El gran fracaso de la Sociedad Valladolid Alta Velocidad
Los necios creen que controlar la acción política de nuestros administradores públicos es un asunto de bandos. Y se equivocan. Creen que si gobiernan los próximos todo es tolerable y “debe” desaparecer el espíritu crítico, el espíritu decente. Así estamos llegando a una democracia agónica, que en realidad nunca se ha consolidado, donde los administrados pintamos poco y los administradores se creen con derecho de pernada. Los administrados además de putas ponemos la cama y pagamos los platos rotos
Érase un señor que se llamaba Álvarez Cascos, vicepresidente del gobierno de Aznar, que en pleno boom inmobiliario decidió financiar las infraestructuras ferroviarias del país con la especulación del suelo. Especulación expresamente prohibida por la Constitución Española. De aquellos polvos vienen los lodos que hoy sepultan la ciudad de la mano de la Sociedad Valladolid Alta Velocidad (SVAV).
Desde que se creó la SVAV en 2003 han pasado 22 años, con 6 directores generales o ejecutivos, encargados de impulsar y coordinar, responsables de la estrategia y la gestión de los objetivos de la Sociedad. Todos ellos con unos sueldazos de escándalo (superiores a los del presidente del Gobierno) a pesar de que ninguno de ellos ha cumplido con objetivo alguno, ni en la fase del soterramiento, ni en la fase de la integración ferroviaria.
Los hemos tenido desde el que no pisó por Valladolid más de un día a la semana, como Antonio Cabado, a los “mandados” de Adif, o los que solo se han dedicado a mover papeles de un sitio a otro con una indolencia absoluta. Es hasta posible que los accionistas de la sociedad después de nombrarlos estuvieran por una vez de acuerdo en su incompetencia. Pero todos, y digo todos, han hecho gala de una desidia escandalosa, lavándose las manos como Pilatos, mediocres e irresponsables.
Da igual. A todos los socios les ha dado igual. Es como si la cosa no fuera con ellos, y por ende con nosotros. ¿Y qué decir del cuerpo de abogados del Estado, asesores de “élite” que ni siquiera saben convocar adecuadamente una Junta General? Pues todos tan anchos, y ni un poquito de vergüenza. Como no la tuvo Suárez-Quiñones, en las últimas reuniones retransmitidas en directo, bostezando con las intervenciones de Carnero, o el propio Carnero con asistencia “móvil” para que le “chivaran” qué tenía que decir. Él, en realidad, es solo un pollo sin cabeza.
Cierto es que el origen del desastre es el delirio del alcalde Carnero, el gran estafador. Pero el voto determinante del caos fue el del consejero Quiñones y sus acólitos, representantes de la Junta, de los intereses regionales, no de los intereses políticos de su colega de partido. De hecho y de Derecho los representantes de la Junta no han explicado en ningún momento cuáles son las ventajas de su arbitraria decisión para la Comunidad Autónoma.
Quien ha devastado el territorio con su no-gestión de los incendios de mierda, volvió a hacer gala de su desvergüenza “sin líneas rojas”. ¿Él vota lo que le dice el alcalde de turno? ¿Él, que es La Administración? ¿O es su forma de hacer “justicia” política enterrar con cenizas todo lo que toca?
Primero 20 años para pensarlo y después otros 20 para tirar un montonazo de dinero, para concluir con el menos que nada, volviendo al siglo pasado. Brillante gestión señores. Delirante la del alcalde Carnero, estafador de libro, desleal con la ciudad hasta el tuétano. Ruinosa la de Suárez-Quiñones disponiendo de más de 33 millones de fondos regionales aportados sin que nadie en la Cortes de Castilla y León le haya pedido explicaciones por acompañar a Carnero en su delirio, y traérsela al pairo la nueva estación de autobuses en Delicias que pagaba la SVAV.
El señor de Soria que quiere ser alcalde de todos en marzo, ¿se entera de algo? No parece. Ni siquiera los suyos han confiado en que en marzo exista la más mínima posibilidad de cambiar los porcentajes en la SVAV, y desbancando al devastador Suárez-Quiñones, alcanzar la mayoría suficiente para continuar con lo pactado, el Convenio de Integración de 2017.
Y así tenemos que ni Junta ni Ayuntamiento han comprendido el verdadero alcance del pacta sunt servanda y confían en que los jueces repitan la jugada de las comfort letter y todo se quede en “una actuación negligente despreocupada” que al parecer los administrados tenemos el deber de soportar.
El infausto 24 de noviembre Valladolid sufrió un apagón del futuro sin visos de que se restablezca la línea. 120 millones de euros de inversión en la ciudad han pasado a un limbo devastador, con el boludo aplauso de empresarios y comerciantes. ¿Qué podemos esperar? ¿Volver a las velas?
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