A Susana le hubiera gustado que hubiera partido

Con todo el pescado vendido y con Susana Díaz como primera mujer socialista candidata a la presidencia de la Junta de Andalucía, me barrunto que a estas horas, más de uno y más de dos “fontaneros” de las primarias y con casi toda seguridad la propia candidata, tendrán serias dudas sobre si no hubiera sido mucho más positivo para la imagen del socialismo andaluz el que esta mañana hubiera más de un candidato, y por lo tanto, la militancia del partido hubiera podido ir a las urnas.

Una de las frases más repetidas en las últimas horas por el personal es aquella de que “para este viaje no hacen falta alforjas” y no dejan de tener cierta razón, porque nada legitima más a un candidato que el respaldo en las urnas de sus compañeros de partido -ojalá que pronto de toda la ciudadanía en primarias abiertas- y en este terreno, nada hubiera tenido que temer la ya candidata, a tenor de la abrumadora cosecha de avales presentada en la calle de San Vicente.

Tengo para mí que quienes hayan marcado la estrategia de dificultar el proceso a Luis Planas y José Antonio Rodríguez han errado el tiro y creo también que en su fuero interno a Susana Díaz le hubiera gustado que hubiera partido. Lamentablemente no será así por el carácter restrictivo que “los guardianes de las esencias socialistas” han impuesto al proceso.

No creo que todas las facilidades del mundo para el resto de candidatos hubieran amenazado en lo más mínimo una contundente victoria de la ya candidata, pero sí que se hubiera transmitido a las bases del PSOE en particular, y a la sociedad andaluza en general, un mensaje distinto al de “primarias teledirigidas” que flota en el ambiente.

Por méritos propios

Dicho todo lo anterior, los 21.179 avales admitidos, aportados por Susana Díaz, suponen un número tan considerable –casi la mitad de los 45.733 militantes del PSOE-A- que debería hacer reflexionar a quienes critican que la candidata los ha conseguido únicamente por la fuerza del aparato. Estoy convencido de que en los tiempos que corren, ningún aparato, por potente que sea –y el del PSOE lo es- sería capaz de conseguir que uno de cada dos militantes avalaran una candidatura en la que no creyeran.

Dice un refrán popular que “algo tendrá el agua cuando la bendicen”. Pues algo tendrá Susana Díaz cuando ha conseguido un apoyo tan notable de sus compañeros. No sé si como he leído esta mañana ha nacido el “Susanismo”, pero sí que estamos ante alguien muy digno de tener en cuenta. Me reafirma en esa sensación las durísimas críticas y descalificaciones que está recibiendo Susana Díaz, desde todas las trincheras exteriores al PSOE. Semejante unanimidad y virulencia solo puede tener un motivo último: el temor electoral que inspira una candidatura de una mujer menor de 40 años bajo las siglas del PSOE.

¿Y ahora qué? Se preguntarán. Bien harían las mentes pensantes del PSOE en no errar en la hoja de ruta. Convertir el camino de Susana Díaz hacia la Presidencia de la Junta de Andalucía en un sendero plagado de minas es tan sencillo como equivocar la bifurcación ¿Dimitirá José Antonio Griñán? ¿Cuándo? ¿Habrá elecciones anticipadas? ¿Cuándo? ¿Imputará la Jueza Alaya al actual presidente? ¿Cuándo? ¿Tendremos elecciones generales anticipadas? ¿Cuándo? De la correcta conjugación de todos esos factores va a depender que la llegada al Palacio de San Telmo de la primera presidenta de la Junta de Andalucía se produzca sin demasiados sobresaltos.

Una vez cerrado el capítulo de las primarias que pudieron haber sido y no fueron, la futura presidenta de la Junta tiene en Andalucía un reto aún mayor: ser capaz de devolver la ilusión a la ciudadanía y a su partido, la ilusión en la gestión de la cosa pública y en el futuro de un partido que ahora parece perdido y sin rumbo ¡Suerte!