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El Gobierno se revuelve contra el ERE que le amenaza y el fin de las mamandurrias

Ana R. Cañil

Las gotas de sudor que recorrían la espalda de varias señorías en el Congreso y en el Senado esta semana ya no eran una metáfora. Rostros preocupados, ceños más fruncidos, sonrisas forzadas ante los flashes, gotitas que perlan la frente hasta de los más flacos, maquillaje que empieza a estar algo churretoso entre las damas. Son los primeros síntomas de que algo ha cambiado tras el 24-M. Por primera vez los diputados, especialmente los del PP, han vislumbrado el frío que hace fuera de las históricas paredes del Congreso en la Carrera de San Jerónimo o del Senado en la Plaza de Oriente. Sillón de mis entretelas, mi despachito oficial coreaba por lo bajo un periodista poco antes de la sesión de control entre Rajoy y Pedro Sánchez. La primera tras los resultados autonómicos y municipales. Aún el jueves, en que cada uno cogió la maleta y regresó a su casa, quedaban restos de los efluvios de cada ocurrencia peligrosa de Esperanza Aguirre. Al principio les parecían locuras, a medida que pasaban las horas y se asustaban unos a otros, el “Gobierno de Concentración contra los soviets” resultó el mejor clavo ardiendo al que aferrarse, además de la chepa de algunos compañeros socialistas que de pronto empezaron a sentir un exceso de palmadas y sonrisas de los colegas del PP.

En honor a la verdad, cabe decir que hay diputados populares que, aunque en susurros, hacen el diagnóstico de lo que les está pasando. Hay que lucir canas y ejercer la templanza o carecer de inteligencia emocional -o solo de inteligencia- para mantenerse frío ante las llamadas de auxilio de los miles de compañeros “de provincias y de los pueblos” que se quedan sin trabajo. “Son muchos años y algunos colegas estaban convencidos que la de político era una profesión vitalicia. Les han devuelto a una dura realidad” reflexiona su señoría, que luce canas y tiene próxima su jubilación. Claro que es realidad de esos perdedores políticos no será tan cruel como la de los 13 millones de españoles en riesgo de exclusión y pobreza, que no han merecido ni una línea destacable en la semana parlamentaria “pero hay que disculparlos. Aún están en estado de shock y aquí, mira, se alimentan unos a otros”.

Es verdad. A pie de pasillo o de mesa de la cafetería las preguntas del tipo ¿qué voy a hacer después de las generales? ¿Con qué voy a pagar los colegios privados de mis hijos? ¿Qué hago, mantengo el curso en Suiza de la niña el año que viene? ¿Le digo al mayor que aparque la idea de comprar el escarabajo descapotable? ¿Reservo en Baqueira para Navidad? estaban a la orden del día, sobre todo entre las mujeres, siempre más prácticas en la vida diaria. Y todo por culpa no solo de los bolivarianos y leninistas de Podemos, sino por la obcecación del jefe Rajoy.

De los 186 diputados que tiene el PP en el Parlamento y de los 136 senadores en la Cámara Alta, menos de medio centenar son conocidos para la ciudadanía, aunque algunos trabajen. Y mucho. Según las diferentes extrapolaciones -no fiables del todo, pero si indicativas- de los datos del 24M a una Generales, más de un tercio se quedarían sin su escaño en el Congreso, bajando de 186 a 100. O menos. Por no hablar de cientos de altos cargos repartidos por toda la geografía nacional, parte de los cuales ya están desesperados estos días. Se han convertido en “políticos”, una profesión que nunca debió de existir como tal. Ahora tienen difícil reciclaje. La posibilidad de las puertas giratorias a las empresas que apoyaron o favorecieron directa o indirectamente, se evapora bajo la lupa y la intransigencia de los partidos emergidos con respecto a la corrupción. Por lo menos de momento.

Es cierto que una parte de esos diputados y senadores que podrían quedarse en la calle para las próximas navidades pueden tener su vida resuelta, dado el favorable sistema de jubilación que tienen las dos cámaras, las llamadas pensiones doradas - sólo necesitan siete años para cobrar la pensión máxima- que solucionarán la vejez a los más arrugados. Pero los otros, los de la última hornada que llegaron a los pasillos repletos de poder con la mayoría absoluta de Rajoy, van a tener problemas frente a lo que “estamos acostumbrados, lo reconozco. Además, si no logro colocarme en un buen puesto en la lista para este otoño, puede que el haber sido diputado justo con el PP, marca vinculada a la corrupción, se convierta hasta una mancha en mi curriculum a la hora de encontrar puesto en una empresa. Esto no va a ser como antes y eso no sé si lo vamos a saber procesar” reconocía una de las jóvenes señorías que no usa paños calientes con la situación y ya anda más que preocupada con quien encabezará su provincia después del verano. Tiene una solución, matarse a currar dentro del Grupo Parlamentario todo julio y agosto “pero sin un buen padrino, no sé si va a servirme”.

Y está la gran novedad. Para las grandes empresas y los bancos la situación también ha cambiado. Los Botín ya tienen el banco lleno de apellidos de políticos amortizados y Ana Patricia no tiene los mismos criterios que su padre, el fallecido Emilio Botín, que junto con Fainé (La Caixa) o César Alierta (Telefónica) y los presidentes de eléctricas y constructoras -desde Galán a Florentino o a Villar Mir por citar a los grandes entre los grandes- durante décadas han ejercido de empresarios escoba para recoger a ex ministros, ex secretarios de estados, ex directores generales....Toda una troupe que marcó la época de las puertas giratorias desde los tiempos socialistas. “El caso de Rato ha hecho mucho daño, está aún fresco en la memoria de todos y en el Consejo de la Competitividad” ese que agrupa a la flor y nata del poder económico de este país.

Estas y otras consideraciones igual de reales y vulgares ocupan la cabeza de los señores diputados, cada día más crispados, cada día más dispuestos a aferrarse a lo que caiga con tal de salvar a su familia, porque por mantener el colegio privado de los hijos o la universidad en Estados Unidos -o el servicio y los dos coches en casa- son capaces de luchar con las mismas fuerzas que los desahuciados de sus viviendas, solo que con armas mejores y más sofisticadas que la de atarse al balcón o apilar los muebles detrás de la puerta que terminará derrumbando la policía. Consultado un político catalán, advierte que la condición humana es igual en Barcelona -y en todo el mundo- que en Madrid, que tan asustados están los políticos de CiU como los del PP. ¿Y los del PSOE? Uf, esos todavía están haciendo la travesía del desierto de Zapatero. Un tsunamí así solo les podría haber sucedido en Andalucía. Pero además, suelen tener peor cuna y eso ayuda en estas circunstancias. Siempre fue más fácil aprender a subir que a bajar con dignidad.

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