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Sobre este blog

Amnistía Internacional es un movimiento global de más de 7 millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.

Estamos presentes en casi todos los países del mundo, y somos independientes de todo Gobierno, ideología política, interés económico o credo religioso.

Medallas sin viaje de vuelta

Manifestación en Etiopía para exigir que se respeten los derechos humanos © Elvert Xavier Barnes

Carmen Mormeneo

Equipo de África Subsahariana de Amnistía Internacional —

En su país, Etiopía, su pueblo, los Oromo, el mayor grupo étnico, sí lo comprendieron. Porque así es como ellos van a las manifestaciones y simbolizan la situación de represión que sufren.

Esta región y su población lleva años sufriendo una brutal persecución como consecuencia, entre otros motivos, de su oposición al EPRDF, el partido en el poder. Debido a su gran extensión (constituyen el 35,3% de la población), suponen una “gran amenaza” para el gobierno. Amnistía Internacional lleva tiempo denunciando detenciones arbitrarias, ejecuciones extrajudiciales, malos tratos, tortura y desapariciones forzadas. Al menos 5.000 oromos fueron detenidos entre 2011 y 2014: constituyen una gran proporción de la población reclusa en las cárceles federales, así como de las personas refugiadas de Etiopía.

Sin ir más lejos, en el mes de agosto de 2016 las manifestaciones pacíficas contra la marginación política, la no representación, el acaparamiento de tierras y la corrupción, han sido reprimidas con munición real y una violencia desproporcionada por parte de las fuerzas de seguridad, dejando al menos 97 víctimas mortales.

Un ejemplo de esta represión la cuenta en el informe de Amnistía Internacional un profesor que explica cómo le habían clavado una bayoneta en el ojo cuando le torturaban bajo custodia por negarse a hacer propaganda del partido gobernante en sus clases. Igualmente, una niña relató que, estando detenida en una base militar, le habían puesto ascuas de carbón en el estómago por ser su padre sospechoso de apoyar al Frente de Liberación Oromo.

De la misma manera, un estudiante declaró como lo ataron en posturas forzadas y lo colgaron de la pared por una muñeca porque pensaban que un proyecto comercial que había elaborado para una competición universitaria tenía una motivación política.

Las víctimas no son solo oromos, también de otros grupos étnicos. Porque lo que se persigue en Etiopía es la disidencia, de cualquier tipo.

Etiopía es un país conocido como destino turístico para los españoles, incluso por su papel para la adopción internacional. Pero sin embargo, poca gente sabe lo que realmente está ocurriendo allí.

La realidad es que se trata de uno de los países con más periodistas encarcelados y donde hay más censura. Cuando periodistas de Al Yazira fueron detenidos en Egipto, la atención mundial se ocupó de ellos, pero, ¿quién conocer por ejemplo al periodista etíope Eskinder Nega? Este profesional, lleva cuatro años en la cárcel y todavía le quedan otros catorce, por haberse planteado en un artículo sobre la Primavera Árabe si sería posible un movimiento así en Etiopía.

Etiopía, es en la actualidad un país con una economía dinámica y un crecimiento del producto interior bruto que, a pesar de la sequía, muchos otros países querrían tener pero, con un coste muy alto en términos de violaciones de derechos humanos para los pueblos que lo habitan.

A los oromo, en Oromía, se les han expropiado tierras para intentar agrandar Addis Abeba y para operaciones inmobiliarias de los que no eran ellos los beneficiarios; a los Mursi y otros muchos pueblos del valle del río Omo, un paraíso al sur de Etiopía, no se les está consultando ni indemnizando por expropiaciones al servicio de proyectos tales como explotaciones azucareras, una represa y otros de tipo hidráulico. Es decir, se están violando los derechos que, como pueblos indígenas, les reconoce la declaración Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas y la Carta Africana.

Una vez más, nos encontramos ante un país que se ha dotado de una Constitución, que se declara democrático y multipartidista pero que en realidad ni el derecho a la vida está garantizado. En todas las elecciones celebradas desde que el Frente Revolucionario Democrático del Pueblo Etíope llegó al poder en 1991, éste ha obtenido un porcentaje de votos llamativamente alto.

Tras las últimas elecciones de 2015, cuenta con mayoría absoluta en el parlamento. Pero en período previo a las elecciones, más de 500 miembros del Foro Democrático federal para la Unidad de Etiopía /Medrek (coalición de partidos de oposición) fueron detenidos y todavía hoy, Amnistía Internacional sigue pidiendo al gobierno que investigue las muertes en circunstancias sospechosas de figuras de la oposición política ocurridas en 2015.

Menos mal que por una vez, Etiopía y la situación de los derechos humanos pueden ser objeto de atención. Lástima que Feyisa Lilesa no vaya a poder celebrar el triunfo con los suyos porque teme volver a su país y haya decidido pedir asilo político.

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