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La izquierda andaluza se vuelve borrosa

Una escena de 'La vida de Brian' de Monty Python

Isabel Pedrote

Tenían el partido ganado hace meses y decidieron despeñar la copa desde los palcos vips y hacerla añicos. Vuelta a empezar. La derecha ha recibido un regalo inesperado, súbitamente una nueva oportunidad, que lo mismo es baldía, o no. A saber. De momento, se puede proclamar que quienes teorizaban sobre la evolución del bipartidismo español hacia una dinámica de bloques con resultado idéntico no han estado del todo finos, porque el bloque de la izquierda (en su acepción de grupo ocasional) ni siquiera ha emergido. Sumar es insuficiente, hace falta entenderse, y en esta catarsis de culpabilidades que nos inunda, ya se repite un estribillo poco esperanzador: el que divide es el otro. Conclusión: el anhelo de la izquierda de superar la parcelación caleidoscópica que va en aumento --y, a lo que se ve, en su detrimento-- se adivina lejano.

Mucho se ha escrito sobre la desunión de la izquierda y su tendencia a combatirse entre sí, una especie de maldición que le hace buscar inexorablemente puntos de disputa insalvables justo en los momentos más cruciales de la historia. Es difícil, por lo tanto, alumbrar reflexiones novedosas. Todo es viejo, muy viejo, pero no por eso deja de repetirse. Sin duda, la parodia que mejor ha captado este espíritu de disenso perpetuo es La Vida de Brian, la película de los Monty Python, y sus enfrentadas combinaciones del Frente Popular de Judea. Una pureza suicida que conduce al dislate de un partido hecho a medida de cada persona, como si fuera imprescindible compartir íntegramente el ideario y conectar al cien por cien, karma incluido, para acordar unas líneas de políticas comunes. Nadie acertaría a predecir hasta dónde será capaz de llegar la izquierda partiéndose a sí misma.

Si a esta batalla de esencias le añadimos el extravío del marco referencial, el cuadro está completo. La campaña electoral permanente en la que habita España desde hace casi un lustro impide que las cosas se asienten: vivimos dentro de un mitin inacabable que nos obliga a tragarnos una y otra vez el mismo espectáculo de eslóganes e ingenios, como si estuviéramos amarrados a la butaca y no hubiera forma de abandonar el teatro. Normal que todo se ralentice. Fíjense en las izquierdas andaluzas tras el cambio de Gobierno de las tres derechas exitosamente acopladas. Parece que se hayan propuesto en firme pasar inadvertidos. Su diseño de oposición es de subsistencia, lo justo para salir del paso. Como los osos que hibernan guarecidos en sus cuevas hasta que les despierta el primer rayo de sol de la primavera.

La bancada zurda se ha vuelto borrosa. Para seguir el laberinto de Unidas Podemos y Adelante Andalucía es preciso orientarse con un mapa: ahora están a la caza de una marca autóctona para el 10 de noviembre que resquebraja la fina capa de asfalto con la que se tapó el retroceso en escaños propiciado por la confluencia en los comicios andaluces del pasado diciembre. Baste decir que el impulsor de aquella empresa ya no está. El PSOE, por su parte, una vez fuera de San Telmo, se ha dedicado a rebuscar en su kit de camuflaje hasta hallar un curioso manual que recomienda marear al electorado con una ronda de voces para que no destaque ninguna. O sólo una. De tal suerte, que por la vetusta sede de San Vicente desfila una hilera de dirigentes, no necesariamente nuevos, que se si se aprietan un poco podrían componer un coro rociero.

Es lo que tiene llevar tanto tiempo hablándoles a los votantes en lugar de a los ciudadanos. La sobredosis de dopamina exhalada por la eterna campaña confunde y lo enturbia todo, no es raro que se pierda el hilo: es una verdad como un templo que el estado de shock se ha cronificado.shock Pero aun en tales circunstancias, se ve de lejos que las izquierdas andaluzas están jugando su competición hacia dentro, en una tensa espera cuyo final nunca llega, como esos seriales de la televisión que se estiran durante años. Una constatación más, por cierto, de la dependencia de lo que se dispone en Madrid y del cariz vicario del otrora poder andaluz. Y, ojo, no arriesgar para que el temporal pase de largo tampoco garantiza quedar indemne, perder las oportunidades sigue siendo perder. Lo dice el bolero: no vale arrepentirse después de lo que pudo haber sido y no fue, porque si no la vida nos deja llorando quimeras. O algo así.

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