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Paco, al cielo de Cádiz

EFE

Enrique Alcina

Camarón y Paco de Lucía se conocieron en una fiesta de señoritos, en la finca Domecq. José iba con Cepero, y Paco, con Rancapino. No se hablaron. Alguien sugirió a Camarón la idea de estrenarse con Paco, cuyas virtudes ya admiraba, pero el de la Isla reaccionó quedándose a solas en el foco del distinguido público, al cante y al toque. Camarón siempre quiso ser guitarrista. Paco soñaba con triunfar como cantaor. Gitano y payo de las grandes paradojas y los claroscuros, por fin se hicieron hermanos en Madrid. “Paco fue el único que encajó en el arte de José”, confiesa la viuda del cañaílla, Chispa, bonito nombre para las historias de ida y vuelta con desenlace no escrito, abruptas como la muerte del compás.

Los puristas levantaron el castigo a ambos dos osados revolucionarios de pelo largo anteayer, como quien dice. La rumba mundial de Paco, la leyenda del tiempo quieto de José, la tradición electrificada, el romance oral del cuarto de reuniones al pabellón deportivo, del tabanco al teatro, de la radio a todo color a la tele estratosférica. Paco tardó en volver un montón de años a Jerez, la cuna del pedigrí flamenco. Ahora lloran esquelas de piropos por las esquinas quienes le pusieron la cruz a cuenta de su temeridad creativa, hoy callan la ignorancia y la estrechez de miras.

Hoy rinden tributo a Paco de Lucía los hijos del rock, del jazz, los clásicos populares del sur, los cantantes de blues americano, los percusionistas de Lima, los guitarristas de comparsas de Cádiz, los obreros de la bossa nova brasileira, los negros del Harlem, los chinitos japoneses y los poetas en ciernes. Cierran paréntesis los historiadores del viento para celebrar la triste despedida de los cánones del arte del sur.

Qué pena más grande. Se fue de un día pa' otro y nos dejó un pellizco en el corazón rasgado, primero un acelerón de los suyos, un punteo eléctrico y vehemente, al fin abandonado al discurso del adiós sereno y delicado que su guitarra expresará para siempre con lenguaje único y personal. Huérfano se ha quedado el sur del silencio sin Paco de Lucía, de Andalucía y del mundo. Al cielo de Cádiz se levantan nubes del olvido, vaya ambientazo ha encontrado Paco arriba. Las paces ha hecho con Camarón, como el agua, entre dos orillas de luz y de sal. Por bulerías ha tocado techo con Moraíto. Por fandangos ha bailado su mujer de seis cuerdas con las reinas del desparpajo y del tronío, Lola Flores y Rocío Jurado. Por alegrías con Mariana Cornejo, por ironías con Chano Lobato, y por poesía con el mar, la mar de Alberti, la canción del pirata Quiñones y los aforismos del disparate de Ory. Grana y oro, sangre en la arena, que se nos mueren, oiga, que anuncian juerga infinita en la memoria celeste gaditana.

Paco de Algeciras, hijo de Antonio, hermano de Luis y Ramón, mente fuera de su tiempo, adelantado a cualquier reproche futuro, se marchó de madrugada en Cádiz, al sol de México. Paco de América apenas paraba por la antigua Expaña, país de tanto ingenio y riqueza cultural como vena canalla que no cuida a sus artistas de cabecera. Los sacrifica. Aquí hay que morirse o algo. Allá dejan vivir a su libre albedrío a los músicos de luz y ángel. Paco del Mundo no cuenta su vida, obra y milagros en un pantallazo de wikipedia egocéntrica. Paco lo ha dejado casi todo grabado, literalmente, a falta de un remanente. Si las paredes de la cafetería de la discográfica Fonogram supieran cantar, recordaría la copla tantas grabaciones precursoras, innovadoras y enciclopédicas. A saber.

En la mentada cafetería se gestó la modernización del flamenco -oh, no, Dios Santo-, merced a la unión de Paco con los jazz rockeros Dolores, a quienes se llevó de gira en el 76. Primera edad del voltio del flamenco, salvo el precedente prehistórico de Sabicas, maestro de Paco, con el yanqui Joe Beck. Con ustedes, los orígenes del flamenco-rock o rock andaluz o rock con raíces, con permiso de los sevillanos Gong y Smash (y su Garrotín). Prueben a trazar líneas paralelas, seguimos en los años setenta, entre Camarón, Paco, Pedro Ruy Blas, Carles Benavent, Rubem Dantas, Jorge Pardo, Kiko Veneno o los hermanos Amador. Catalanes del sur, mayormente, andaluces del mundo. Agreguen a Jesús de la Rosa, Miguel Ríos, Guadalquivir, Imán Califato Independiente, Cai y así hasta Ketama. Calladitas las bocas de los talibanes del flamenco, por así decirlo.

La herejía consistía en dotar al sonido de percusiones, bongos árabes de barro en sus inicios, bajos y guitarras eléctricas, una cosa del demonio que hoy, como las leyes que vienen y van, se considera de lo más normal. Paco siempre se mostró orgulloso de abrir el flamenco a ritmos transoceánicos y hechuras hermanas. Paco introdujo el cajón peruano, por ejemplo, la flauta de Jorge Pardo, la armónica y los teclados de Antonio Serrano. Así hasta el final de sus días. Paco no tenía grupo fijo, los músicos se jugaban su contrato gira a gira. Los puristas de los setenta no perdonaban ni una. Crucificaron a Lole y Manuel, obligaron a volver sobre sus pasos a Camarón y mandaron a Paco al exilio sentimental. Una noche, al sonar el bajo de Benavent, alguien gritó desde el público: “¡El de la guitarra china, que se vaya!” Ni caso. Paco se bandeó entre la vanguardia y la ortodoxia cual equilibrista, aprendió a leer partituras cuando registró su homenaje a Manuel de Falla, se juntó con toda clase de virtuosos como John Mc Laughlin, Al Di Meola y Larry Coryell, a quienes volvió turulatos con su destreza y agilidad mental.

Compartió continentes con su compadre Chick Corea. Ambos bordaron el Concierto de Aranjuez en Cádiz, por cierto, en el verano del 84. Weather Report, la Mahavisnu Orchestra y otros tantos combos de jazz rock, molaban mucho a los músicos andaluces, y viceversa. Chano Domínguez, el pianista gaditano que debutó en Cai a los diecisiete años, puede considerarse heredero de Paco en el mundo anglosajón. A Chano le impactó sobremanera el guitarrista algecireño cuando ambos grababan en los mismos estudios y Paco firmaba “Sólo quiero caminar”. Hasta el infinito, media un quejío y un poco de armonía. Ahora, todo esto se llama mestizaje, antes respondía por fusión, y al principio no tenía nombre. El rock entró por la Base de Rota. Jimmy Hendrix construyó castillos por bulerías. Los flamencos devolvieron la gracia al blues, fíjate tú qué arte más grande.

Los audaces Kiko Veneno y Raimundo Amador sostienen que la alquimia de Paco, que desembocó en su personal estilo tantas veces emulado, y la curiosidad y el talento de Camarón confluyeron en un género nuevo, los tanguillos modernos, el romance de la luna de Lorca con ritmo una mijita tumbao. Salió por casualidad.

Se fue Paco de un día pa' otro, con su montaña de grandeza y modestia, a pintar de azul marino las calles del cielo de Cádiz. “Ay, José, yo te toco, Camarón”. Maldita eternidad.

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