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A ver si ahora Cayo Lara va a resultar un intelectual

Rafael Reig / Rafael Reig

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Cuando empieza a narrar la tiranía de Caracalla, dice Edward Gibbon que, hasta entonces, los romanos habían contado con la peculiar ventura, y en los peores tiempos con el consuelo, de que en la virtud sus emperadores habían sido activos; y en el vicio, indolentes (“it had hitherto been the peculiar felicity of the Romans, and in the worst of times the consolation, that the virtue of the emperors was active, and their vice indolent”).

Afortunados ellos. Nosotros, tan sin ventura ni consuelo, tenemos un presidente que en el vicio se muestra infatigable, favorece a los poderosos, castiga a los más desprotegidos, arremete contra la educación y la sanidad públicas, recorta derechos a embarazadas, presos, inmigrantes y a todo aquel que no sea rico por su casa. En sus conjeturales virtudes (capacidad para templar gaitas gallegas, sentido común, pragmatismo o las que fueren) se ha entregado, en cambio, por completo a la pereza.

Cómo no voy a apoyar a Sánchez Gordillo. Cómo no voy a apoyar el robo de alimentos para repartirlos y la ocupación de fincas. more

Lo incomprensible, lo mojigato y desvergonzado es ponerle peros, como ha hecho Izquierda Unida, en un rapto de cagaleras orteguiano-democráticas.

¿Que no es legal? Por supuesto, ¿y qué?

Desde mi infancia vengo oyendo con asombro que la Inmaculada Transición fue ejemplar porque se hizo dentro de la ley. ¡De la ley franquista! Que las propias Cortes del dictador “se hicieron el harakiri” (les encanta a los periodistas esta sandia expresión) para dar a luz lo que se llama (no sé bien por qué) una democracia. Pues vaya mérito tan estrambótico el de cumplir las leyes de una dictadura: vergüenza debería darles.

En cualquier país que se respete, al día siguiente de la muerte del dictador se habría restaurado la República, aboliendo de un plumazo todo el entramado jurídico ilegal e ilegítimo del franquismo. Aquí no, qué va, Spain is different: aquí nos tragamos el Movimiento Nacional al completo en la ponencia constitucional, en la dirección de los periódicos, en las empresas, en la universidad y hasta en la jefatura del Estado, en manos del sucesor designado por el propio Caudillo (“a título de Rey”); y en la del Gobierno, con Adolfo Suárez, el que fue ministro secretario general del Movimiento.

En la ejemplar e Inmaculada Transición deglutimos sin masticar todo batracio de la charca de Franco, desde Martín Villa a Juan Luis Cebrián (jefe de informativos de la radiotelevisión de la dictadura), desde Samaranch a Fraga: menudo ejemplo. Sin romper jamás con la “legalidad” franquista y (vergüenza da decirlo) además orgullosos de ello.

Y con la Iglesia de propina, por si no tuviéramos bastante.

En cualquier “primavera árabe” (otra bobada periodística), por mucho menos se monta la de San Quintín.

¿A quién le pueden asombrar los lodos que han venido a enfangarnos tras aquella polvorienta transición?

Pues no escarmentamos todavía: resulta que hasta Izquierda Unida titubea porque Sánchez Gordillo rompe esta “legalidad”.

Pero si habría que hacerla añicos a puñetazo limpio.

Raro es el verano en el que no releo el Laberinto de fortuna de don Juan de Mena, pero este agosto sus solemnes versos de arte mayor, escritos en el siglo XV, me han parecido de plena actualidad, casi urgente.

Como las telas que dan las arañas

las leyes presentes no sean atales;

que prenden los flacos viles animales

e muestran en ellos sus lánguidas sañas;

las bestias mayores que son más strañas

passan por ellas, rompiendo la tela,

así que non obra vigor la cautela

sinon contra flacos e pobre compañas.

¿No es exactamente lo que ocurre? ¿No son tales las leyes presentes? Si parece que esté hablando de la amnistía fiscal a los ricos, esas bestias extrañas, frente a la saña impositiva contra “flacos e pobres compañas”.  Si parece que esté hablando de los recortes de sueldos a los funcionarios frente al bandidaje al por mayor de los empresarios. Si parece que esté hablando de los banqueros, que rompen la tela de la ley y apandan millones, mientras quienes se llevan unos carros de un súper quedan prendidos en la red de la araña.

 ¡O miedo mundano! que tú nos compeles

grandes plazeres fingir por pesares (…).

Buenos nos fazes llamar los viciosos;

notar los crueles por muy pïadosos

e los pïadosos por mucho crueles.

Si hasta Juan de Mena sentía miedo de hablar, poca sorpresa será que a Izquierda Unida le den retortijones que le impiden apoyar sin reservas a Sánchez Gordillo.

Al fin y al cabo, Juan de Mena no era más que un intelectual, del que ya se chanceaba con bien poca gracia Juan de Lucena, obispo de Burgos, cuando escribía: “De grand ánimo te muestras mi Joan de Mena, que las armas tanto exaltas. Trahes magrescidas las carnes por las grandes vigilias tras el libro, mas no durescidas ni callosas de dormir en el campo; el vulto pálido, gastado del estudio, mas no roto ni recosido por encuentros de lança”.

¿Será Cayo Lara después de todo otro intelectual orteguiano y no el revolucionario por el que algunos le tomábamos?

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