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Sobre este blog

Amnistía Internacional es un movimiento global de más de 7 millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.

Estamos presentes en casi todos los países del mundo, y somos independientes de todo Gobierno, ideología política, interés económico o credo religioso.

Unos días del último año por Turquía

Taner con su familia en el momento de la liberación / Amnesty International

Esteban Beltrán

Director de Amnistía Internacional España —

Taner Kilic no era mi amigo, apenas un compañero más de Amnistía Internacional, a quien veía en reuniones y encuentros, cuando fue detenido y acusado de “pertenencia a una organización terrorista” en junio del año pasado. Taner se convirtió, desde entonces y muy a su pesar, en el símbolo de una generación de defensores y defensoras de derechos humanos acosada por las autoridades turcas que respondieron al golpe de estado de julio de 2016 con una represión injustificada. Desde ese día aciago hemos luchado para lograr su liberación.

Ahora que lo veo, libre y abrazado a su mujer y sus dos hijas, tras más de un año de cárcel, viajo mentalmente a momentos en que estuve cerca de él en los juzgados de Esmirna. La escena ha quedado nítida en mí: nadie, salvo Taner, parecía tener esperanza de que todo iba a pasar pronto y recuperaría la libertad que nunca debió serle arrebatada. Caminaba esposado, rápido, escoltado por policías armados hasta los dientes, su familia gritaba su nombre, lo seguían para lograr acercarse a él sin conseguirlo, y Taner, con tranquilidad, casi con paz, nos saludaba a todos los que estábamos allí.

Por casualidad, unas horas después, mientras  Taner esperaba su vuelta a la prisión, tuve ocasión de hablar con él, todavía esposado y vigilado por policías. Le preocupaba, primero, el posible desánimo de su familia. Él se mantenía firme en sus convicciones. Nos devolvió las miles de cartas que había recibido en prisión y unas pulseras que otros presos le habían regalado porque todos pensaban, pensábamos, que ese día de febrero iba a ser puesto en libertad, No fue así y regresó a  una celda hacinada.

Cuando lo vi finalmente libre, a las puertas de la cárcel, abrazado a su familia, pensé que todo el esfuerzo hecho había valido la pena pero también, con indignación, en esas dos sesiones de su juicio a las que asistí junto a colegas de mi organización, familiares de presos y representantes diplomáticos, y que prolongaron injustamente el sufrimiento de Taner y su familia. Recuerdo a testigos que ratificaban que los defensores de derechos humanos detenidos en un hotel de Estambul, proceso al que añadieron a Taner, no conspiraban en contra del gobierno sino que se reunían en una habitación abierta con vistas a la piscina; que los peritos, incluyendo la policía, también ratificaban que el móvil de Taner nunca tuvo contacto con nadie acusado del golpe de estado; y así, un testimonio tras otro, una prueba tras otra, llevaban a la inocencia indiscutible de Taner y los demás defensores/as de derechos humanos.

Hoy, Taner está con su familia, libre, pero queda mucho por hacer, primero en relación a su caso, porque sigue procesado, y en segundo lugar para evitar que la sociedad turca continúe precipitándose hacia un tiempo sin derechos humanos. Pensad en que detras de las cifras- 360 académicos perseguidos por hacer un llamamiento para que Turquía no sea parte del conflicto en Siria, 150 periodistas en prisión, 130.000 funcionarios despedidos fulminantemente- hay vidas concretas de personas concretas, como la de Taner, como la vuestra y como la mía.

El inicio del camino para el cambio a mejor empieza cuando uno se toma, como algo personal, la injusticia. Nuestra indiferencia es el mejor aliado de los violadores de derechos humanos. No lo olvidemos.

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