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Degeneración

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. / Efe

Elisa Beni

La degeneración del sistema democrático diseñado en la Constitución del 78 ha quedado finalmente desvelada en toda su crudeza. Parece que hasta los más sordos de sus perpetradores se han ido dando cuenta. Ha hecho falta que les pusieran delante un fenómeno que no entienden aunque el fenómeno sólo tiene de inexplicable el que no haya sucedido antes.

Así que ahora saben que no queda otro remedio que dejar de hacer el tancredo. Claro que, como siempre, no hay ni examen de conciencia ni dolor de los pecados. Van a cumplir una penitencia. Rajoy ha dicho la palabra mágica: regeneración. Juego de trileros. Van a echar un pedacito de carne a la bestia pensando que así la tendrán entretenida al menos hasta que amaine el temporal. Ese empoderamiento ciudadano, ese afán de pedir limpieza y vuelta a la esencia democrática con el que se han encoñado ya pasará. Unos puestos de trabajo y un poco de consumo y todo volverá a su cauce.

Con total cinismo Rajoy dice “regeneración”, e intenta colar en el paquete un pucherazo preelectoral, un desprotegimiento de quienes deben perseguir la corrupción y no de quienes puede corromperse y alguna otra finta vistosa para poder meter en los discursos electorales “aforados”,“indultos” o “iniciativa popular”.

Parole, parole, parole. Todo para seguir degenerando.

El PSOE, que también ha participado en sus años de Gobierno en la tarea de opacamiento de los engranajes democráticos, tiene un mayor aspecto de contrición. Los pecados, al menos los mortales, los ven. Aún así se dejan en el almario cuestiones esenciales que, mientras han estado en el poder, también han pervertido.

El problema de la regeneración es que los partidos que han tenido cuotas de poder hasta ahora deberían estar dispuestos a pegarse un tiro en el pie para llevarla a cabo. O a cortarse las manos para sacarlas de todas las instituciones, organismos de control e instancias en las que las han ido metiendo para asegurarse su control y, por ende, su desactivación. Es improbable que voluntariamente vayan a renunciar al poder omnímodo que han ido ganando en estas décadas a base de pervertir las líneas maestras del delicado juego de contrapoderes y límites que mantienen en pie un auténtico sistema democrático.

La regeneración sólo es posible si dan marcha atrás en todos los mecanismos de sumisión y control del Poder Judicial que han establecido con el paso del tiempo. Solo se producirá si salen del Tribunal de Cuentas, si liberan al Tribunal Constitucional, si aceptan que no podrán ser nunca más los amos del cotarro de forma totalmente impune y desatada. Para regenerar tienen que poner una bomba de relojería bajo sus pies haciéndose responsables de las finanzas de sus partidos y negándose el pan y la sal al impedir que les mane ese dinero que siempre exige contraprestaciones. Regenerar pasa por soltar las riendas y el bozal de adulación y prebendas con el que tienen pilladas a sus propias organizaciones y admitir el desmadre de que los ciudadanos puedan usarlas como cauce de expresión política democrática. Volver a una democracia real pasa por admitir que tendrán que rendir cuentas a sus representados y darles voz más allá de la que escrutan cada cuatro años.

Las probabilidades de que ese sea el pacto que Rajoy ofrecerá este otoño son nulas. Rajoy es Lampedusa pero despojado de cualquier cambio que no sea el del nombre de las cosas. Hay alguna esperanza más de que Sánchez y sus chicos lo hayan entendido pero no de que vayan a apurar la copa hasta las heces.

Un nuevo intento de engañar a la ciudadanía no valdrá esta vez.Y ahí está, acechante, el fenómeno...

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