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Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar

Mascarillas para sobrevivir y recobrar la libertad

Personal sanitario provisto de equipos de protección.

María Iglesias

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La generación actual parece que ha heredado

Una casa sin ventanas

Y con paredes altas

Es muy difícil saber si ha heredado una casa o una prisión

Documental: Salam. El primer premio Nobel ********

Estos diez días de encierro y, mínimo, veinte más por delante, me llevan a centrarme en ser útil. Lo primero es quedarnos en casa y cuidar de los hijos. Abastecernos de comida, productos de limpieza y farmacia es una gymkana llena de retos y potenciales riesgos. Asumir el rol de maestra, transmitir a los niños calma pese a mi incertidumbre, todo, sumado, tala ramas de la actividad profesional. En las aún horas activas quieres ayudar, pero no sabes salvar vidas, ni coser una mascarilla. Lees prensa, ves informativos y oyes radio para acceder a datos y reflexionar.

Prefiero afrontar el Covid-19, en vez de como una guerra, como una catástrofe y pensar en cómo minimizar los daños y reconstruir:

Acción de emergencia

Ahora nuestra prioridad tiene que ser llenar de respiradores las UCI y Urgencias, proveer de material de protección, primero, al personal sanitario y, acto seguido, a cuantos sostienen la sociedad con su trabajo presencial: el personal de las residencias de ancianos, cajeras de supermercado, panaderos, farmacéuticas, conductores de transporte público, limpiadores, proveedores de alimentos y de energía, policías, militares, periodistas, quiosqueros… No se puede consentir que haya viandantes por la calle con mascarillas cuando faltan en los hospitales.

Es masiva la denuncia de los sanitarios de que carecen de mascarillas ffp3, ffp2, se racionan incluso de las quirúrgicas y faltan viseras, batas impermeables, gafas, geles hidro-alcohólicos. Los aplausos en los balcones y los elogios de las autoridades tienen que ir acompañados de la compra y reparto ya, de los equipos de protección individual (EPI) si no queremos que el contagio se cebe con los sanitarios. Ahora que, según anuncia el presidente Sánchez, se acerca lo peor, no podemos quedarnos sin quienes salvan a enfermos. Ya de cada cien contagiados doce son sanitarios.

Junto a eso, es clave comprar o fabricar, enviar a las autonomías y poner en uso los test de detección de infectados para que su aislamiento corte la cadena de contagios.

Es fácil comprender que estamos frente al abismo porque tras la crisis de 2008 el neoliberalismo ultracapitalista ha perpetrado recortes criminales contra la sanidad pública. Y es sencillo imaginar la feroz competencia en que estarán hoy enzarzados los países para comprar las escasas y preciadas mascarillas y test en el mercado internacional. Pero ahora ya estamos aquí, sin vuelta atrás. Así que el Gobierno central, los autonómicos y hasta los provinciales y locales tienen que quebrarse la sesera y los presupuestos para o traer o producir aquí el material para hacer frente al Covid-19. No se puede mandar a sanitarios a encarar al virus sin protección. 

Acción de esencia 

Quienes teletrabajamos debemos, a la vez que exigimos su protección urgente, estar atentos para evitar que el lógico miedo que sentimos por nuestra salud, empleos, bienestar se use para arrastrarnos a una vida sometida, como la que se sufre, no hoy, siempre, en dictaduras como China. 

Abrid ojos y oídos a cómo siembran en nuestras mentes mensajes de aceptación de que, incluso cuando pase lo peor, habrá que mantener mascarillas, guantes, lavados de manos, obsesión por el termómetro, salidas contadas a la calle y cambios de acera cuando veamos que otro se acerca, sospecha de cualquiera o cualquier cosa porque hasta el pomo de la puerta puede ser letal. Avisos de que podemos no inmunizarnos, de que en otoño pueden rebrotar los contagios.

El lenguaje bélico contribuye a que la alerta se vuelva pánico. Mejor cambiemos el paradigma y hablemos de resolver la catástrofe de forma constructiva.

Hoy hay que quedarse en casa como mal menor. Nos quedamos. Pero el objetivo ilusionante que compartimos no es sobrevivir como pájaros cautivos, sino recuperar nuestra libertad. Y conservarla. Los españoles de hoy, nacidos antes y después de la transición democrática, sabemos qué rico sabe pasear sin miedo, toparse con alguien y abrazarle en plena calle, bromear o discutir sin sentir pavor a lanzar o que nos lancen saliva, bailar juntos ¡y hasta besarnos!, ir y venir en bus, metro, avión, barco.

El sistema chino con espionaje de sus ciudadanos, a través del móvil y cámaras de reconocimiento facial, se alaba porque es capaz de forzar el confinamiento y frenar así los contagios. Pero ya causó la epidemia SARS hace diecisiete años como ahora el Covid-19 por su descontrol de la fauna salvaje (en 2003 fueron murciélago y civeta, este 2019 el pangolín), animales usados para la alimentación y medicina tradicional. China ocultó meses el SARS igual que el Covid-19 porque su régimen castiga toda voz discordante, hasta la advertencia de médicos ante epidemias. China da puntos a los sumisos que así ascienden en el trabajo y la sociedad, mientras que a todo crítico se les quitan puntos, despiden, encarcelan y hasta ejecutan. Además de promover experimentos de edición genética e inteligencia artificial prohibidos en el resto del mundo.

Ahora que nuestros hijos añoran la calle, los parques, el cole, sus vidas libres que empezaban a paladear, debemos superar el dolor que causa su nostalgia para sellar el pacto de que, con impuestos para sanidad e investigación científica, con un nuevo orden mundial democrático y responsable, reconstruiremos para ellos un modo de vida libertaria, digna de ser vivida. Es hora de comprometernos a trabajar en esto todo lo que haga falta. 

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