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La pandemia ha “turboalimentado” la desglobalización

Imagen de las conexiones entre ciudades del Golfo de México.

Ignacio J. Domingo

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El tsunami desglobalizador ya se venía detectando con notable intensidad en los sismógrafos de las cancillerías internacionales antes de la crisis sanitaria. Esta pulsión antiglobalizadora se tomó una tregua a lo largo del COVID-19, pero ha agudizado sus réplicas tras el gran encierro. El fenómeno, cuyos daños colaterales airean un descenso de las interconexiones y de la interdependencia de las relaciones mundiales, está engendrado el preludio de un nuevo orden global.

Estamos ante una geometría multilateral con cambios substanciales impulsada por la paulatina irrupción del nacional-populismo. Un cambio que se está dando en algunas potencias industrializadas desde que el Brexit tomó cuerpo bajo el actual primer ministro tory Boris Johnson, que se ha convertido es su estandarte más visible, tras la -momentánea- salida de la escena política de Donald Trump. Este movimiento de ondas concéntricas ha contribuido a crear el club BRICS, con la China de Xi-Jinping, la Rusia de Vladimir Putin, la India de Narendra Modi, el Brasil de Jair Bolsonaro e, incluso, la Sudáfrica de Cyril Ramaphosa, sin olvidarse del rampante nacionalismo de otras latitudes emergentes como la Turquía de Recep Tayyip Erdogan.

Una nueva situación que anuncia réplicas sísmicas de calado por la rivalidad entre EEUU y China, la probable reaparición de crisis sanitarias, así como la irrupción de poderes geoestratégicos de tamaño medio, que amenazan con transformar la inmigración, el comercio mundial o el sistema monetario liberal.

Ian Bremmer, presidente de Eurasia Group, prefiere matizar que el orden mundial estaba ya en mutación antes de la COVID-19, como revelan la crisis logística y las dificultades de las empresas en restituir sus cadenas de valor; el arraigo del nacionalismo y su concepto de “primero, mi nación” y el ascenso geopolítico de China como consecuencia de su cambio de patrón de crecimiento (economía digital y demanda interna).

Este cóctel en estado de agitación permanente está siendo analizado, al unísono, por think-tanks estratégicos y bancos de inversión, que llegan a diagnósticos muy similares desde concepciones políticas o económico-financieras. La globalización crea ventajas naturales a las multinacionales que han posicionado sus cuarteles generales y sus cadenas de valor globales por todo el planeta, dice una reciente nota a inversores de Deutsche Bank. Sin embargo, la entidad financiera alemana matiza que las secuelas de la COVID han retroalimentado las tácticas empresariales de retorno a la localización, en la que las pymes se han encontrado en una mejor disposición que sus rivales de mayor dimensión para beneficiarse de los nuevos tiempos.

En el mismo sentido se posicionó, Carmen Reinhart, economista jefe del Banco Mundial, para quien el coronavirus “ha dejado a los países con la sensación de que necesitan ser autosuficientes en mucho mayor medida que antes”, motivo por el que “veremos tentaciones y tendencias proteccionistas en el futuro”.

“La gran pandemia ha turboalimentado la desglobalización, ha tumbado las cadenas de valor y ha elevado el nivel de riesgos geopolíticos, mientras la conciencia inversora y consumidora en los criterios ESG (Environmental, Social, Governance) han presionado a las compañías a ser más resilientes y locales”, explica Luke Templeman, analista de mercados en el banco alemán.

Cinco señales geopolíticas del cambio

Las hojas de navegación geopolíticas no son menos alarmantes. En Chatham House, centro de investigación vinculado a la Universidad de Oxford, sintetizan en cinco focos activos las fuerzas de la desglobalización. El primero, la rivalidad entre las dos grandes superpotencias, que corre el riesgo de producir dos órdenes mundiales, al más puro estilo de la superada Guerra Fría: uno liberal, bajo soberanía americana y otro capitalista-autoritario de hegemonía china.

El segundo frente afecta a las soluciones globales sanitarias. Hay movimientos que deslegitimizan la Iniciativa Covax de vacunaciones, especialmente en naciones de rentas bajas o con gobiernos nacional-populistas que imponen medidas proteccionistas y tachan de atentado contra la libertad individual a las propuestas sanitarias globales.

Los otros tres puntos de cambios latentes se vislumbran, por un lado, en la aparición de poderes emergentes medios en el orden mundial que proclaman la desglobalización y presentan rasgos de autoritarismo. Por otro lado, en la decadencia del orden liberal, sin liderazgo de estados que promuevan la restauración plena de la libre circulación de viajeros y migrantes o acabar con las restricciones a la movilidad. Y, finalmente, en la amenaza que pende sobre el sistema monetario global, al que le ha salido nuevos desafíos como las criptomonedas, el fin del dinero físico o los cambios de hábitos de consumo.

Fuerzas motrices de la desglobalización económica

En su visión sobre la desglobalización, Deutsche Bank también enumera una serie de fuerzas motrices. La primera es la caída de los flujos de inversión directa extranjera, que ya habían detectado los expertos de la agencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo. La caída es de un 40%, hasta niveles de 2005, por debajo del billón de dólares. Este descenso ha sido corregido en parte por los márgenes de beneficios de las multinacionales.

El aumento de los salarios en China ha recortado a cinco puntos de diferencia las ventajas productivas respecto a EEUU, como se desprende del Índice Costes-Competitividad de Boston Consulting Group. En este informe se señala que sumados los costes energéticos, hay países como México, Irlanda, India, Tailandia o Rumania, que operan más barato que la Gran Factoría Global. Otros países, donde están Polonia o Hungría, tienen precios sólo ligeramente por encima de China y, gracias a su proximidad con EEUU y Europa, han empezado a captar el interés corporativo de las multinacionales.

Las inversiones ESG (Environmental, Social and Governance) son el tercer factor mutante. La súbita escalada de carteras de capital bajo criterios de sostenibilidad, sociales y de buen gobierno han modificado las preferencias inversoras, pero también objetivos laborales hacia el teletrabajo o nuevas reivindicaciones salariales. “El sector privado está en fase de encarrilar sus criterios medioambientales y, en este modelo de negocio, de más complejidad, las pymes obtienen ventajas de adaptación y de comprensión de que el final de las emisiones de CO2 es inevitable y afectan a las cadenas de valor, a los proveedores y a los consumidores”, afirma Templeman.

El proteccionismo arancelario y las discusiones impositivas se han hecho un hueco en el debate de las sociedades civiles. Las elecciones en EEUU de noviembre de 2020 lo atestiguan. También la decisión del G-7, ratificada después por el G-20 y de la OCDE, de establecer una tributación mínima del 15% sobre los beneficios de las empresas a nivel mundial y de remover las deducciones fiscales de sus domicilios de baja tributación. Este movimiento global va en la dirección correcta de acabar con un dumping fiscal que ha dañado la globalización, aclara el analista del Deutsche Bank, para quien esta maniobra arroja optimismo al “deseo político” de crear una gobernanza económica mundial que pula los excesos en los que se ampara el populismo para su ascenso electoral.

Y finalmente factores de índole consumista: un cambio de hábitos y preferencias por lo auténtico y excepcional que ha convulsionado también a las cadenas de valor. Este cambio en las necesidades de los consumidores han concedido a los segmentos productivos minoritarios, locales y más artesanales, nuevas habilidades para colocar sus productos en el mercado.

La digitalización, sin embargo, se ha convertido en un bálsamo para cimentar la globalización. Un aspecto crucial, afirma Thomas Straubhaar, uno de los padres del término Revolución Industrial 4.0, para quien “la digitalización es la respuesta al mantenimiento de la globalización, por lo que tendremos que estar seguros de que a la pandemia biológica no le sucede otra epidemia de índole virtual”.

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