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Zohra, Hansa y un Estado que no mienta
El jueves por la mañana el mar ya había escupido a la playa de Castilnovo (Conil) el cuerpo de la veinteañera marroquí Zohra que casi logró su sueño de desembarcar en Europa, con veinte compatriotas, cuando les volcó una ola. Desde el primer momento, rescatadores de la Guardia Civil buscaban al menor, Hansa, que los supervivientes echaron en falta. Aún no había aparecido cuando, en el contexto pre-electoral europeo, el día de la cita de presidentes, Pedro Sánchez incluido, en Sibiu (Rumanía), la ministra socialista de Defensa, Margarita Robles dijo: “La lucha contra la migración debe ser tarea del conjunto de la Unión Europea. Debemos ayudar a Marruecos”.
Horas después el cadáver de un joven apareció entre las playas cercanas de El Palmar y Mangueta. Con toda probabilidad -se informó, era Hansa- de 17 años. ¿Hablaron los presidentes en Sibiu de cómo luchar juntos contra Zohra y Hansa cuyo delito y amenaza es venir a buscarse el pan a su norte como los jóvenes españoles emigran a Berlín y Londres?
¿La ayuda a Marruecos que pide Robles es para personas como Zohra y Hansa – o Hayat BelkacemHayat Belkacem, estudiante de Derecho asesinada a balazos por la Marina Real Marroquí el 28 de septiembre- o para la monarquía autoritaria a la que pagamos para que contenga a los subsaharianos mientras hace insufrible la vida de sus propios ciudadanos, desde los encarcelados del Hirak a quienes ahora huyen de un restablecido servicio militar obligatorio que es instrumento de represión desde los años del rey Hasan II como explica Tahar Ben Jelloun en su reciente novela El castigo?
El presidente Sánchez volvió aprisa de Sibiu por el fatal ictus del ex vicepresidente, ex ministro y ex secretario general del PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba. De él, dentro del aluvión transversal de elogios - tan común en los obituarios de España como cruentos los ataques en vida-, se destacan su frase: “Los españoles merecen un Gobierno que no les mienta” –dicha tras la manipulación del PP de Aznar y Acebes al atribuir a ETA los atentados yihadistas del 11M- y su “condición de hombre de Estado”. Más de Estado que de ciudadanía, a tenor de detalles que ahora se revelan sobre su papel en la sucesión de Juan Carlos I por Felipe VI –tan amigos ambos de los reyes de Marruecos.
Hombre de Estado, Rubalcaba –si el tributo unánime permite opinarlo-, con tintes paternalistas. Como en versión 2.0. del despotismo ilustrado de “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. No vaya a ser que nos equivoquemos prefiriendo ser republicanos… como 21 de los 28 Estados de la UE.
España, que somos los españoles, no merecíamos un Gobierno embustero en 2004. La mayoría también lo creímos y por eso en las generales del 14M ganó el PSOE de Zapatero. Probablemente –lo he escrito otras veces- el mejor presidente. Con decisiones infames, no obstante, en materia migratoria. Fue su Gobierno el que instaló concertinas en las vallas de Ceuta y Melilla (que Marlaska no quita). Y tan terrible o peor fue su Ley de Asilo 2009 por la que la petición debe presentarse en España en vez de en las embajadas, lo que empuja a tantos al peligro.
El racismo antiinmigrante como granero de votos neofascista
El Estado español lleva desde ese 1989 del primer migrante ahogado en Cádiz aplicando la política de barrera y criminalización que hoy nos escandaliza en Trump, Salvini u Orbán, que viola la legalidad internacional (artículos 13 y 14 de la Declaración Universal de Derechos Humanos que aprobó la ONU tras la II Guerra Mundial para evitar repetir el horror). El Estado español promete una solución que no llega. Nos miente. ¿Nos merecemos, españoles y europeos, Estados que nos engañen culpando de la precarización de nuestros trabajos y salarios a quienes son víctimas más extremas, de un modelo especulativo que, para forrar a unas minorías, explota a gentes de todos los continentes?
En materia migratoria sólo los partidos a la izquierda del PSOE –Unidas Podemos, En común, Ahora, Participa, En Marea, Compromís…- están del lado de la ley, la ética y la verdad numérica demográfica y económica. Porque de un lado, el envejecimiento europeo hace que necesitemos migrantes que trabajen con nosotros y, de otro, ¿qué broma insensata es que vivir sobre la brecha de más desigualdad del planeta, este Mediterráneo, entre la Europa de 500 millones de habitantes y el África de 1.300 que en 2040 tendrá 2.400, será sostenible a base de vallas y cadáveres crecientes en nuestras playas?
El panorama es insostenible y peligroso para todos. Contamos esta semana con sondeos y análisis que revelan que el racismo antiinmigrante –como el antisemitismo en los 40- se está convirtiendo en el granero de votos del neofascismo que quiere entrar al Europarlamento como caballo de Troya para destruir la UE. No hace falta ser “hombre ni mujer de Estado” para interpretar las alertas y empezar a rectificar esta deriva. Basta ser ciudadanía demócrata y sensata.