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Lo de Podemos se estudiará en las universidades

Pablo Iglesias e Íñigo Errejón.

Isaac Rosa

Llevamos tres años oyendo esa frase hecha: “El fenómeno Podemos se estudiará en el futuro en las universidades”. Dicha por sus propios dirigentes ufanos, pero también por periodistas y politólogos asombrados. Eso sí, cada pocos meses la frase se actualiza, significando en cada momento algo diferente.

En 2014 se decía por el asombro que provocaba la inesperada formación de un partido de la nada, vinculado al ciclo de protestas, con cientos de miles de afiliados y cinco diputados en las Europeas. En 2015, lo que iba a merecer estudio de los politólogos futuros era su habilidad comunicativa y su capacidad para organizar campañas electorales en las que siempre marcaba la agenda. En 2016, lo que apuntaba a su entrada en el programa de estudios era su contribución a la quiebra del sistema bipartidista tras cuarenta años, y su llegada sin precedentes al Congreso de los Diputados.

Ahora, febrero de 2017, están a solo una semana de decidir si lo que de verdad acabarán estudiando los universitarios es la increíble autodestrucción de Podemos; o si por el contrario lo que subrayarán mis hijas en los libros de texto es la forma en que el partido fue capaz de salir más fuerte y unido de un congreso difícil.

Si se da el primer caso, si Vistalegre se juega a todo o nada como quieren algunos, si pablistas, errejonistas y anticapis salen con los huesos rotos y perdiendo por el camino a mucha gente valiosa, habremos visto cómo Podemos completa en tres años un ciclo vital que a otros partidos les lleva décadas. Como se decía de las cucarachas en un viejo anuncio de insecticida, también los partidos nacen, crecen, se reproducen, mueren y se refundan o desaparecen.

En tan poco tiempo Podemos ha nacido, ha crecido, se ha reproducido, ha llegado a las instituciones, ha entrado en gobiernos, ha sido derrotado (el sorpasso que no fue), ha tenido corrientes internas, se ha fracturado en un congreso y, ya veremos, se refunda o incluso sufre deserciones y escisiones.

Pero si, por el contrario, dentro de una semana consiguen encontrar un espacio común donde integrar las discrepancias (y yo sigo pensando que Vistalegre 2 puede terminar en beso), entonces cantarán bingo: habrán logrado que estemos tres meses pendientes de su proceso interno (que hablen de uno aunque sea mal, sí; mira qué poco hemos hablado del insignificante congreso de Ciudadanos…), y dejarán un relato poderoso, ellos que gustan tanto de la narrativa: “Hemos discutido, nos habéis visto pelear, habéis podido elegir democráticamente, y al final todos sumamos fuerzas, no sobra nadie”.

Porque a pesar de la escenificación de diferencias de estos días, Iglesias sabe que Podemos saldría perdiendo sin Errejón y su equipo; Errejón tampoco querría prescindir de Iglesias y su equipo; y la suma de ellos dos más el sector anticapitalista resulta el Podemos que desean todos aquellos afiliados y votantes que no quieren elegir entre papá y mamá, y que viven con desconcierto y desencanto la bronca de estos días.

De todos ellos, dirigentes y bases, depende que Podemos se estudie en las universidades como un ejemplo de éxito a imitar, o como un muestrario de errores para no repetir. Suerte.

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