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Sobre este blog

Amnistía Internacional es un movimiento global de más de 7 millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.

Estamos presentes en casi todos los países del mundo, y somos independientes de todo Gobierno, ideología política, interés económico o credo religioso.

Mujeres protestando en Kabul

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Desde su llegada al poder en agosto de 2021, los talibanes han intentado hacer creer al mundo que respetarán los derechos humanos, pero la realidad sobre el terreno dista mucho de ello. La intimidación a las defensoras y defensores de los derechos humanos y la libertad de expresión sigue en peligro, y está habiendo represalias contra personas que trabajaron con el anterior gobierno, además de contra quienes desean abandonar Afganistán. Pero son las mujeres y niñas, que no han podido escapar y están atrapadas en un país que no solo no garantiza su seguridad, sino que su nuevo gobierno pone en peligro los avances en materia de igualdad conseguidos hasta el momento, las que se llevan la peor parte.

Entre los años 1996 y 2001, cuando los talibanes tuvieron el poder de Afganistán por última vez hasta agosto de este año, el propio gobierno llevó a cabo múltiples violaciones de los derechos humanos contra mujeres y niñas. Entre ellas, hubo mujeres sometidas a lapidaciones, palizas públicas, ejecuciones y pena de muerte, y se enfrentaron a detenciones y penas por asuntos tan absurdos como llevar vestimenta inapropiada. Además, las mujeres afganas carecían de libertades como salir solas a la calle, trabajar fuera del hogar, tener derecho a la educación o participar en decisiones políticas. Estas limitaciones no solo afectan a las mujeres y niñas afganas en la práctica, sino que psicológicamente provoca miedo y frustración al “aprender” o “asumir” que sus compatriotas varones son superiores a ellas y que cada paso que dan en su vida está relegado a tener el permiso de un hombre o directamente seguir sus órdenes.

Desde la caída del gobierno Talibán en el 2001 y bajo la tutela de Estados Unidos, las mujeres afganas lentamente recuperaron algunos de sus derechos. Entre ellos, han podido participar más activamente en política, tener sus propios negocios y graduarse en estudios universitarios. De hecho, el país llegó a tener cuatro ministras y en 2019 más de mil mujeres contaban con sus propios negocios. Hasta el pasado verano, 3,3 millones de niñas recibían educación, y según la Organización Mundial de la Salud alrededor del 87% de la población pudo acceder a centros médicos situados a una distancia máxima de dos horas. Aun así, UNICEF calcula que 2,2 millones de niñas en el país seguían sin ser escolarizadas, eran comunes los matrimonios forzosos y el matrimonio infantil, y la violencia sexual continúa extendida en la sociedad. Los mensajes sobre los derechos de las mujeres que han transmitido los talibanes desde que retomaron el poder han sido poco claros e incoherentes y han dejado aterrorizadas a las mujeres de todo Afganistán. Entonces, ¿cuál va a ser su situación a partir de ahora?

Negarles su derecho a trabajar

Una de las principales preocupaciones es si los talibanes permitirán que las mujeres trabajen, dado que de 1996 a 2001 se prohibió a las mujeres hacerlo fuera de sus hogares, salvo a las médicas y las viudas. A finales de agosto, el portavoz talibán Zabihullah Mujahid dijo a los periodistas que las mujeres debían abstenerse de presentarse a trabajar hasta que se establecieran “sistemas adecuados” para “garantizar su seguridad”, y afirmando que se trataba de un “procedimiento muy temporal”, sin dar más detalles. Unos días más tarde, Suhail Shaheen, portavoz de los talibanes, tuiteó que las mujeres que trabajaban en el sector sanitario debían acudir a sus puestos. En Herat, poco después de que los talibanes tomaran la ciudad, a muchas mujeres se les impidió acceder a su lugar de trabajo. Además, a pesar de que muchas mujeres periodistas y trabajadoras de los medios de comunicación se han quedado en casa de forma preventiva, se han producido varios incidentes en los que los combatientes talibanes les han impedido entrar en sus oficinas o informar en el terreno.

Negarles su futuro

Debido a la política de los talibanes en los 90 de prohibir que las niñas asistan a la escuela después de los ocho años, sigue sin estar claro qué políticas aplicarán a partir de ahora. Tras llegar al poder, los líderes talibanes anunciaron que, aunque no se prohibiría la asistencia de las mujeres y las niñas a las escuelas, se prohibiría la coeducación, especificando que las clases debían estar separadas por sexo, y que las alumnas sólo debían ser enseñadas por mujeres. Además, el nuevo Ministerio de Educación emitió un decreto que impone a todas las estudiantes, profesoras y personal de los colegios y universidades el uso de una túnica abaya islámica negra y un niqab que cubra el cuerpo y mayor parte de la cara. El 17 de septiembre, los talibanes anunciaron que los niños comenzarían la enseñanza secundaria, el bachillerato y la escuela religiosa, pero no mencionaron cuándo sería el turno de las niñas.

Según ha podido constatar Amnistía Internacional, aunque en Kabul y en alguna otra ciudad las niñas han podido ir a la escuela, la inmensa mayoría de las escuelas primarias del país están cerradas para ellas. De hecho, tal y como contaba Zeenat*, maestra en la provincia de Samangan: “No hay confianza en la comunidad. Padres y madres creen que si envían a sus hijas a la escuela, los talibanes podrían darles una paliza”.

Además, la grave situación económica ha obligado a muchas familias a sacar a sus hijos e hijas de la escuela y ponerlos a trabajar. Todo esto sucede también en la universidad a pesar de que, teóricamente, está abierta para las mujeres. Una estudiante de medicina de 21 años en Kabul dijo que en su clase había 20 chicas antes de la llegada del gobierno talibán y ahora sólo hay 6. También se ha constatado el acoso y agresiones que han sufrido profesoras y profesores por parte de los talibanes.

Excluirlas de la política

El 7 de septiembre, los talibanes anunciaron su “gobierno provisional” sin una sola mujer en un puesto del gabinete. El Ministerio de Asuntos de la Mujer ya no existe en el gobierno designado por los talibanes, a pesar del importante papel que desempeñó en años anteriores. También se ha restablecido el Ministerio de Propagación de la Virtud y Prevención del Vicio, lo que es especialmente preocupante por su papel en el recorte de los derechos de las mujeres en el pasado.

Represalias contra políticas y funcionarias

Las mujeres que formaban parte del gobierno antes de la toma del poder por parte de los talibanes han huido en su mayoría del país. Sin embargo, ya se han producido varios casos de represalias contra sus empleadas, familiares y allegados que han permanecido en Afganistán. Por ejemplo, Zarifa Ghafari, alcaldesa de Maidan Shar en la provincia de Wardak, dijo a la BBC que los talibanes habían confiscado su coche y golpeado a sus guardias. También ha habido informes sobre represalias, incluidas ejecuciones, contra mujeres policías. Una de ellas es Banu Negar, quien fue asesinada en Firozkoh, provincia de Ghor. Una ex policía afgana informó a la BBC de que otras ex policías habían recibido llamadas telefónicas de los talibanes, pidiéndoles que fueran a trabajar y exigiendo la dirección de sus domicilios. Las juezas y las fiscales también se han visto amenazadas, no sólo por los talibanes, sino también de hombres a los que habían condenado y encarcelado por cargos de asesinato o violencia doméstica y que fueron liberados por los talibanes desde el 15 de agosto. En varias ocasiones, los talibanes han anunciado que no pretenden castigar a antiguas empleadas del gobierno anterior, pero estos hechos contradicen sus afirmaciones.

Represión de las protestas de las mujeres

Muchas mujeres afganas se han puesto el burka, se han abstenido de salir de casa sin un tutor masculino, y dejaron de realizar otras actividades para evitar la violencia y las represalias. Sin embargo, a pesar de las innumerables amenazas, las mujeres de todo el país han llevado a cabo protestas para exigir a los talibanes que respeten los derechos de las mujeres y apliquen un gobierno más inclusivo que refleje la diversidad del país.

Se han celebrado protestas en Herat, Kabul, Badakhshan, Balkh y otras ciudades del país. Mientras que en algunas protestas se les permitió continuar pacíficamente, otras fueron reprimidas violentamente por los talibanes utilizando una fuerza que no era necesaria ni proporcionada en esas circunstancias. El 4 de septiembre, una protesta de un centenar de mujeres en Kabul fue dispersada por las fuerzas especiales talibanes, que dispararon al aire y lanzaron gases lacrimógenos, provocando al menos una herida en la cabeza a una de las manifestantes.

Estos incidentes forman una letanía de abusos que demuestran la necesidad de que la comunidad internacional adopte una postura firme ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y el Consejo de Seguridad de la ONU (CSNU), para garantizar que la situación de los derechos humanos en Afganistán y especialmente aquellos en relación con las mujeres y niñas.

Las injusticias siguen, las personas afganas siguen pasando miedo, hambre y desesperación; y todas las mujeres y niñas del país temen por su futuro y sus vidas.

En el evento STAND UP FOR AFGHAN WOMEN organizado por la Red Europea de Mujeres Migrantes, Mahbouba Seraj, nativa afgana que continúa viviendo en Kabul, mencionaba como las mujeres en Afganistán tienen “miedo a ser abandonadas por la comunidad internacional”. Pero también expresó un mensaje decidido de esperanza de que todas las mujeres y la comunidad internacional, juntas, ayuden a evaluar y mejorar su situación. “Somos poderosas, las mujeres tenemos el poder. Prométanme no olvidarnos. Los próximos seis meses o el próximo año averigüen qué está pasando en el país. Mírennos y piensen en nosotras. Juntas podemos lograrlo”.

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Amnistía Internacional es un movimiento global de más de 7 millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.

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