido a ella las elecciones catalanas. Ya esto me dejó un poco descolocada. Pero menos mal que yo no era la única, empezaba a pensar que yo no entendía nada de estas elecciones porque soy andaluza:

Fue una maravilla escucharla divagar con-su-habitual-forma-de-eh-expresarse sobre lo que ella creía que había significado todo ese lío de ir y venir de escaños de un sitio a otro. Se echó en falta que le pusieran una mesa de camilla y unas pastas, la verdad.

De su discurso me quedo con esta parte (y cito textualmente):

“(...) la radicalidad-de-CiU y (mirada a la derecha) más que nunca la deriva soberanista... (mirada a la izquierda) de CiU, que-ya ha dejado claro que-tiene un objetivo... que es, la separación... o el separatismo-ha dado lugar a un incremento importante-de Esquerra... Republicana”.

ÍDOLA.

Es decir, si ves el vídeo a cámara rápida, comprendes que lo que viene a decir Cospedal es que en CiU habían perdido votos por ser separatistas y que por eso miles de sus votantes se habían ido a ERC. Porque ERC, a pesar de que su programa electoral comienza por la frase “El projecte per als Països Catalans”, no es independentista, a su parecer.

Creo que todos nos sentimos en ese momento como si estuviéramos escuchando a nuestra abuela opinar en público sobre el Bosón de Higgs. Nos debatíamos entre mandarla a callar o abrazarla muy fuerte.

Luego, como tenía tiempo y ganas, Cospedal hizo un resumen (todo lo que ella es capaz de resumir) del fracaso del PSC (que perdió 8 escaños) no sólo en estas elecciones, sino en otras elecciones autonómicas ya pasadas, mientras reprimía una sonrisa. Tras criticar a todos y cada uno de los candidatos y sus resultados, Cospedal acabó con un glorioso: “(...) un incremento-de-un escaño es un... magnífico resultado y-quiero felicitar al-PP-de Cataluña y-a-Alicia Sánchez por el-magnífico resultado… el mejor resultado de la Historia (...)”.

Ya nadie parecía muy seguro de quién era quién, qué partido quería qué ni quién había ganado exactamente el qué.

Y entonces fue cuando Artur Mas compareció por fin ante los medios.

Me temí lo peor, un descalabro de tamañas proporciones deja KO a cualquiera. Pero Artur no es cualquiera. Artur sonrió de principio a fin y dio un discurso tal, que la gente en Tuiter, confundida, dejó de pedir su dimisión. Yo misma estuve tentada de quitarme de encima el bol de palomitas, levantarme y gritar “BRAVO”. Porque vale que no estaba entendiendo nada, pero qué buen rollo todo. Estaban todos tensos pero tan contentos, desde los primeros a los últimos, que empecé a pensar que habían ganado todos y que aquello debía de ser lo que la gente llamaba “la fiesta de la democracia”. Incluso UPyD, que consiguió menos votos que el Partido Pirata, estaba celebrándolo:

¿No es maravilloso?

Pero cuando ya la noche parecía acabada y todos parecían haber ganado, llega Pedro J. Ramírez, (cuyo periódico fue el responsable de que salieran a la luz antes de las elecciones los famosos borradores que afirmaban que Mas y Pujol tenían cuentas en Suiza), y nos informa de quién ha ganado realmente las elecciones:

¡Otro en la fiesta de la democracia!

Al principio pensé que Pedro J. estaba más perdido que yo, que se había dejado llevar por el sentimiento colectivo de victoria provocado por todas esas comparecencias donde todo el mundo sonreía y parecía ser feliz. Hasta yo sentía que había ganado algo, estaba contenta sin saber por qué.

Pero no era eso. Al final resultó que se sentía ganador porque achacó el patinazo de Mas a los dudosos borradores de El Mundo (cuya difusión en Cataluña, por cierto, es de menos de 20.000 ejemplares). Pedro J. creía haber influido en el voto catalán de tal manera que había conseguido arrebatarle los doce diputados a CiU y le había privado de la mayoría absoluta.

Y por segunda vez en la noche, un iluminado hacía el ridículo. Pasó lo inevitable:

Puede que él sintiera realmente que ganó algo, pero lo que realmente consiguió fue que perdiéramos aún más la fe en la prensa española.

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