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Opinión - El presidente Sánchez no puede ceder

Al Gobierno ya sólo le importan las europeas

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, saluda a los asistentes a la Convención Nacional del PP. / Efe

Carlos Elordi

La inquietud vuelve a mandar en el ambiente económico internacional y en los medios de referencia: no sólo porque los inversores siguen retirando dinero a espuertas de los países emergentes –tras Argentina, que es el que está peor, ahora los temores se agudizan en torno a las monedas de Turquía, Sudáfrica, Rusia, Hungría y hasta Polonia–, sino porque el nuevo descenso de la inflación en la eurozona parece confirmar la debilidad de la recuperación.

Al tiempo, China crece cada mes más despacio y la situación financiera de Grecia vuelve a agitar Bruselas. Pero en la escena política española nada de eso parece existir. Aquí, con promesas de dudoso cumplimiento, el PP ha lanzado la campaña electoral y ninguno de los demás partidos parece dispuesto a seguir otro guión que no sea ese.

La lectura de los boletines económicos internacionales no genera la sensación de que se esté en puertas de una catástrofe, al menos por el momento, pero sí que los países que tienen su estabilidad financiera cogida con alfileres podrían llevarse un susto si los procesos apuntados empeoran, lo cual es una posibilidad real. España es uno de ellos. No sólo porque sus cifras macroeconómicas son muy malas –y por mucho que se esfuerce el Gobierno en convencer de lo contrario, ni mejoran ni tienen pinta de hacerlo a medio plazo–, sino porque los problemas que nuestro país tiene en el terreno justamente financiero siguen sin resolverse.

En estos últimos días, prácticamente todos los bancos han hecho públicos sus resultados en el ejercicio 2013. Todos ellos presentan beneficios, que derivarán en importantes dividendos para sus accionistas.

Los expertos coinciden en que esas cifras se deben a dos factores. El primero es la decisión del Gobierno y del Banco de España de rebajar sus exigencias para que los bancos destinen una parte de sus ingresos a provisiones a fin de hacer frente a eventuales fallidos. Un relajamiento no muy comprensible cuando la tasa de morosidad no deja de crecer y cuando una lista no pequeña de empresas importantes –empezando por las cementeras, cuya facturación en 2013 cayó un 19% y está ya en niveles de hace medio siglo– corre el riesgo de ir a la suspensión de pagos.

El segundo motivo de los beneficios de los bancos españoles –que están entre los más endeudados del mundo y cuyos márgenes operativos siguen cayendo– es lo que en la jerga del sector se llama carry trade, es decir en el rentabilísimo cambalache del dinero que masivamente les presta el BCE, a tipos del 1% o menos, y que les sirve para comprar deuda pública española, que luego esos bancos venden a cerca del 4%.

Pues bien, a pesar de apoyos tan sustanciales –y que ninguno de los grandes partidos españoles discute, cuando podrían perfectamente ponerse en cuestión, al menos parcialmente–, los beneficios de todos los bancos, salvo el Sabadell, han sido inferiores –entre un 5% y un 10%– a lo que hasta hace pocas semanas pronosticaban los expertos. De lo que podría deducirse que la “buena salud” de nuestro sistema bancario que pregona el Gobierno no lo es tanto.

¿Qué resistencia pueden ofrecer esos bancos a un empeoramiento del panorama financiero internacional por culpa de los países emergentes –en algunos de los cuales los bancos españoles y las grandes empresas del IBEX a ellos vinculadas están muy presentes–, de un tropiezo en la eurozona, de un bajón chino o de las consecuencias del fin de la política de estímulos financieros en Estados Unidos?

Habrá que verlo. Lo que está claro es que el PP y el Gobierno no están por plantearse duda alguna al respecto en estos momentos. Para ambos, lo prioritario es ganar las elecciones europeas al precio que sea. Porque si las perdieran, las perspectivas que se les abrirían para los siguientes comicios, los autonómicos y municipales, no serían precisamente favorables –ya no lo es ahora, según parece–, y una derrota en este campo podría ser fatal para las generales.

No siendo fácil que eso ocurra –el enorme poder mediático de la derecha, ahora reforzado por el despido de Pedro J. Ramírez, puede ser decisivo en unas elecciones que no generan particular entusiasmo popular–, no se puede descartar que el PP pierda las europeas. Por eso los regalos y promesas del Gobierno que se han conocido en los últimos días pueden ser sólo el principio de una serie muy larga.

Lo de las rebajas de impuestos para 2015 es un brindis al sol. Porque no dependen del Gobierno español, sino de la UE, y todo parece indicar que Bruselas ya ha llegado al tope en sus concesiones en materia de relajación de los requisitos de cumplimiento de la reducción del déficit público. En una situación, además, en la que nuestra deuda pública no deja de aumentar y muy pronto estará en el 100% de nuestro PIB… y subiendo.

Lo de las nuevas becas Erasmus del ministro Wert es, como poco, paradójico. Porque llegan un mes después de que su ministerio haya reducido sustancialmente el número y la cuantía de las becas originales –y quería hacerlo aún más–, y cuando los recortes de gastos en educación que viene practicando desde hace dos años su departamento y, siguiendo sus instrucciones, los Gobiernos autonómicos, han sido terribles en todos los capítulos y particularmente en el de personal.

Al ministro no le debe de importar mucho esa contradicción flagrante con tal de que los estrategas electorales del PP la aprueben y su imagen interna salga mejorada. Otros de sus colegas seguirán seguramente su ejemplo. A ver qué se les ocurre.

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