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Otra vuelta de tuerca

Rosa Paz

Desde que empezó esta crisis, no pasa un día sin que la derecha política, mediática o empresarial transmita algún mensaje sobre cómo pretenden seguir utilizando la coyuntura para recortar derechos y salarios de los más débiles. Se han dado tijeretazos en leyes y prestaciones sociales, sobre todo en los países del sur de Europa –España incluida– que han perjudicado a los siempre desfavorecidos y a las clases medias, pero que han puesto en evidencia la ruptura de aquel pacto social –voluntario o forzado– que permitió durante años en Europa redistribuir la riqueza a través del Estado del bienestar. Hay una parte que se ha retirado hace tiempo de ese consenso social, enredada como ha estado –y sigue estando– en los juegos de la codicia, que desembocaron, precisamente, en la mayor crisis económica desde 1929.

La ruptura de ese pacto no escrito es la razón por la que ahora algunos dicen que la sanidad pública es insostenible o que se pagan unas pensiones por encima de nuestras posibilidades, sin querer recordar, por ejemplo, que la sanidad pública española se hizo universal cuando la renta per cápita era cinco veces más baja y el país, por tanto, mucho más pobre. Los que piensan así, suelen creer también que las reformas –recortes– se han quedado cortas y que hace falta dar un par de vueltas de tuerca más. “Una segunda vuelta”, dijo este jueves la presidenta del Círculo de Empresarios, Mónica de Oriol, que le hace falta a la reforma laboral. ¿Para qué? Facilísimo, para bajar más los salarios. ¡Ah!, y para poder despedir aún por menos dinero.

El argumento es sorprendente, porque la presidenta del Círculo cree, como el Gobierno, que en estos momentos hay “claros síntomas” de recuperación económica en España, pero piensa que la manera de acelerar la creación de puestos de trabajo es, por ejemplo, eliminar la barrera del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), 645,30 euros mensuales, para los ni-nis, esos jóvenes sin trabajo y sin cualificación, que según ella, “no valen para nada”. Parece olvidar que la mayoría de esos jóvenes abandonaron los estudios porque eran tentados con salarios de algunos miles de euros para trabajar de albañiles o de yeseros, en esos cientos de miles de viviendas que inflaron la burbuja inmobiliaria y que ahora los bancos no ven la manera de vender.

En algún momento de estos siete años de crisis y recortes la parte contratante de la primera parte pareció dar a entender que se bajaban los salarios porque había crisis, pero que en cuanto la economía fuera mejor los salarios subirían cuando se incrementaran los beneficios de los empleadores. Seguro que hay pequeños empresarios que piensan así, que cuando les vaya bien quieren mejorar los sueldos de sus empleados, pero parece que otros muchos, sobre todo de los grandes, prefieren pensar que se puede seguir atizando la desigualdad social para que los pobres sean cada vez más pobres y ellos cada vez más ricos. Porque si no que expliquen cómo creen ellos que se puede vivir con 645,30 euros o con menos todavía si se trata de esos que “no valen para nada”, aunque antes les pagaran 3.000 euros por colocar pladur. A la señora De Oriol le parece también que los subsidios de desempleo desincentivan la búsqueda de trabajo, sin recordar, nuevamente, que en aquella época de borrachera financiera y constructora la mayoría de los parados actuales –4 de los casi 6 millones– trabajaban incluso a destajo.

En la página oficial del Círculo de Empresarios se precisa que entre los objetivos de la organización está “la búsqueda del reconocimiento por parte de la opinión pública del papel esencial del empresario en la creación de riqueza, empleo y bienestar social”. Les convendría una reflexión más profunda sobre la cuestión. Para ver si piensan que de verdad pueden contribuir al bienestar social reduciendo sus cotizaciones y con salarios por debajo de 645,30 euros.

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