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Caracas es Madrid

Juan Guaidó, durante su visita a Madrid.

Javier Aroca

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Nunca le hubiera cantado Carlos Cano a Caracas como le cantó a Cádiz; y eso que Madrid, hoy en día, es más Caracas que Cádiz es La Habana. Aunque en Madrid no haya más “negritos” venezolanos que en Cádiz “cubanitos”, entre otras cosas, porque los que pueblan por legión la capital manchegolatinoamericana, hoy gobernada por el PP y sus necesarios socios de ultraderecha, son más blanquitos y güeras que otra cosa. No les gustan mucho los negros a estos nuevos pobladores criollos del barrio de Salamanca.

Entre las perlas que nos trae la ultraderecha española, no cuela que Cuba siga perteneciendo a España porque una haya salido de mala manera de la verdadera perla de las Antillas. Sí, parece que con todo mérito tendremos que acostumbrarnos a que Madrid ejerza como capital de las Américas y cada día menos como de las Españas. Criollos de ida y vuelta, como sus dólares, afincados en los mejores barrios capitalinos. Eso lo explica todo.

Explica que los asuntos venezolanos se hayan convertido en parte imprescindible de la dieta mediática y parlamentaria. Lo último ha sido la trifulca por el encuentro-no encuentro del ministro Ábalos con la vicepresidenta venezolana.

Y todo por la supuesta alianza entre el Gobierno español y el régimen de Maduro. Ha molestado al criollismo de la derecha cortesana que Pedro Sánchez llame líder de la oposición a Juan Guaidó. Como se oyó en París, cuando de visita a Macron estuvo el susodicho, pero, claro, París no es la capital de Venezuela. Y todo este lío por el precoz reconocimiento de Sánchez a Guaidó, siguiendo la instrucción washingtoniana.

El reconocimiento de Guaidó es uno de los movimientos más estrafalarios que se recuerdan en la política internacional de siempre. Sobre todo por inútil. Los europeos, entonces obedientes, hoy no saben cómo salirse del embrollo. Pedro Sánchez tampoco. Se les llena la boca de Europa y ni siquiera tuvieron la inteligencia de esperar a que la UE tuviera una posición común sobre Venezuela, que así se llama, dejando a la antecesora de Borrell, Federica Mogherini, más inútil que el caribeño. En vez de ello, corrieron como pollos sin cabeza en socorro del gran gallo de Washington. Hoy penan las consecuencias.

A estas alturas, no solo es que Juan Guaidó no sea presidente, es que Luis Parra –otro presidente proclamado de la Asamblea– le discute el liderazgo de la oposición, entre otros. Trump, en cada ocasión, demuestra a las claras el peligroso delirio de su idea sobre unas relaciones internacionales que deberían ser multilaterales, respetuosas con la soberanía de los pueblos y el derecho internacional. No se deberían sentir muy a gusto aquellos que reconocieron a un presidente encargado que no tiene reparos en declarar públicamente que quizá permita la intervención militar en su país de los EEUU.

Con todo, con el son de ritmos caribeños de fondo, la derecha española, sin dejar de defender lo suyo, se cae del cartel de defender lo de todos. Cuando se terminó su tiempo de agitación parlamentaria gamberra para cumplir con el encargo criollo del barrio de Salamanca, la derecha saltó la reja, dejó su escaño como Guaidó y privó a los ciudadanos de este país de ver con qué brío y patriotismo defendían los intereses del campo y del mundo rural.

Dejaron el hemiciclo vacío, por sus partes; curioso que se digan defensores de la España vacía y vacíen ellos sus escaños cuando se trata de defenderla. Tal vez la quieran llenar desde el Caribe, aunque me temo que sus amigos de allí no están mucho por el tractor, la espiocha y el arado, y menos en chándal de pelotero.

Y no es que se fueran para llenar los campos, sino las cafeterías, tabernas y cenáculos próximos a la carrera de San Jerónimo. Tampoco es que los suyos llenen las carreteras en mangas de protesta. Los que mandan –preguntad por Arias Cañete– tienen garantizados millones de euros en suculentos subsidios agrarios desde la UE, de la PAC, en su idea de agricultura de sofá y palco. Por eso, contra Bruselas no protestan ni contra papá Trump: mejor contra el Gobierno de España.

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