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¡Bajadnos las pensiones, por favor, bajádnoslas!

Antonio Orejudo

Cierra los ojos y concéntrate en mi voz: comité de sabios. Repite conmigo: comité de sabios. Ahora di: comité de expertos. ¿Qué te sugieren estos dos sintagmas? Comité de sabios. Comité de expertos. Te sugerirán seguramente lo mismo que a mí: un grupo de señores muy serios, más bien mayores y sin vida sexual. Sí, has leído bien: sin vida sexual. Pero no porque sean muy feos o porque sean impotentes. No, no. Han renunciado al sexo porque ellos, al contrario que nosotros, han alcanzado un estado de plenitud espiritual. No son siervos de su cuerpo como tú. Tampoco necesitan comer, ni dormir, ni hacer deporte. Su verdadero alimento, su esencia misma, son las ideas. Pero no las ideas políticas, ojo. Las ideas políticas también les son ajenas a los miembros de un comité de sabios. Las ideas políticas provocan pasiones. Y los sabios no sienten pasión. Un comité de sabios está muy lejos de las cosas terrenales; sus miembros se mueven guiados por la razón y por el bien común: no sienten envidia, no les obnubila el odio, son refractarios al egoísmo. Un comité de sabios está por encima del bien y del mal, al margen de la izquierda y la derecha.

No es ninguna casualidad que este Gobierno le haya cogido gusto a los comités de sabios. Sobre todo cuando quiere darnos una mala noticia: eh, vosotros, que estamos pensando en bajar las pensiones. Pero no porque queramos nosotros, de puro liberales que somos, no, no. Vamos a bajaros las pensiones porque lo dice un comité de sabios. ¿Habéis oído bien? Un comité de expertos, unos seres semidivinos que están en otra dimensión a la vuestra, gente seria, gente que ha dedicado toda su vida al estudio, sin intereses de ningún tipo, sin lujuria, sin ideología, expertos a los que vosotros no podéis llevar la contraria porque ellos lo saben todo —son sabios— y vosotros no tenéis ni puta idea.

Afortunadamente, entre los periodistas económicos los hay que, cumpliendo con su obligación, se han tomado la molestia de leer detenidamente el informe sobre las pensiones presentado por ese supuesto comité de sabios. Y también hay medios que se han preocupado por deconstruir su autoridad incontestable, poniendo cara a sus miembros y poniéndoles sobre todo ideología. ¿Pero cuántos de los 24 millones largos de votantes han hecho ese molesto ejercicio intelectual o han escuchado el que han hecho otros? ¿Mil? ¿Ciento mil? ¿Un millón? Vale, dos millones. ¿Y qué?

El mensaje que ha recibido el resto de votantes es que un comité de expertos (y al decir esa palabra mágica automáticamente se aparecen las imágenes de los sabios que describíamos en el primer párrafo) se ha reunido en una habitación secreta y ha decidido que, por desgracia, señoras y señores, hay que bajar las pensiones.

Así lo recogen los títulares de casi todos los medios nacionales y regionales: Los expertos aprueban el informe de sostenibilidad de las pensiones es el titular de ABC. Los expertos piden que las pensiones solo suban si lo hacen los ingresos del sistema leemos en El Heraldo de Aragón. Los expertos proponen ajustar la pensión inicial y no recortarla después titula la Agencia Efe.

Da igual que la lectura detenida del informe matice mucho esa afirmación o que algunos de los supuestos sabios hayan afirmado exactamente lo contario. Eso para el Gobierno es irrelevante. Sabe que los matices y las cuestiones técnicas sólo llegan a una élite insignificante, a la que ni siquiera se molesta en rebatirle sus argumentos.

El Gobierno trabaja con otra gente, con la verdadera gente, con la gente que pone y quita rey cada cuatro años. Su opinión es la que hay que moldear. Y para eso ha convocado un comité de sabios, y convocará otro dentro de poco para iniciar la reforma fiscal. La decisión de quedarse con todo, incluidas las pensiones, hace tiempo que está tomada. De lo que se trata ahora es de construir un discurso, de componer una coartada, de conseguir que sea la propia gente la que suplique a sus gobernantes —eso sería maravilloso— una bajada de las pensiones.

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