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El extravagante museo de Mallorca que enamoró a Yoko Ono

Yannick Vu, Yoko Ono y otras personalidades en el Museo Sa Bassa Blanca.

Angy Galvín

Alcúdia (Mallorca) —

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En una biblioteca señorial, con más de 10.000 libros sobre arte, gira a gran velocidad una enorme rueda llena de libros. El título de la obra, 'Leer con prisa', tiene doble sentido: con prisa porque la rueda da vueltas a un ritmo para nada despreciable, y con PRISA porque fue una donación de libros que llevó a cabo el grupo empresarial al que pertenecen, entre otros, el periódico El País o Cadena SER. ¿Cómo llegó esta obra a un caserón de estilo marroquí ubicado en Alcúdia? “Yannick [Vu] tuvo una reunión con [Jesús] Polanco y le pidió los libros, lo más difícil fue que todos tuvieran el mismo tamaño”, explica Ben Jakober, propietario y fundador del Museo Sa Bassa Blanca junto a su esposa Yannick.

Yannick Vu y Ben Jakober siempre han estado bien relacionados: por el museo que regentan en el norte de la isla de Mallorca han pasado, entre otras celebridades, Michel Douglas y Catherine Zeta-Jones -que se dejan ver cada verano por allí-, Dana y Helmut Swarovski -dueños del imperio de joyas de lujo, quienes han donado una espectacular cortina de cristales compuesta por 10.000 piezas-, el tenista mallorquín Rafa Nadal y la artista Yoko Ono, con quien el matrimonio comparte amistad, tal y como reflejan las fotografías que muestan orgullosos a la prensa y al público en general.

“Yoko Ono tiene varios árboles en el mundo y uno está aquí. Es el 'Árbol de los deseos para la esperanza'. Cada visitante puede escribir uno y atarlo en una rama de algarrobo. También tenemos expuestas otras obras de la viuda de John Lenon, visitante asidua a nuestras instalaciones”, dice Jakober, quien atiende personalmente a elDiario.es y hace un recorrido por el Museo Sa Bassa Blanca, el proyecto de vida de Jakober y Vu en un enclave privilegiado de Mallorca con vistas al Mar Mediterráneo. Cuando el árbol está lleno, las etiquetas se devuelven a Yoko Ono para que sean conservadas en su torre en Islandia llamada 'Torre Imagina la Paz'.

El ímpetu con el que Jakober presenta el museo, desconocido en general para el público mallorquín a pesar de tener obras de Joan Miró, podría deslumbrar al mejor guía. Este artista (nacido en 1930 en Viena) se trasladó a Mallorca en los años 60. Aunque tiene “problemas de salud” y dice que la humedad de Mallorca no le hace “bien” -motivo por el cual ahora vive en Marruecos con su mujer-, no tiene problemas en mostrar el Museo Sa Bassa Blanca a la prensa, conduciendo él mismo un carrito de golf por las más de 16 hectáreas que conforman el recinto y comentando, casi una, a una todas las obras que en él están expuestas.

“No es un capricho de millonarios”

“Esto se ha construido poco a poco, no es un capricho de millonarios”, comenta Jakober sobre el museo, que atrae a 20.000 visitantes anuales -el 65% de ellos, extranjeros que veranean en Mallorca- y que no recibe financiación pública. “No importa viajar, lo tienes todo aquí. En cada rincón hay algo nuevo. Estamos intentando que venga gente a visitarnos”, afirma el artista. Su perfeccionismo llega a tal punto que somete a examen a cualquier periodista que se atreva a visitar con él Sa Bassa Blanca (“¿Dónde has visto antes esta figura?” “¿Quién es el famoso pintor mallorquín que nació en Felanitx?” “¿Te aclaras con las anotaciones que estás haciendo en el cuaderno?”), que se ha convertido en el legado del bohemio matrimonio a la isla.

“Me enamoré de Mallorca y de la vida de aquí. La mayoría de mis amigos son mallorquines, hemos asumido sus costumbres”, explica sobre su vida y la de su esposa, Yannick Vu. Ambos son unos coleccionistas compulsivos y han hecho girar su matrimonio entorno al arte. Él, superviviente de la época nazi, era banquero con los Rothschild -una conocida dinastía de origen judeoalemán vinculada los bancos y a las instituciones financieras- hasta que escogió una vida bohemia. Ella (Montfort-L’Amaury, Francia, 1942), viuda prematura del gran pintor italiano Domenico Gnoli, se crió en una familia de artistas.

Establecidos en Mallorca desde la oleada hippie de los años 60, Yannick Vu y Ben Jakober cumplen sus bodas de oro -50 años de casados- en 2022. El matrimonio, que ha vivido una vida bastante movida recorriendo medio mundo y codeándose con celebrities del arte y de la cultura y exponiendo en grandes museos y bienales internacionales -como Venecia y São Paulo-, decidió en 1994 convertir la residencia privada de Sa Bassa Blanca en el museo que es hoy en día, donde exponen todas las obras que han ido creando y recopilando a lo largo de los años -actualmente, el museo tiene un inventario de más de 1.700 obras-. “No hace falta ser un experto en arte para visitarnos, con ojos para la belleza es suficiente para disfrutar”, insiste Jakober.

Cinco espacios distintos

Sa Bassa Blanca constituye una de las exposiciones de arte moderno y contemporáneo más singulares de toda España. En sus instalaciones se encuentran obras de maestros como Rebeca Horn, Meret Oppenheim, Miquel Barceló, Domenico Gnoli, Frank Gehry, James Turrell o Louise Bourgeois. La mayoría del museo está al aire libre, concebido para pasear en familia y hacer picnics entre sus extravagantes esculturas gigantes -una de las más destacadas es un octopus de ocho metros, fácilmente visible desde cualquier parte del recinto-. Está dividido en cinco espacios, todos ellos diferentes entre sí.

El primer espacio es la 'Sala de los Nins' ('Sala de los Niños', en catalán), que tiene 185 cuadros expuestos de entre los siglos XVI y XIX, un tercio de los disponibles, y que incluye retratos de “niños con personalidad, mirada y presencia” -en palabras del propio Jakober-, como el de Luis XIV, una menina del suegro de Velázquez o pequeños burgueses y aristócratas de varios países -Inglaterra, Francia, Holanda, Italia...-. La hija de Jakober y Vu, Maima, murió en un accidente de moto en 1992 en Tahití y, tras ello, el matrimonio se entregó al coleccionismo como forma de digerir el duelo.

En esta sala se encuentra el primer cuadro que coleccionó el matrimonio: 'Retrato de una niña con cerezas', del artista mallorquín Joan Mestre (siglo XIX). Jakober lo consiguió para dárselo a su esposa como regalo de bodas -ella había visto la obra hacía años en una mercería de Palma, pero su propietario rechazó vendérsela por aquel entonces-. Gran parte de la obra de Yannick Vu está especializada en los retratos de bebés y niños hipertrofiados, con grandes cabezas, muchos de ellos expuestos en el Museo Sa Bassa Blanca.

Gracias al carrito de golf que conduce Jakober, podemos descubrir el segundo espacio, el 'Parque de las esculturas', donde están instaladas al aire libre piezas de animales (elefantes, rinocerontes, cabras, caracoles, perros...) y de otra índole (una puerta al cielo, una venus negra, megalitos, un nido con ramas de eucalipto, etc.). Más de 50 esculturas monumentales de granito y bronce, creadas por Jakober y Vu decoran este parque, lleno de olivos centenarios y otros árboles autóctonos. El huerto ecológico, cuidado con detalle por Yannick Vu, está en esta zona. Ella también se encarga del tercer espacio: el jardín de las rosas, un precioso rincón lleno de plantas medicinales y de más de 100 tipos de rosas, diseñado por ella, quien tiene la costumbre de levantarse a las 6 de la mañana para ir a cuidarlo.

El cuarto espacio se llama Sokratres -no por el filósofo, sino por ser las siglas de los nombres que han contribuido anónimamente a la creación de esta zona-. Sokratres es una sala-cripta ubicada cerca del jardín cuyas escaleras evocan a las pirámides de Egipto, pero cuyo interior no tiene nada que ver: es un “diálogo de unos espacios con otros, una relación espacio-tiempo”, define Jakober.

En Sokratres podemos encontrar cristos africanos, una obra de Miquel Barceló ('Pintor damun el quadre', 1983), un coche eléctrico plantado en la mitad de la sala, un fósil de un rinoceronte lanudo hallado en Siberia, un chupete gigante, un letrero azul fluorescente con una de las ecuaciones de Einstein sobre la relación entre tiempo y espacio, una cortina de Swarovski o una foto de Michael Douglas y Catherine Zeta Jones que el propio Jakober hizo y pegó en un espejo. En esta sala multicultural, donde el diálogo entre los objetos actúa de pegamento, la joya de la corona es una proyección azul que ilumina una esquina, 'Juke Blue' (James Turrell, 1968).

La residencia de Sa Bassa Banca es el quinto elemento del museo. Una edificación de color blanco con vistas a la Bahía de Alcúdia, obra del arquitecto egipcio Hassan Fathy, el elemento más característico de la enorme finca rural de 160.000 metros cuadrados de terreno protegido donde está ubicado el museo. El edificio fue clasificado como Bien Catalogado en 2012. Dos fuentes de agua -que no miden lo mismo ni tienen la misma altura porque “solo Dios es perfecto”, en palabras de Hassan Fathy- presiden el patio principal de la casa, cuya entrada está llena de fotografías de Ben y Yannick, como el retrato que les hizo Lord Snowdom en 1985. En el interior del inmueble -donde ya no vive nadie-, más cuadros de Joan Miró y una biblioteca con 10.000 libros de arte que se pueden consultar si eres alumno de la Universitat de les Illes Balears (UIB). “Dejas la mochila en la entrada y consultas el libro solo con un papel, un boli y un teléfono”, explica Jakober.

La casa esconde un secreto en cada una de las habitaciones y los pasillos. Una sala dedicada a las sillas; un pasillo con retratos de la Semana Santa de Sevilla, de la plaza de Toros de Palma (por ejemplo, 'Una tarde de toros en Palma de Mallorca', obra de Gnoli por encargo de Sports Illustrated) y de monstruos surrealistas que Gnoli creó para la revista Horizon para acompañar un escrito de Robert Graves -que también vivió en Mallorca gran parte de su vida-; una sala con jarrones chinos gigantes y una antigua habitación decorada como si fuera una capilla cristiana pero con un cielo mudéjar original del 1498 procedente de la capilla de Tarazona (catalogado Bien de Interés Cultural) son una (pequeña) parte de todo lo que se encuentra dentro del edificio.

La residencia, de inspiración árabe -tiene forma de 'ribat' o fortaleza- por el estrecho vínculo del matrimonio con Marruecos -donde residen actualmente-, era una antigua casa de pagès: “El dueño quería hacer apartamentos. La salvamos del disparate”, comenta Jakober. Fue él quien se puso en contacto con Hassan Fathy para pedirle que diseñara su casa: “En una revista, vi un artículo sobre una casa construida por él. Llamé al redactor jefe y justo lo puso al teléfono. Vio la maqueta que teníamos y me dijo: 'Puedo hacerlo incluso mejor”. El arquitecto los recibió en El Cairo para entregarles los planos que permitirían hacer la maqueta definitiva de este espacio, caracterizado por los altos muros almenados, las cúpulas, las atalayas, las celosías y un precioso jardín interior con toques Alhambreños. Incluso, en la planta baja tiene un conjunto de ventanas procedente de la casa donde había vivido Federico García Lorca.

“Estamos preparados para ir al otro mundo”

Pese a la vitalidad de Jakober, su avanzada edad (92 años) y la de Vu (80 años) los hace reflexionar sobre el futuro del museo cuando ellos dos ya no estén. “Estamos preparados para ir al otro mundo y que esto se quede en buenas manos”, comenta Jakober, quien mira con una sonrisa a Kika Osorio, directora administrativa del museo. También han incorporado al patronato de su fundación a importantes directivos del mundo empresarial mallorquín -como Sebastián Escarrer, CEO de los hoteles Meliá, o Alfonso Fierro March, biznieto del banquero Juan March-.

Jakober, por su parte, sigue trabajando en la ampliación de la colección museística -dice que, con frecuencia, se mete en Internet para mirar gangas- y busca promocionar el museo entre la población local. “Esta vida es para mí”, dice el artista. Este judío húngaro nació en el seno de una familia de comerciantes que tuvo que huir del Holocausto tras la anexión de Austria por parte de Hitler -otros miembros de su familia no pudieron sobrevivir al horror nazi, como su abuelo, que murió en Auschwitz-. Jakober creció en Reino Unido -donde obtuvo la nacionalidad en 1947 e hizo el servicio militar- y en 1955 comenzó su carrera como banquero en el imperio Rothschild, pero en 1968 decidió abandonar todo y trasladarse a Mortitx (Mallorca) para vivir una “existencia poética”.

En 1972, se casó con Yannick Vu, viuda del pintor Domenico Gnoli, de quien era mejor amigo. Vu es hija de una pianista francesa, Renée, y de Vu Cao Dam, el mayor pintor de la escuela vietnamita. Conoció a Jakober y a Gnoli en París en 1963 -ambos, Jakober y Gnoli, fueron compañeros de piso en Londres, Jakober se mudó a la capital francesa en 1955-. Se casó con Gnoli en 1965 y se fueron a vivir a S’Estaca, la mansión mallorquina que con el tiempo pasó a ser propiedad de Michael Douglas. Gnoli murió de forma prematura por un cáncer en Nueva York en 1970 y, dos años después, Vu contrajo matrimonio con Jakober en México -previamente, Jakober y Vu viajaron a Niger para realizar una película, él se puso enfermo y ella le cuidó-.

A partir de entonces, Vu y Jakober han dedicado su vida a viajar por todo el mundo en busca de inspiración, codeándose con celebridades, y a conformar una de las colecciones privadas más amplias y ecléticas que existen en España. En 1993, el matrimonio comenzó a firmar como un dúo artístico, especializándose en las obras monumentales y de gran formato, como las enormes esculturas de pulpos, elefantes o perros, que se pueden visitar en varios museos del mundo y en lugares públicos de Mallorca, como el Ánfora del Aeropuerto de Palma, la obra 'Urizen' en la UIB o el conocido casco de hierro (obra llamada 'BC 2001') que está el Parc de la Mar (enfrente de la famosa Catedral de Palma).

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